viernes, 3 de noviembre de 2017

¡TRASPLANTAME, SEÑOR!


Cuando un elemento no funciona correctamente en un sistema, por ser defectuoso, sea una parte de una pieza o equipo, departamento, empleado, corazón, pulmón, hígado, riñón, piel, etc, por lo general, buscamos reemplazarlo, sustituirlo o trasplantarlo por otro que este en perfectas condiciones con la finalidad de mejorar las capacidades y calidad del sistema, tratando de eliminar el problema; trasplantar en la carne, con puro esfuerzo humano puede ser infructuoso, si en este proceso no está presente Dios todo el esfuerzo es en vano, aún obteniendo resultados favorables.

Un trasplante puede estar referido al traslado de algo a otro lugar mejor, es decir que puede ser replantado, reubicado, traspuesto, salvado, introducido, añadido, agregado para aquellas cosas inimaginables que solo el Señor en su infinita misericordia puede obsequiar a aquellos que aman y creen en su nombre, confiando ciegamente en él. 1 Corintios 2:9  “…Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Sin embargo, hay un detalle tan sublime que solo puede ser discernido en el Espíritu que es necesario estar injertado a la vid, es decir para recibir de su esencia; 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

Nosotros podemos recibir un órgano defectuoso por la religiosidad que anda circundando las iglesias; El Señor quiere trasplantarnos de muerte a vida, a través de la extracción las células, tejidos u órganos espirituales no convertidos e instalarnos uno diferente, uno glorioso, puro, santo, que permita que todo mi ser  funcione correctamente. A veces nuestra vida espiritual no funciona fielmente, porque tenemos tantas áreas defectuosas que necesitan ser trasplantadas (convertidas) pero para ello requerimos ser desgajados de nuestra naturaleza perversa (el mundo terrenal) para ser injertados en el buen olivo, donde el aceite del Espíritu Santo nos dé la rica savia, para ser alimentados del Señor. Romanos 11:17 “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo”; Romanos 11:24 “…y contra naturaleza fuiste injertado en el buen olivo…”

Todas las personas que nacen con ciertas enfermedades o anomalías congénitas del alma, cuerpo o espíritu, de acuerdo a los propósitos de Dios o producto del pecado de sus padres, requieren el trasplante de un órgano sano; de modo que, realice las funciones que debe ejecutar el órgano corrompido, pero para ello es necesario extirpar el dañado. Nosotros por el pecado del hombre, llevamos impresos muerte espiritual en nuestras vidas, solamente a través de Cristo somos trasplantados a la vida siendo salvados e introducidos al reino de Dios. 1 Corintios 15:22 “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”; Colosenses 1:13 “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado (trasplantados) al reino de su amado Hijo”.

Así como uno de los problemas en los trasplantes es el sistema inmunológico del cuerpo el cual es capaz de detectar y atacar a los tejidos que no le pertenecen, de la misma forma cuando somos injertados al Olivo del Señor, se va produciendo rechazo a todo aquello que contamina o corrompe el cuerpo de Cristo, ya que cada órgano trasplantado (área a convertir) debe ser muerto, resucitado y lavado en la fuente de agua viva, debiendo nacer de nuevo y preservarse a través del Espíritu Santo, produciendo su fruto. Mateo 15:13 “…Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada”; Eclesiastés 3:2 “Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado”; Mateo 21:43 “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él”; Salmo 104:16 “Se llenan de savia los árboles de Jehová, Los cedros del Líbano que él plantó”; Salmo 1:3 “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará”.

Nuestra vida fue trasplantada cuando decidimos recibir y seguir a Cristo, ya que el Padre así lo dispuso, mandar a su hijo Jesucristo a la tierra a morir por nosotros para salvación, aunque nosotros siendo hombres corrompidos del cuerpo necesitábamos ser traspuestos por él a través de su sacrificio, su palabra, su sangre para que el varón perfecto entrara a nuestro corazón y desde allí gobernar cada área de mi ser, echando raíces profundas, lavando, purificando y sanando cada órgano espiritual que tuviese afectado, sin importar que tan deteriorada estuviese nuestras vidas, sino que por su infinito amor nos renueva cada día, afirmándonos sobre la roca cuando nos disponemos de corazón, cuidándonos continuamente sin olvidar cada detalle, aumentando los días de mi vida para la eternidad, haciéndome el hombre nuevo que él desea que yo sea según sus propósitos eternos, buscando en nosotros fidelidad y pureza de corazón. Jeremías 17:8 “Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”; Salmo 80:15 “La planta que plantó tu diestra, Y el renuevo que para ti afirmaste”; Proverbios 9:11 “Porque por mí se aumentarán tus días, Y años de vida se te añadirán”; Apocalipsis 21:5 “Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”.


Oremos: Señor gracias por tu fidelidad y amor; grandes son tus misericordias; nunca entendí porque nos hiciste pasar por el desierto si nos llevabas a la tierra de leche y miel; si de oídas te había oído hoy mis ojos ven tu gloria y poder, gracias Señor. Padre Santo, tú tienes el control de mi vida, la de mi esposa e hijos; te las ingeniaste para que todo fuese de acuerdo a tu voluntad, en tu tiempo, para que la gloria fuera solo tuya, gracias mi Señor. Hoy puedo descansar en ti, porque en tus manos, mi creador, puedes moldearnos y hacernos hombres y mujer nuevos. Necesitamos ser trasplantados a los jardines de tu reino, queremos ser injertados en el árbol de la vida, recibir de tu savia, bendecir y adorar tu nombre. Alabado y exaltado seas tú, mi Señor Jesucristo, que me has aceptado siendo yo un olivo silvestre, lleno de tanto mundo y me has injertado en ti para dar fruto. Espíritu Santo de Dios toma el control de mi vida y crece en mí hasta que llegue a la estatura del Cristo y que mi yo mengue y muera hasta poder decir ¡Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí! Señor maravilloso, soberano y poderoso eres tú. Te amamos sigue manifestándote en las vidas de tus siervos, ahora que somos trasplantados para Cristo. Amén