Cuando
escuchamos un buen consejo se hace necesario atenderlo con diligencia no vaya a
ser que patinemos o nos deslicemos en nuestros propios pensamientos. Quien
aconseja debe ser persona firme, sensata y prudente, persona que corrige sin
tener un objetivo oculto u oscuro. He visto muchas veces que por no atender un
sabio consejo a tiempo se comenten infinidad de errores que desencadenan
infelicidad y frustraciones en nuestra alma, produciendo vergüenza en muchos
casos, trayendo indiferencia, ira, soberbia, necedad, maldad y dolor a nuestras
vidas y al entorno que amamos.