En estos días de Pandemia, hemos tenido en la casa muy mala señal de cable, y sin exagerar mi esposa y yo enviamos en el último mes, no menos de tres mensajes diarios a la compañía que provee este servicio, ya sea por llamada telefónica, texto, correo electrónico o whatsapp, con la finalidad de que nos solucionaran el problema y mal servicio; muchas veces la empresa nos respondía pero ¿En qué estamos fallando? ¿Envíenos su reporte?, excusa tras excusa, eso sí lo que nunca fallaba era el cobro; Tanto fue nuestra insistencia que por fin logramos que nos atendieran al llamado y nos solventaran la “necesidad familiar”, era lógico que si estamos pagando una cuota muy alta por el servicio, lo menos que esperamos es que fuese de calidad, fuese solucionada y solventada dicha falla, y con atención inmediata porque era el deber de la empresa y era nuestro derecho como usuario, ¡verdad!
Pues, con esa misma actitud crítica, quiero que abra sus ojos y oídos espirituales, ahora prepárese para la enseñanza de hoy, porque seguramente trastocará nuestra forma de pensar, porque nosotros somos exigentes con los demás, pero con nosotros mismos somos descuidados, distraídos y negligentes en muchas oportunidades, sobre todo en lo que respecta a nuestra vida espiritual, y si no lo cree, vamos a mirarnos en el espejo de la palabra, que devela realmente quienes somos, comencemos:
Qué pasaría si hoy, el Señor se nos presentará a poner su reclamo en nosotros, por nuestra falta de amor, por nuestra infidelidad y deshonra, por la falta de confianza y queja, por la poca atención y menosprecio, por la sosa oración, la desobediencia, y el servicio que le estamos dando a la obra, además del cansancio y poca perseverancia en sus caminos, estaríamos preparados para atenderlo; revisemos las posibles respuestas o justificaciones que tendríamos para darle:
a. ¿En qué nos amaste? ¿Dónde está la misericordia? Sobre todo en estos tiempos de pandemia (Malaquías 1:2).
b. ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? (Malaquías 1:6).
c. ¿En qué nos hemos portado deslealmente? (Malaquías 2:10).
d. ¿En qué te hemos deshonrado? (Malaquías 1:7).
e. ¿En qué te hemos cansado? ¿Qué hemo
f. ¿En qué hemos de volver? (Malaquías 3:7).
g. ¿En qué te hemos robado? (Malaquías 3:8).
h. ¿De qué me aprovecha que guardemos tu palabra, si vivo afligido? (Malaquías 3:14).
i. ¿No tenemos todos, un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué él sí y yo no? (Malaquías 2:10).
j. ¡Qué fastidioso es esto! (Malaquías 1:13).
Las repuestas serían obvias, pero para nosotros es mejor ignorarlas y evitarlas, ya que son más los que se quejan de las circunstancias y el padecimiento, que el que es fiel y perseverante en el Señor, preferimos apegarnos a la mayoría, que ser y hacer la diferencia, como pasó en el desierto con el pueblo de Israel antes que Dios acabará con la generación perversa que salió de Egipto; ahora detengamos unos minutos, meditemos y reflexionemos a cerca de lo que el Señor nos reclamaría si su misericordia no fuera para siempre:
LO QUE SEÑOR NOS
RECLAMA POR:
a.
El
amor que le estamos dando; por nuestra parte queriendo justificar decimos: ¿En
qué nos amaste?, nosotros, cual Jacob, hemos sido hijos mentirosos, pecadores,
llenos de ira y soberbia desde el principio, hemos hecho iniquidad contra Él y
en contra de otros, sin embargo Dios nos ha amado desde siempre, y pagó con la
cuota más alta, la muerte de su Hijo, para darnos vida eterna y salvación. Pero
nosotros en nuestra soberbia decimos que no, entonces queremos edificar sin su
presencia. Malaquías 1:4 “Cuando Edom dijere: Nos hemos empobrecido, pero
volveremos a edificar lo arruinado; así ha dicho Jehová de los ejércitos: Ellos
edificarán, y yo destruiré; y les llamarán territorio de impiedad, y pueblo
contra el cual Jehová está indignado para siempre”; Apocalipsis 2:4 “Pero tengo
contra ti, que has dejado tu primer amor”. Pues es hora de volver al Señor, de
edificar y construir en su presencia, nada de lo que hagamos, sin Él, se
levantará sino quedará ruinas, es tiempo de convertirnos y vivir en santidad,
no esperemos que el Padre se indigne de nosotros como sus hijos y seamos
desechados en el desierto.
b.
El
menosprecio de su nombre; y nosotros replicando: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?, en que nos hacemos llamar
hijos de Dios, siervos, hijos del Altísimo, príncipes y sacerdotes, pero no le
damos la honra ni el temor que le corresponde, lo deshonramos con nuestros
testimonio, pensamientos y alejamiento de la Iglesia, del cuerpo de Cristo. La
palabra dice en Juan 15:4-5 que: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque
separados de mí nada podéis hacer”; una persona que menosprecia el nombre del
Señor le es indiferente el testimonio que está dando, sólo le importa sus
intereses y complacer su carne, sus deleites, sin importar si pisotea o no la sangre
de Cristo. Entonces, empieza un peregrinar por sendas de tinieblas y oscuridad
que lo van llevando lentamente a su destrucción sin darse cuenta, porque el
pecado entenebrece el entendimiento. El alejamiento o desprendimiento del
cuerpo de Cristo, no solamente es físico, sino también espiritual, sobre todo
cuando no permanecemos en su presencia y maltratamos los otros miembros, nos
alejamos cuando no nos sometemos ni sujetamos de la palabra, a los mentores o
líderes que dan testimonio de Cristo, y aún aquellos que han sido delgados para
llevar las riendas de los ministerios, porque el Señor es quién levanta la
obra, Él tiene el control de todo y guardará cada oveja para que nadie se
gloríe, pero es necesario que nosotros eliminemos nuestros pensamiento de
maldad, contienda e impiedad, y empecemos a dar honra como hijo y como siervo,
porque separado de Dios y nada podemos hacer.
Malaquías 1:6 “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Sí, pues,
soy yo Padre, ¿dónde está mi honra? y si soy Señor, ¿dónde está mi temor? dice
Jehová de los ejércitos a vosotros…”.
c. La
infidelidad; entonces decimos: ¿En qué
nos hemos portado deslealmente?, cuando rompemos el pacto de gracia,
prefiriendo las cosas del mundo más que el Señor, haciéndolas nuestro dios,
somos infieles, sobre todo cuando prevaricamos y hacemos que estás cosas ocupen
el primer lugar en nuestras vidas, profanando el lugar santo, el trono que Él
debería ocupar; asimismo cuando repudiamos, hablamos, criticamos, juzgamos o
condenamos al hermano, a la esposa o el esposo, también lo hacemos con el
Cristo que vive en ellos, aunado a que hacemos juicio también contra aquel que
le dio la autoridad para ser cabeza de hogar o
ayuda idónea; usted y yo sabemos que posiblemente ese hermano o pareja
no es un ejemplo de santidad y fidelidad, pero tampoco nosotros lo somos;
entonces el Señor pudiera preguntar ¿Dónde está la misericordia hacia los
demás, la misericordia que te di a ti cuando estabas perdido? Medite, no se
escude en su soberbia, al decir que: ¡Yo no soy pendejo, ni tonto! En lo
particular, yo prefiero pasar por tonto ante los hombres y no pecar de juicio
ante Dios; no nos olvidemos que ambos andamos en caminos de perfección,
buscando llegar ser igual al varón perfecto, Jesucristo; entonces, en vez de
asumir esa conducta errónea abominable para el Padre, deberíamos apoyar a los
que andan en mal camino en oración, amor y misericordia, mucho más que en otras
cosas, porque de eso se trata la fidelidad, que a pesar de ser los demás
infieles con nosotros, ser fieles a ellos como Cristo fue fiel con nosotros al
subir a la cruz; hay muchas cosas que serán buenas para los ojos del mundo pero
no para los ojos de Dios, mosca con lo que pensamos, hacemos, sentimos y
decimos, porque Dios conoce nuestro corazones. Aprenda a discernir en Espíritu,
entre lo bueno y malo, no seamos tercos ¡Oremos! Malaquías 2:16 “Porque Jehová
Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad
su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu,
y no seáis desleales”; Romanos 14:10 “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O
tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos
ante el tribunal de Cristo”.
d.
Su honra; sin embargo preguntamos: ¿En
qué le hemos deshonrado?, en lo que le estamos presentando, la palabra dice
en Romanos 12:1 “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de
Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su
cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”, si usted es un hijo que
no se presenta como sacrificio vivo, santo y agradable al Señor, de una manera diligente,
con una actitud reverente, llena de obediencia y humildad en cuerpo, alma y
espíritu, usted y yo lo estamos deshonrando; ya que presentamos un pan inmundo,
un incienso maloliente, un sacrificio imperfecto, ciego, cojo, enfermo o malo,
quizás tenga intenciones oscuras o traiga sus “buenas” intenciones pero no se
ajustan a la voluntad del Padre; recuerde que el Señor no puede ser burlado;
aún si pensamos que la palabra, la meditación o la alabanza, que son parte de
la mesa del Señor, es despreciable o tiene detalles porque la hizo o dijo tal o
equis persona, en eso también lo deshonramos. Malaquías 1:7 “En que ofrecéis
sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que
pensáis que la mesa de Jehová es despreciable”. Cuídese de lo que dice o
piensa, la palabra dice en Filipenses 4:8 “Por lo demás, hermanos, todo lo que
es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza,
en esto pensad”, hagámoslo, no vaya hacer que por eso seamos desechados de las
bodas del cordero, por no tener las vestiduras dignas para permanecer en la
presencia del Señor, el Esposo. Habacuc 2:16 “Te has llenado de deshonra
más que de honra; bebe tú también, y serás descubierto; el cáliz de la mano
derecha de Jehová vendrá hasta ti, y vómito de afrenta sobre tu gloria”.
e. Por el
cansancio y nuestras palabras; nosotros refutando de la siguiente manera: ¿En qué te hemos cansado? ¿Qué hemos
hablado en contra tuya?, en lo que decimos diariamente, por la gran cantidad
de oraciones en la carne que hemos hecho, por la maldad de nuestro corazón y por
lo que hacemos; la palabra explica en 1 Juan 4:20 lo siguiente: “Si alguno
dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama
a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”;
en esto cansamos al Señor, en que decimos que amamos a otros y lo que hacemos
es escarnecer su vida, dejándonos llevar por nuestra maldad, la semilla de
amargura, la espina clavada, Malaquías 2:17 complementa diciendo: “Habéis hecho
cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En
que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace;
o si no, ¿dónde está el Dios de justicia?”, entonces donde está la
misericordia, el amor, la piedad, el perdón hacia los demás. El Señor nos
exhorta a guardar nuestra boca, pensamientos, actitudes, sobre todo a guardar
nuestro corazón, si queremos seguir siendo aceptos al Señor; renunciemos a todo
lo que nos aparta de su presencia y alabemos al Señor en Espíritu y verdad. 1
Pedro 4:11 “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno
ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios
glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos”.
f. Por
qué no queremos volver; diríamos ¿Si no
me he ido de la iglesia? ¿En qué hemos de volver?, No hay peor ciego que el
que no quiere ver, hay muchas maneras de apartarse del Dios, cada uno de
nosotros sabemos en qué demos volver al Señor, arrepiéntase de corazón mientras
pueda hacerlo, el tiempo de gracias se acaba, ya las señales de los últimos
tiempos se hacen cada día más evidente, es hora de poner la mirada en Cristo,
el autor y consumador de nuestra fe, después de muerto ya no hay nada que hacer,
solo esperar la voluntad de Padre, la justicia no se dejará de cumplir, tendremos
que ir a dar cuentas por nuestro pecado, y más por haber pisoteado y
menospreciado la sangre de Cristo; no tente al Señor, porque su justicia no
será quebrantada, mucho más si pecamos con conocimiento de la verdad. Oseas
14:1 “Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído”.
g. El robo; ¡Uf!, como así; ¿En qué te hemos robado?, la palabra
habla de los diezmos y las ofrendas; un tema muy espinoso para todos, aún más
para quienes los administran; sin embargo que pasó con el botellón de agua
potable que cambiaste dejando el más deteriorado ya lo devolviste, el plato, el
vaso, el papel sanitario, la biblia, el pen drive, el destornillador, el dinero
que pediste prestado; sin hablar del tiempo, cuanto tiempo le has robado al
Señor, como está nuestro tiempo de lectura de la palabra, de oración,
meditación, servicio, evangelización, discipulado, o es que piensas que todo es
internet, la familia o el grupo social de la Iglesia, que paso con la mies, a
veces sí y a veces no, evaluémonos, dejemos la frialdad, el Señor te anda
reclamando por este servicio, así como nosotros exigimos a la empresa de Cable.
Qué pasó con el prójimo, qué pasó con el pago justo del empleado, la señora de
la limpieza, a la que te cocina, al jardinero, al mecánico, si eres comerciante,
trabajador independiente o emprendedor estas usurando con los precios, pues de
todo lo que siembres eso recibirás. Quien robe a otro, le roba al Señor, le
roba la paz, el amor, le roba la bondad, la benignidad, la mansedumbre y la
templanza, lo hace ser desconfiado e incrédulo. Proverbios 28:24 “El que roba a
su padre o a su madre, y dice que no es maldad, Compañero es del hombre
destruidor”; Miqueas 6:10-14 “¿Hay todavía alguien en casa del impío {con}
tesoros de impiedad y medida escasa {que es} maldita? ¿Puedo justificar
balanzas falsas y bolsa de pesas engañosas? Porque los ricos {de la ciudad}
están llenos de violencia, sus habitantes hablan mentiras y su lengua es
engañosa en su boca. Por eso yo también {te} haré enfermar, hiriéndote, asolando
{te} por tus pecados. Tú comerás, pero no te saciarás, y tu vileza estará en
medio de ti. Apartarás, pero nada salvarás, y lo que salves, yo lo entregaré a
la espada”.
h. No
guardar la palabra; entonces nosotros queremos justificar diciendo ¿De qué me aprovecha que guardemos tu
palabra, si vivo afligido?, Nadie por lo general se acuerda de la maldad
que ha sembrado y después pregunta por qué me ocurre esto o me ocurre aquello,
Gálatas 6:7 dice textualmente “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues
todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”, revisemos que hemos
sembrado y obtendremos la repuesta de por qué nos ha sobrevenido tanta aflicción,
tanto dolor y sufrimiento, discierna si es una prueba del Señor o resultado de
nuestro pecado; póngase a cuentas con el Señor y descanse en su presencia,
reciba humildemente de la disciplina o el castigo, eso también ayuda a probar
nuestra fe. Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas
les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
i. Nuestras
quejas; pero una vez más decimos: ¿No tenemos todos, un mismo padre? ¿No
nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué él sí y yo no?, la paz y la paciencia
son características del fruto del Espíritu Santo, la queja es síntoma de que no
poseemos tales características o no le hemos cedido el control de nuestras
vidas al Espíritu de Dios; por eso la palabra dice en Filipenses 2:14 “Haced
todo sin murmuraciones y contiendas”, con un fin específico para que seamos
hijos irreprensibles y sencillos, sin mancha en medio de esta generación que ha
sido tan maligna y perversa, es necesario que nosotros seamos la luz y
la sal de mundo, a través de nuestro Señor Jesucristo, es importante que estemos
agarrados de la palabra, para no caer en tentación y podamos mantenernos firmes
y ser vencedores y cada prueba, fortalecidos con la armadura de Dios. Por eso
es necesario que cambiemos nuestra queja por alabanza y demos gracias por todo,
adquiramos entendimiento y sabiduría para que el Señor se mueva a
misericordia y nos entregue la bendición que tiene preparados para los que le
aman, porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus utilidades
mejor que el oro fino. No nos quejemos por lo que el impío prospera o la
bendición del malvado, miremos al Señor y aprendamos a recibir con gozo la
medida buena, apretada y remecida, para que rebose de nuestro corazón la paz y
la paciencia del Señor que es la mayor riqueza que podemos tener.
j. La falta de temor santo, que es la actitud
hacia las cosas santas; seguramente muchos hemos dicho, pensado o insinuado: ¡Qué
fastidioso es esto! ¡Qué simple es esto! ¡Qué común!, pues esta es la forma
con que respondemos a su sacrificio, a su pago en la cruz, olvidando que con la
misma vara que medimos será utilizada para medirnos, con la misma vara con que
perdonamos, así mismo el Padre nos perdonará, con la misma vara con que hemos
juzgado será la misma que recibiremos en el día del juicio; por eso es hora de
poner la mirada en los cielos, ponerse a cuentas, arrepentirse de su actitud
irrespetuosa, si quiere medir, mida su compromiso, dedicación, verdadera
firmeza que tiene en el Señor y no caiga en una actitud de rebeldía y falta de
temor por lo que Dios ha hecho o ha limpiado, no pretendamos ser más santos que
los demás, pues sólo el Señor es Santo; Números 21:5 “Y habló el pueblo contra
Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en
este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este
pan tan liviano”; Hechos 11:9 “Entonces la voz me respondió del cielo por
segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”, Hechos 10:15 “Y volvió
la voz hacia él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo ensucies”; Dios nos
guarde de ensuciar lo santo, llenarlo de nuestro estiércol, cuide de mantener
sus vestiduras blancas, las que Dios ha limpiado.
REFLEXIÓN:
El
Señor fue a la cruz y pagó la deuda de vida que nosotros teníamos con el Padre,
producto de nuestro pecado, ahora Él tiene la potestad, y autoridad de exigir o
demandar obediencia por ese sacrificio; sin embargo, el espera que nosotros
voluntariamente lo hagamos, si no ha procedido a ejecutar su justicia es porque
ha prolongado su misericordia esperando un cambio en nosotros, por amor, pero
no abusemos, no vaya hacer que sea quitada su gracia sobre nosotros y tengamos
que asumir la deuda por menospreciar y pisotear su sangre.
El
Señor nos advierte en Apocalipsis 2:5 lo siguiente: “Recuerda, por tanto,
de dónde has caído {de dónde vienes}, y arrepiéntete {obedece}, y haz las
primeras obras {dignas de arrepentimiento}; pues si no {advertencia}, vendré
pronto a ti {A reclamar lo que me pertenece}, y quitaré tu candelero de su
lugar {la luz, la gracia}, si no te hubieres arrepentido {convertido}”,
entonces reflexionemos y convirtámonos, se acaba el tiempo y nosotros tan
negligentes y distraídos. Dios les bendiga