domingo, 16 de diciembre de 2018

METIENDO LA PATA



“Meter la pata” es una expresión muy común utilizada en el lenguaje cotidiano de los latinoamericanos, suele referirse a la falla, error o torpeza cometida por una persona de manera inoportuna o inapropiada por una cuestión equivocada que denota ignorancia, ineptitud, impulso, nerviosismo o simple estupidez producto de un alma no sometida, en otras palabras, tendiente a embarrarla pues.
Hay quienes la relacionan directamente con el acto en el creyente de meter las de caminar (cae) en una trampa colocada por el cazador (piedra de tropiezo o lazo del enemigo) y queda apresado (encarcelado o esclavizado), como por ejemplo un matrimonio obligado, aceptar un embarazo por compromiso, cegarse ante una estafa por el deseo de enriquecerse inmediatamente, comprar cosas del mundo que no hacen falta, etc., manipulaciones que la persona llega a discernir después que sufre en carne propia y pierde la libertad espiritual que Cristo le dio en la cruz, justamente cuando toda la verdad sale a luz, diciendo: ¡Qué tonto fui!
Otras metidas de patas, son con conocimiento de causa producto de la maldad de reside en nosotros, la concupiscencia; por lo general nuestra carne y alma (mente, emociones, sentimientos, deseos, etc.) impiden un genuino arrepentimiento y perdón, entonces utilizamos la razón para evaluar los daños, consejo y/o amenaza sin consultar al Espíritu Santo, tratando de salvarnos de la situación o circunstancia, entonces: huimos, aceptamos las cosas condicionadamente o por puro interés, como tratando de engañar a Dios, sin doblegar nuestra dura cerviz, a sabiendas que Él conoce nuestro corazón y que por todo daremos cuentas ante su presencia.
Cuando no hay arrepentimiento y perdón metemos la pata, si hacemos un estudio epistemológico de la palabra arrepentimiento observamos que tiene dos tendencias: (a) proviene del francés “repentir” que a su vez deriva del latín tardío “poenitere” que quiere significar “ser penitente”, es decir la carga que una persona lleva por algo que ha hecho, dicho o dejado de hacer. Quien se arrepiente, por lo general, cambia de actitud, siempre y cuando ha perdonado de corazón o ha pedido perdón a Dios, lo que lo lleva a dejar de ser un consecuente metedor de pata, ya que existe una conversión profunda, logrando negarse a sí mismo. (b) del griego "metanoeo" que traduce arrepentimiento, significando “cambio de mente”, y pudiéramos agregar cambio de mente en Espíritu, lo que implica un cambio total de su perspectiva con respecto el pasado, presente y futuro, donde se evalúa muchas cosas previamente bajo la lupa de Dios, lo que conlleva a la comprensión de quién soy en Jesucristo, quién es el que culpa y tengo conocimiento pleno de que he hecho, hago o haré de malo. Es en este momento es cuando se toma la decisión de cambiar de vida, de conducta, actitud, orientación o dirección producto del control del Espíritu Santo; sino sigo revolcándome en mi cieno, ya que me niego a ser consumido por el fuego purificador del Señor, la santidad manifiesta, que debería ser el indicio de que quiero presentar una obra digna de arrepentimiento, lo demás es pura religiosidad.
¿CUÁNDO METEMOS LA PATA CON EL SEÑOR?
1.   Cuando no hay conversión en nuestra vida, el pecado y las tinieblas prevalecen por falta de discernimiento, orgullo o vergüenza; preferimos dar vueltas en nuestro desierto u ocultarnos igual como lo hizo Adán y Eva que los sacó del plan original de Dios. Jeremías 14:10 “Así ha dicho Jehová acerca de este pueblo: Se deleitaron en vagar, y no dieron reposo a sus pies; por tanto, Jehová no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad, y castigará sus pecados”.
2.   Al estar justificando nuestro pecado, con pensamientos perversos, cuidando las apariencias, a sabiendas que daremos cuenta por ello. Proverbios 6:18 “El corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal”; Marcos 9:45 “Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado”.
3.   Al resbalar por la autosuficiencia y la sabiduría terrenal, que nos aparta de la palabra de Dios, prevaleciendo el conocimiento humano, el poder y las riquezas, lejos del temor al Señor. Salmo 37:31 “La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán”.
4.   Cuando andamos o permanecemos en reino dividido; cuerpo, alma y el espíritu alejados de la presencia del Espíritu Santo, hijos de Dios llenos de religiosidad, corrupción y tinieblas; siendo presas fáciles del mal y sus maquinaciones. Daniel 2:41-42 “…será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil”; Marcos 3:24 “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer”.
5.   Al olvidar mantener la Janukía encendida, sin la luz del Dios viviente ni el aceite del Espíritu Santo, quienes me dan firmeza en los caminos escollados o difíciles. 2 Samuel 22:34 “Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas”; Salmo 119:105 “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino”.
6.   Cuando amamos más al mundo y sus deleites que a Dios. Convirtiéndose en impíos, idólatras, fornicarios, llenos de una luz de tinieblas. 1 Samuel 2:9 “El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza”.
7.   Al dejar de cumplir los votos de anunciar el evangelio de la paz por la maldad, rebeldía, pereza o procrastinación espiritual que hay en nosotros, creyendo que tenemos tiempo de sobra, postergando la instrucción del Señor de ¡Id y Haced!; Nahúm 1:15 “He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz. Celebra, oh Judá, tus fiestas, cumple tus votos; porque nunca más volverá a pasar por ti el malvado…”; 2 Corintios 6:2 “…He aquí, ahora es el tiempo propicio; he aquí, ahora es el día de salvación”; Romanos 10:15 “¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!”.
¿DÓNDE EL SEÑOR QUIERE PONER NUESTROS PIES?
1.   Sobre tierra santa, tierra fértil donde damos fruto y nos gozamos de estar cara a cara con Él. Éxodo 3:5 “…quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”.
2.   Dentro del lavatorio del tabernáculo personal, en su altar para que nuestra maldad e inmundicia diaria sea lavada para traer vida. Éxodo 30:20-21 “Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones”; Juan 13:8 “Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”.
3.   Frente a la adversidad para probar nuestra fe, para tener la confianza plena en Él. Josué 3:13 “Y cuando las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de arriba se detendrán en un montón”.
4.   En sus caminos de conversión, para que nunca caigamos por las piedras de tropiezo ni el lazo de nuestros enemigos: el mundo, la carne y satanás. Job 23:11 “Mis pies han seguido sus pisadas; Guardé su camino, y no me aparté”; Salmo 25:15 “Mis ojos están siempre hacia Jehová, Porque él sacará mis pies de la red”.
5.   Sobre la peña, la roca del Cristo, la que endereza mis pasos y me hace caminar correctamente. Salmo 40:2 “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos”; Mateo 15:30 “Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó”.
Oremos: Padre de los cielos, puedo discernir en el espíritu que he cometido tantos pecados, errores, torpezas en contra tuya y tengo tanto que pedir perdón por haber metido muchas veces la pata; Señor vergüenza tengo, y vengo a este tabernáculo personal a que me laves con tu amor y misericordia; gracias mi Dios porque puedo venir confiadamente, con un corazón contristo y humillado a suplicar por tu Espíritu, trae a mi: conversión, testimonio y santidad. Quiero caminar con tu luz, se lumbrera para mis pies, endereza mis pasos y no permitas que caiga en los lazos del enemigo, que su red no me atrape; Hoy quiero vestirme de santidad, quiero que mis vestimenta sean lavadas con la sangre que derramaste en la cruz, porque me siento indigno, como puedo amarte, si he dejado de amar a mis semejantes, no me condolía de sus necesidades, solo pensaba en mí, se me había olvidado que tú me amaste primero y mandaste a tu preciado hijo a morir por mí en la cruz, una muerte que merecía por el horror de mis pecados. Gracias Señor, por tu inmenso amor, no podre nunca pagar tu sacrificio. Espíritu Santo manifiéstate en mi vida, inquieta mi espíritu para que te busque día y noche, que tu fuego consumador encienda mi janukía, mi vida y pueda resplandecer tu luz en este tabernáculo que es mi cuerpo, que pide a gritos tu presencia. Gracias mi Señor, porque siento que escuchas mis oraciones. Ahora en tu nombre bendigo a toda persona que lea esta palabra, pon sus pies sobre la peña y que nunca caiga en el resbaladero, guarda sus caminos y siembra en su corazón tu palabra, Hijo de Dios se bendito en el nombre de mi Padre Santo. Amén.

martes, 4 de diciembre de 2018

JANUKÁ, ALIMENTANDO LA HOGUERA



Januká es una celebración judía cristiana, también llamada la Fiesta de las Luces, tiene su origen justo después que recobraron su independencia al derrotar a los helenos (griegos), entre los años 164 al 63 a.C., dando paso a la purificación del templo, el cual había sido profanado con íconos paganos. Es aquí cuando ocurre el milagro de la luz, era necesario encender el Menorá, el candelabro del Templo, durante ocho días consecutivos por lo del nuevo comienzo, para ello era necesario una considerable cantidad de aceite, pero sólo alcanzaba para un solo día, y gracias al poder de Dios este permaneció encendido por los ochos días sin ser recargado, como el mismo fuego de la zarza que ardía sin ser consumida y no consumió a Daniel en el horno de fuego, por la presencia de Dios manifestado Padre, Hijo y Espíritu.

Por eso se construyó, a martillo y en una sola pieza, un candelabro de nueve brazos llamado Janukía, el cual conmemora este hecho que tiene una significación espiritual profunda, que será revelado en su momento a quien se meta con el Señor; La Janukía tiene un brazo por cada uno de los días, más un brazo central que es el fuego purificador de Dios, representado por las nueve manifestaciones del Espíritu de Dios empezando por el Amor de Dios como eje del medio, seguidamente del gozo, paz, paciencia, fe, mansedumbre, benignidad, bondad y finalizando con la templanza.

El Fuego de Dios se ha manifestado y se manifestará de muchas maneras, y en conmemoración del Januká en está solemne fiesta discerniremos sobre de la Hoguera de Dios:

Cantar de los Cantares 8:6 dice: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Duros como el Seol los celos; Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”; hay una hoguera que está sellada en nuestro ser con celo y amor de parte de Dios, cuando decidimos dar el paso de ser sus hijos, que se debería manifestar en gloria a cada momento de nuestras vidas con la llama fuerte del Cristo vivo; Isaías 10:16 “…debajo de su gloria encenderá una hoguera como ardor de fuego”; sin embargo en muchos “cristianos” no se ve. Entonces ¿Qué está ocurriendo, por qué la gloria de Dios no se manifiesta en nuestras vidas? Porque falta un elemento importante que el Señor añade, que será revelado a continuación y pídale entendimiento a Dios:

CÓMO ESTÁ CONFORMADO LA HOGUERA DE DIOS:

1.   Con las Brasas del fruto del Espíritu Santo: El combustible manifiesto en su presencia, el aceite que dará lugar a la revelación de la llama, es el guía en mi oscuridad, el que me redarguye y hace mantenerme en comunión, a través de la oración, alabanza y adoración. 1 Samuel 16:13 “…tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David.”; Hechos 2:3-4 “Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
2.   La llama del Cristo vivo: es la palabra hecha verdad que oxigena mi vida, da gracia, luz resplandeciente, me encamina hacia la vida eterna, trae consigo el regalo de la salvación. Juan 8:12 “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
3.   El Fuego de Dios: El poder soberano y creador del Padre, el consumador de mi vida, la fuerza y energía manifiesta, el que da ardor o calor a mi ser desde la concepción de mi embrión. Hebreos 12:29 “porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

Estas tres son suficientes, pero por pura misericordia el Señor agrega una cuarta:

4.   La Leña: Que se ha de consumir, el corazón convertido de sus hijos, es la disposición del barro maleable para el alfarero, la piedra hecha polvo, la permanencia de mí ser en su presencia, que añade santidad y aprobación a mi vida. Sin la leña del corazón convertido se aparta la Hoguera gloriosa de nuestras vidas porque apagamos las brasas, la llama y el fuego de Dios al no querer menguar y someternos a su potestad. Proverbios 26:20 “Sin leña se apaga el fuego…”; Juan 3:30 “Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya”; Malaquías 1:6 “…Si, pues, soy yo Padre, ¿dónde está mi honra? y si soy Señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros,…”; 1 Tesalonicenses 5:5 “Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas”.

¿CUÁNTOS TIPOS DE HOGUERAS HAY?

1.   La Hoguera Celestial (Resplandeciente): Es aquella que posee mucho fuego, de altos niveles del Cristo manifestado y la presencia Espíritu Santo, donde se purifica y refina el oro del corazón convertido.
2.   La hoguera carnal (Tinieblas): Con bajo nivel de fe en Cristo, contiene una gran cantidad de partículas de incredulidad, mundo, corrupción e impiedad, falto de conversión, que al pasar por las brasas del Espíritu Santo su resplandor es opaco, lleno de tinieblas. Lucas 11:35 “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas”.
3.   La Hoguera Celeste (Oscuridad): Una llama adulterada, llena de religiosidad, tratada a conveniencia, repleta de iniquidad y muerte. 2 Corintios 11:14 “…porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”. 
4. Hay una cuarta Hoguera que es donde irán a parar los que no estén inscritos en el libro de la vida, que es la Hoguera del Lago de Fuego, donde Dios hará justicia para castigar a aquellos árboles que no dieron frutos. Apocalipsis 20:15 “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.

Es necesario que el Señor consuma mis cardos y espinos con su Hoguera, a través de la conversión, es necesario que alimentemos la Janukía de nuestras vidas con el aceite, con la presencia del Espíritu Santo y que se mantenga la llama encendida, se levante así un nuevo comienzo cada día en el Señor, para que la gloria de Dios se manifieste siendo campo fértil de victoria; que la luz que emane nuestro corazones sea la de Jesucristo y a través del poder de Dios de su fuego abrazador, consumidor de toda maldad, prenda a otros con testimonio santo, limpio y puro en revelación, exaltando al Dios vivo que habita en este tabernáculo llamado cuerpo. Isaías 10:17-19 “Y la luz de Israel será por fuego, y su Santo por llama, que abrase y consuma en un día sus cardos y sus espinos. La gloria de su bosque y de su campo fértil consumirá totalmente, alma y cuerpo…”. Apocalipsis 22:5 “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”.

Oremos: Señor gracias te doy porque tú eres el fuego abrazador que enciende mi vida, tú consumes, purificas y revelas todo lo que hay dentro de mí. Gracias porque algún día traerás luz resplandeciente sobre mi rostro y podré ver abierto los cielos como lo vio Esteban que a pesar de su adversidad, que se encontraba en valles de muerte, no perdió su mirada en ti y contemplo tu gloria; Señor llévame a contemplar tu gloria, quiero encender mi Janukía con tu Espíritu, Manda el poder de tu Fuego consumidor hasta que no queda nada de mí, y que pueda decir: ¡Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí! Padre de los cielos, a ti sea el honor, la gloria y la alabanza, en nombre de tu amado hijo amado bendigo a mi hermano y mi hermana, revélate a sus vidas y que ellos puedan decir hoy conmigo gracias Señor, gracias Señor por esta hermosa palabra, gracias por que ahora mis ojos ven tu luz, la llama de Cristo vivo que arde en mi corazón por pura gracia. Bendito seas mi Señor. Amén