JÁNUCA RESTAURACIÓN Y
LUZ
Jánuca es también conocida como la Fiesta de
las Luces, es una festividad del pueblo de Dios en donde se conmemora por la reedificación
del Templo de Jerusalén y una manifestación particular del Espíritu de Dios,
donde la luz del Cristo resplandeció en las tinieblas; esto ocurre después de la
rebelión del pueblo judío contra la dinastía griega-siria seléucida, donde los
griegos intentaron helenizar (transculturizar) al pueblo de Dios y abolir sus
costumbres, reuniones santas, prohibiendo que las ejecutaran, a los cuales muchos
de ellos, del pueblo judío, se sometieron y siguieron sus instrucciones,
permitiendo la profanación del templo, la idolatría y los cultos a otros
dioses. Daniel 11:31 “Y se levantarán de su parte tropas que profanarán el
santuario y la fortaleza, y quitarán el continuo sacrificio, y pondrán la
abominación desoladora”. Josué 24:14 “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle
con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales
sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a
Jehová”; Deuteronomio 8:19 “Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y
anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo
lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis”.
Sin embargo, el pueblo de Dios perseverante,
que se negó a realizar los actos que iban en contra de lo santo, tuvo que luchar
difícil batalla sin temor, y a pesar que ser una minoría en contra el ejército griego, tenían la confianza en Dios y por eso vencieron, porque el Señor los respaldo e
iba al frente de ellos, conduciéndolos a ganar con pocos hombres a toda una
muchedumbre de soldados. 1 Juan 2:8 “…porque las tinieblas van pasando, y la
luz verdadera ya alumbra”; 2 Juan 1:9 “Cualquiera que se extravía, y no
persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la
doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo”; Romanos 8:37 “Antes, en
todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”;
Salmo 27:3 “Aunque un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque
contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado”; Deuteronomio 3:22 “No los
temáis; porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros”.
En ese tiempo, el templo se encontraba en
ruinas, el altar fue profanado al quemar incienso, sacrificios y adorar a dioses e ídolos
paganos, las puertas habían sido incendiadas por los griegos; en los atrios
crecía la maleza, como en el bosque o en el monte; las habitaciones estaban totalmente
destruidas, en el piso; igualmente nuestro templo, nuestra vida espiritual
puede estar en ruinas, porque siendo hijos de Dios no hemos refrenado nuestros
impulsos, profanando el altar de Dios (el trono que debería estar gobernando el
Espíritu Santo) con nuestra inmundicia, adorando y ofrendando al primer ídolo
que tenemos que somos nosotros mismos, entonces dejamos que crezca la maldad,
cizaña (la maleza), el pecado, destruyendo la morada donde Dios quiere habitar.
Proverbios 25:28 “Ciudad en ruinas, sin muralla protectora: ¡eso es el hombre
que no frena sus impulsos!”; 1 Corintios 6:19 “¿O ignoráis que vuestro cuerpo
es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios,
y que no sois vuestros?”; Romanos 8:9 “Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”; Romanos 7:20 “Y si hago lo que no
quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”; Mateo 23:27 “¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros
blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro
están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”.
Entonces el pueblo, que guardó el pacto de Dios,
guiados por el Señor, procedió a la restauración del templo, utilizando varones de
testimonio y conducta irreprensible, construyendo un nuevo altar, desechando el
anterior, limpiado y restaurando su interior, purificando los atrios, quemando
incienso sobre el nuevo altar y encendiendo las mechas de la menorá (janukía) las cuales ardieron
asombrosamente durante ocho días, sacando toda oscuridad presente, a pesar de
que sólo había aceite para un solo día, produciéndose el milagro de Jánuca. Muchas
veces el Señor utiliza a sus hijos de testimonio, guiados por el Espíritu
Santo, para ciertos trabajos de reconstrucción, restauración, servicio,
santificación, limpieza, etc., para luego encender la janukía (que está apagada) a través de su Espíritu, porque es el Señor quién hace la obra, es el que
provee el aceite, el fuego, la llama, la luz, la manifestación del fruto en
nuestro templo. Hechos 6:3 “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete
varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
encarguemos de este trabajo”; 1 Tesalonicenses 5:23 “Y el mismo Dios de paz os
santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea
guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”; Efesios 5:8
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad
como hijos de luz”.
¿QUÉ REPRESENTA EL
JÁNUCA?
1. La presencia y el pacto del Padre en
mi vida, es mantenernos bajo su amparo como siervos, darnos la protección como sus
hijos, levantando y restaurando las ruinas del templo que hemos destruido con
la carne. Ezequiel 9:9 “Porque siervos somos; mas en nuestra servidumbre no nos
ha desamparado nuestro Dios, sino que inclinó sobre nosotros su misericordia
delante de los reyes de Persia, para que se nos diese vida para levantar la
casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y darnos protección en Judá y en
Jerusalén”; Salmo 132:12 “Si tus hijos guardaren mi pacto, Y mi testimonio que
yo les enseñaré, Sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre”.
2. La Luz del Cristo. Juan 8:12 “Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
3. El fuego consumidor del Espíritu
Santo, la manifestación de su fruto en mí. Deuteronomio 4:24 “Porque Jehová tu
Dios es fuego consumidor, Dios celoso”;
Hechos 2:3 “y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron
sobre cada uno de ellos”.
4. La restauración y limpieza de
nuestras vidas, la reedificación del tabernáculo. Levantando las ruinas, el
asolamiento, eliminando toda confusión y engaño, proveniente de los “helenistas”
(falsos profetas), es decir, los que quieren cambiar nuestro Dios santo,
celoso, justo y misericordioso, por un dios ajeno, que se adapte a sus
intereses. Isaías 61:4 “Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los
asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de
muchas generaciones”; Éxodo 32:4 “y él los tomó de las manos de ellos, y le dio
forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron:
Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto”;
5. La fe que mueve montañas, elimina el
miedo, nos permite avanzar con la certeza que Dios está con nosotros y vencer a
pesar de las circunstancias adversas.
¿CÓMO DEBEMOS PROCEDER
PARA LA RESTAURACIÓN DE NUESTRO TEMPLO?
1. Disponiendo nuestro corazón a la
santidad, siendo Hijos de Dios (reyes y sacerdotes) de conducta irreprensible, sujetos
y sometidos al Espíritu Santo, obedientes, de testimonio, cumplidores de la
palabra. Arrepintiéndonos, desechando el pecado, dar el paso de conversión y esforzándose
a agradar al Señor.
2. Entrando en tiempos de
quebrantamiento, adorando, alabando, ayunando, orando, en vigilia total,
postrándose, humillándose, restaurando, adornando mi templo con la luz del
Cristo, ungiendo mi alma, cuerpo y espíritu con el aceite del Espíritu Santo.
3. Dejar encendida la llama del
Espíritu Santo en mi vida, en este tabernáculo personal, durante estos ocho
días consecutivos, permitiendo que Él tome el control, poniendo en práctica el
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.
4. Limpiando y sacando las piedras del
templo con las cuales se ha profanado dicha morada y contristando al Espíritu Santo, por causa de mi
rebeldía e idolatría, esas piedras que son tropiezo para mi vida espiritual y a
las cuales me niego a morir; entonces resplandecerá mi semblante porque llegará
la luz del Señor, que me impulsará hacer obras dignas de arrepentimiento y
apartarme del camino del mal y pecado.
5. Sacando y quemando con el fuego
consumidor del Señor toda cizaña, impureza, pecado oculto, rencor que exista en
nuestros corazones, dando la plena libertad a nuestro ser de adorar y alabar al
Señor en espíritu y verdad.
6. Con integridad. Presentando nuestros
cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable, entrando en reconciliación y
acción de gracias al Señor, ya que para siempre es su misericordia y ha estado
presente en nosotros. Salmo 41:12 “En cuanto a mí, en mi integridad me has
sustentado, Y me has hecho estar delante de ti para siempre”.
7. Edificando y fortificando mi vida
con el Espíritu Santo, quien es el que me convence de justicia, juicio y pecado,
asumir una actitud de firmeza espiritual, intercesión, santidad, defensa ante
las asechanzas del mal.
REFLEXIÓN:
No podemos brillar con la luz de Dios, si no
nos hemos levantado de las ruinas, es necesario arrepentirse, apartarse del
pecado y buscar de la presencia del Espíritu Santo para restaurar nuestro
templo; convertimos verdaderamente al Señor es una condición sine qua non para
encender la Janukía de nuestras vidas, porque debemos sacar las piedras de
argumentaciones, ocultismo, mentira, tinieblas que profanan el altar santo que Cristo
levantó en nosotros el día que lo recibimos como Señor y Salvador. Romanos 13:12 “La noche está avanzada, y se
acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las
armas de la luz”; Jeremías 15:19 “Por tanto, así dijo Jehová: Si te
convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo
precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te
conviertas a ellos”; Hechos 26:18 “para que abras sus ojos, para que se
conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para
que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los
santificados”.
Para celebrar con santidad el Jánuca, es
necesario volvernos a Dios, guardar su palabra, purificarnos y santificarnos,
siendo testimonio del Cristo vivo, porque el Señor quiere posarse sobre
nosotros, proclamar: ¡Este es mi Hijo! Y llenarnos de su amor y gozo por toda
la eternidad. Nehemías 1: 8-9 “Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés
tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero
si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra,
aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os
recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre”; Ezequiel
43:7 “y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde
posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel
para siempre; y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos
ni sus reyes, con sus fornicaciones, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en
sus lugares altos”; Mateo 3:17 “Y hubo
una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Amén...