Hay muchas formas de esclavitud, en
el pasado, la esclavitud era una forma particular de relación social donde una o
grupos de personas (esclavas) eran propiedad de una u otras personas (amo, señor o reino), por lo general, era por la fuerza; en donde las naciones fuertes sometían
a servidumbre, trabajos forzados y crueles maltratos a pueblos enteros que
habían sido derrotados en guerras o por necesidad. Extrapolando esta situación
a los tiempos actuales, existen otros tipos de esclavitud tales como: esclavitud laboral, monetaria,
alimentaria, religiosa, tecnológica, sexual, emocional, psicológica, corporal, animal,
terrenal, diabólica, por ignorancia, manipulación o por tradición, entre muchas
otras.
Muchos cristianos por tener un
corazón incircunciso, pueden ser esclavos de ciertas potestades, sin darse
cuenta; entendiendo que existe un prepucio espiritual que hay que cortar de
nuestras vidas con esfuerzo para poder avanzar a la tierra prometida, a la eternidad con la ayuda de Dios.
Por ejemplo Josué, aprendió que quién seca el mar de la adversidad y quita los obstáculos que se presentan en el camino es el Señor, a pesar de poder de los enemigos que nos acechan; esto, siempre y cuando, se este dispuesto a romper con las cadenas de esclavitud que nos tienen atados a los deleites, deseos ilusorios y ciertos privilegios que nos hacen permanecer en nuestro Egipto terrenal. Josué 2:10 “Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido”.
Para ser purificados y
perfeccionados, en el Señor, hay que librar ciertas batallas con ciertas
infiltraciones religiosas, sociales, económicas (mundanas) que no nos permiten
seguir avanzando, y luego de derrotadas debemos glorificar a Dios, presentando
ante su presencia lo más precioso de nuestro ser, lo que fue despojado del mal,
el botín arrebatado del maligno. Es en este momento cuando se me tiene que
revelar quién es Dios para mí; que a pesar de soy tierra árida y desértica, que
no doy frutos, un oasis terrenal, sin nada que beber o comer en espíritu, y
aunque mis acciones no lo glorifiquen, Él sigue siendo mi Dios por encima de todas las cosas. Josué 2:11 “Oyendo
esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno
por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos
y abajo en la tierra”.
Sin embargo, para ver sus maravillas
y manifestaciones, en espíritu, es necesario santificarse a través de la
circuncisión del corazón, morir a la carne, naciendo de nuevo en medio de las
circunstancias de mi desierto terrenal, viviendo como hijos de luz en el camino
oscuro; por eso, cada vez que vamos a emprender una acción guiada por el Espíritu
Santo, debemos circuncidarnos en espíritu por segunda vez y esperar su
sanación, y entender que, no por correr apresuradamente llegaré más rápido, sino que todo
tiene su tiempo. Josué 3:5 “Y Josué dijo al pueblo: Santificaos, porque Jehová
hará mañana maravillas entre vosotros”; Josué 5:5 “Pues todos los del pueblo
que habían salido, estaban circuncidados; mas todo el pueblo que había nacido
en el desierto, por el camino, después que hubieron salido de Egipto, no estaba
circuncidado”.
Cada vez que el Señor se ha
manifestado con poder, ha demandado de su pueblo una circuncisión en espíritu,
lo hizo con Abraham cuando se le presentó e hizo su pacto, con Moisés al hacer
la circuncisión de su primogénito para liberar al pueblo de Israel del yugo del
Faraón y salir al desierto, sin embargo la segunda circuncisión se la ordenó a
Josué antes de arrebatar la tierra prometida.
¿QUÉ ES LA SEGUNDA CIRCUNCISIÓN?
a. La Segunda circuncisión representa una señal,
que indica que todo hijo de Dios, está guardando el pacto de gracia, el pacto
de gloria del Señor. Génesis 17:9-10 “…En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y
tu descendencia después de ti por sus generaciones. Este es mi pacto, que
guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será
circuncidado todo varón de entre vosotros”.
b. La circuncisión más que física o religiosa, el
Señor, la quiere en Espíritu, aquella que provenga desde lo más profundo de mi
ser (del corazón), donde me desposo como esposa al esposo, es decir, me uno al
Señor, decido consagrarme a Él, esforzándome en la salvación, santificándome, vivificándome,
purificando mi alma, humillándola y sometiéndola a su voluntad, en conversión
revelada, la cual aplica a cada momento de mi vida y cuando sea dispuesto por
el Señor: Josué 5:2 “En aquel tiempo Jehová dijo a Josué: Hazte cuchillos
afilados, y vuelve a circuncidar la segunda vez a los hijos de Israel”; Éxodo
4:26 “…Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión”; Hechos 15:1 “…Si
no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos”.
c. Cuando existe la circuncisión continua del
corazón; el Señor gozoso nos llamará por nuestro nombre de los cielos y nos anunciará: santo “varón”;
Lucas 2:23 “…será llamado santo…”.
d. El testimonio de un santo en espíritu es
cuchillo que circuncida a muchos corazones, en especial a quienes no creen o al
cristiano incrédulo; el Espíritu Santo con la espada desenvainada lo
convence, sacándolo de los caminos de tinieblas en donde se han sumergidos.
Muchas veces, estos impíos viven espiando ocultamente al circunciso para
señalarlo o juzgarlo, condenándose a ellos mismos, sin embargo es procura hacer lo que el Señor ha ordenado y sufrir el oprobio.
¡BASTA YA! EL QUE TENGA OÍDOS QUE OIGA, EL QUE TENGA OJOS QUE VEA
1. Basta ya de engrosar el corazón, es hora de
romper el prepucio del corazón, convirtámonos. Isaías 6:8-10 “Después oí la voz
del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces
respondí yo: Heme aquí, envíame a mí. Y dijo: Anda, y di a este pueblo: Oíd
bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón
de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus
ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya
para él sanidad”.
2. Basta ya de hacer abominaciones contra el Señor,
dejemos la rebeldía, ya no invalidemos más el pacto de gracia del Señor con
nuestro pecado. Ezequiel 44:6-7 “Y dirás a los rebeldes, a la casa de Israel: Así
ha dicho Jehová el Señor: Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de
Israel; de traer extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de
carne, para estar en mi santuario y para contaminar mi casa; de ofrecer mi pan,
la grosura y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas vuestras
abominaciones”.
3. Basta ya, no permitamos que el Señor nos diga
incrédulo, falto de fe, consagrémonos al Señor y dispongamos nuestro corazón, santifiquémonos.
Marcos 9:19 “Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta
cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?...”.
Oremos: Señor, perdona mis ofensas, me he resistido tanto a vivir
en santidad que tengo vergüenza ante ti, hoy reconozco que no he circuncidado
mi corazón, perdóname Padre de los cielos; salí de la esclavitud del malo, para
caer bajo la potestad de mi maldad, me dejado vencer por mi alma, porque no me
he esforzado lo suficiente; Es fácil entender lo que es la circuncisión, pero
en realidad no se me había revelado, ya entendí que sin santidad nadie podrá
verte, por eso el profeta Isaías tuvo temor cuando te vio sentado sobre tu trono,
y dijo: “¡Ay de mí! Que soy muerto”;
porque no estaba preparado para verte, estaba lleno de inmundicia; sin embargo
tú, con tu amor y misericordia, con el fuego encendido de tu Espíritu, lo
tocaste para conversión, lo enviaste para llevar tus palabras, lo usaste en su
condición para levantar tu obra, porque no es por voluntad humana, sino por tu
poder y gloria. Gracias Señor, porque tienes tu espada desenvainada, realiza el
corte que has de hacer en mí, circuncida mi corazón, ya no quiero ser
cometiendo abominaciones en contra tuya, bendice Señor mi vida con tu presencia
y sigue limpiando mi ser hasta llegar a ser digno de estar en tu presencia.
Maravilloso y exaltado sea mi Rey, mi Señor Jesucristo. Amén