lunes, 14 de diciembre de 2020

¡EL COLMO DE LA HIPOCRESÍA!


Mateo 23:13 "Mas !!ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando".

Esta reflexión la escribí en el año 2014, y Hoy sigue teniendo vigencia para muchos porque de hipócritas está lleno el mundo, donde los primeros de la lista somos nosotros, leamos detenidamente:

Quiero reflexionar sobre una característica humana que seguramente muchos de los lectores lo evitarán porque nos lleva a meternos en aguas profundas, ya que es un tema por demás espinoso, y tiene que ver con una realidad virtual en la que estamos sumergidos muchos creyentes “cristianos” y que al confrontarnos puede llegar a desnudar y herir nuestra alma y corazón, inclusive a generar argumentaciones vanas por la gran cantidad de desviaciones doctrinales que hemos aprendido y adquirido en nuestro caminar diario y que no nos permiten ver la verdadera realidad que solo Dios conoce; es una doctrina que se encuentra sembrada en nosotros como semilla de mentira, idolatría y religiosidad, producto de ausencia y sujeción al Espíritu Santo, y que nos hace actuar erradamente y testificar de un dios que no es el Cristo vivo.

Comencemos por decir qué: Usted y yo somos unos mentirosos, ¡si unos mentirosos!, por muy duro que pueda ser esta afirmación, ¿Quién no es mentiroso?, el que diga lo contrario está engañándose a sí mismo. El famoso Homero (Poeta griego-VIII a.C.) decía: “Odioso para mí, como las puertas del Hades, es el hombre que oculta una cosa en su seno y dice otra”, en otras palabras el HIPÓCRITA. Son innumerables las veces que hemos actuado con hipocresía ante el Señor; cuantas veces le hemos dicho que le amamos pero a nuestra manera, ya que no queremos hacer lo que Él nos dice, eso es hipocresía por muy bonito que lo quiera adornar, sigamos indagando para tener la claridad de esta afirmación.

Observemos que dice la Web sobre la Hipocresía: "es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que no se tienen o no se siguen. La persona hipócrita finge cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente tiene o experimenta. La hipocresía en si es un tipo de mentira o pantalla de reputación. Puede venir del deseo de esconder de los demás motivos reales, o sentimientos. La hipocresía es simplemente la inconsistencia entre aquello que se defiende y aquello que se hace"[1], ahora ¿Qué dice?, será que no hemos fingido amor a Dios, al prójimo, a su obra, a los principios que predicamos, a los sentimientos que decimos tener, y a la hora de la verdad tiramos por la borda todo eso que llevamos años enseñando y aparentando, por falta de conversión real.

Hubo una vez un escritor francés llamado Rochefoucauld (1613-1680) que decía que: “La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud”, podríamos pensar que nosotros no tenemos nada de lo que hemos mencionado, no fingimos, no ocultamos nuestros sentimientos o no tenemos vicios y que son los demás los que lo tienen, sin embargo una vez Jesús le dijo a unos sacerdotes y escribas judíos: “Hipócritas… Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:7-8), pues pudiéramos argumentar que nosotros no somos fariseos, que los fariseos son los religiosos que viven bajo la ley y creen en Dios a su manera, a su conveniencia, sin embargo, existe un “pero”, Pedro exhortaba a los cristianos lo siguiente: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16), eso no era una recomendación era un mandato de Dios: “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios” (Levíticos 20:7).

Muchos de nosotros, los "hijos de Dios", vivimos en la carne, levantado obras muertas, hechas sin la presencia del Espíritu Santo, por eso echamos a perder la obra que el Señor hizo por todos nosotros, trayendo con esa actitud muerte y tinieblas a nuestras vidas, imaginémonos que nos colgamos del cuello a un muerto y tratáramos de caminar hacia adelante sin soltar esa carga, por muy grotesco que suene, la hediondez y la corrupción de ese cuerpo sin vida terminaría por contaminarnos de muerte, todo esto porque nos resistimos a vivir en santidad y limpieza solo porque vivimos aferrados a los malos deseos y placeres que el mundo nos da y que te llevan desear las cosas perecederas y no las eternas, lo más tremendo es que al llegar a nuestras iglesias parecemos lindos corderitos, incapaces de levantar la voz para que nadie se ofenda, pero en realidad somos unos lobos feroces, leones rugientes, unos zorros que vivimos dañando el viñedo, contaminando la obra del Señor, somos en pocas palabras unos HIPÓCRITAS, que ocultamos nuestra maldad con apariencia de piedad.

Shakespeare decía: “Dios os ha dado una cara y vosotros os hacéis otra”, todo hombre es sincero a solas; pero basta que aparezca una segunda persona cuando empieza la hipocresía, y todo esto es producto de que no se ha encontrado de verdad con el Cristo de gloria, no se ha convertido realmente.

Hay quienes somos tan falsos que ya no somos conscientes de nuestras palabras, es decir, pensamos justamente contrario a lo que decimos, no hay coherencia en lo que creemos, pensamos y hacemos, es más, hay tanta hipocresía que nuestra palabra ha perdido valor, y mucho más en estos tiempos, que necesitamos de un documento notariado para garantizar que se cumpla, y si una persona o un hermano se acerca con una actitud sincera, de verdadero amigo, nos parece que es cinismo o que nos quiere ridiculizar u ofender, por lo tanto lo desechamos, ya que nuestra maldad es tal que no nos deja pensar correctamente, producto lo que atesora nuestro corazón: incredulidad y pura “MENTIRA”, ya que eso hablamos y eso somos.

Hay quienes quedan esclavos de sus propias mentiras y cuando su hipocresía comienza a ser de muy mala calidad, su entorno social empieza a rechazarlo, a esquivarlo, a apártalo, ya que los cercanos no soportan las adulaciones, las sonrisas fingidas o las palabras vacías y necias que provienen de su boca, convirtiéndose en personas inaguantables, por eso ES HORA DE COMENZAR a decirse la verdad. Empecemos por Nosotros mismos, reconozca que ha sido un hipócrita: con sus familiares, amigos, conocidos, hermanos, esposa e hijos, pero sobre todo es un hipócrita con Dios, creyendo que al Señor lo vamos a poder engañar. 1 Corintios 5:11 “Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”.

El rey David decía: “Escudríñame, oh Jehová, y pruébame; Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón. Porque tu misericordia está delante de mis ojos, Y ando en tu verdad. No me he sentado con hombres hipócritas, Ni entré con los que andan simuladamente. Aborrecí la reunión de los malignos, Y con los impíos nunca me senté. Lavaré en inocencia mis manos, Y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová” (Salmo 26:2-6). A David no le gustaba la hipocresía, ni andar con los que disimulaban con apariencia, no se reunía con los de corazón malvado, ni con los que no mantenían una conducta santa, es decir aquellos impíos. Sin embargo, para mantenerse limpio y agradable al Señor él tuvo que caminar la verdad de Dios, reconocer que vivía por pura misericordia ya que él fue pecador y se arrepintió de corazón, permitió que el Señor lo examinara, le auscultara su vida y le echara una probadita espiritual, para ver si estaba salado de Dios, con la sal que purifica, sala y preserva, y a la cual somos llamados.

Voy a describir una lista de mentiras que decimos pensando que vamos a engañar a Dios:

1. “Yo no le hago mal a nadie”, “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Nosotros somos buenos, eso es fanatismo): Quien asevere tal afirmación es un atrevido y mentiroso, a menos que se convierta a Cristo o sea revelado por el Espíritu Santo y aun después de convertido, tener temor de Dios porque no hay ni uno solo justo, justo sólo Dios. (Romanos 3:10).

2. “Dios está conmigo”, “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes” (Malaquías 1:6a): lo decimos de los dientes para afuera, pero en realidad andamos en la tibieza espiritual, dañamos la obra con nuestro testimonio, siendo piedra de tropiezo a los bebes espirituales y a los del mundo, estamos montados en la ola donde nos dejamos llevar por cualquier corriente o doctrina, hipócritas espirituales. ¿Y qué comunión puede tener la luz con las tinieblas?, andemos pues con mucho atino no vaya a ser que la luz que hay en mi o en ti, sea tinieblas (Lucas 11:35; 2 Corintios 6:14).

3. “Yo amo a Dios”, “He entregado mi vida al Señor”: pero ante determinados intereses, decisiones, adversidades, compromisos o entrega en el espíritu, me olvido de Dios, simplemente justificamos que tenemos nuestras necesidades o que somos débiles en la carne y que todavía no estamos preparados ¡Hipócritas!! El amor no es interesado. Por eso Jesús decía: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

4. Y así como éstas, podemos hacer una lista larga pero tomaremos unos ejemplos donde me puedo ver reflejado: “Te serviré siempre mi Señor, cuenta conmigo”, “Nunca te dejaré”, “Nunca te negaré”, “Dios me ama así como soy, pecador: fornicario, avaro, idólatra, maldiciente, borracho o ladrón”, “Dios sabe lo que hago y por qué he pecado”, “Tú eres mi Señor”, “Tú eres primero en mi vida Señor”, “Yo alabaré y adoraré al Señor por siempre”, “Yo oro mucho y tengo comunión con Dios”, “Todo está bien, chévere, fino”, “Yo soy hijo del Rey”, pero al escudriñar nuestras vidas encontramos que:

  • No soy testimonio del Cristo, me niego a vivir en santidad, soy intransigente con quienes dirijo porque me lo he ganado. ¡Hipócrita!
  • En tarima soy el que mejor predica, alaba o dirijo, pero no quiero ser quien lave los manteles, quien coletee (lampacee), quien barra la iglesia y la calle del frente, quien cuide los carros de mis hermanos, quien limpie los baños o destape las pocetas. ¡Hipócrita!
  • Mi servicio me produce carga o mal humor ya que no me lo reconocen en la iglesia, quiero que me adulen y me exalten. ¡Hipócrita!
  • Vivo señalando a otros sus pecados y soy incapaz de ver los míos. ¡Hipócrita!
  • Oro mal, pidiendo para mis deleites, pidiendo por sanidad de la carne o pidiendo pura vanidad, pero no oro para adorar, alabar, glorificar o dar gracias a Dios por lo que Él es en mí. ¡Hipócrita!
  • Busco más un milagro que al mismo Cristo, no me quiero morir sin ver ninguno. ¡Hipócrita!
  • Me lleno de orgullo y soberbia creyéndome más espiritual que otros en vez de humillarme ante el Señor y pedir perdón al hermano que tanto pisoteé en el pensamiento y en el espíritu. ¡Hipócrita!
  • Me tiro al piso, grito o gimo delante de la iglesia y de los hombres pero en lo secreto, cuando debo buscar del Señor me duermo o distraigo con tonterías. ¡Hipócrita!
  • Externamente me veo muy espiritual pero internamente estoy lleno de ira, enojo, altivez, ignorancia, contienda, crítica, angustia, amargura, decepción o culpa. ¡Hipócrita!   
  • Me hago llamar hijo del Rey, del Rey de Reyes quien se despojó de su majestad para convertirse en siervo, lavándole los pies a una cuerda de pecadores e hipócritas (entre ellos Judas), y fue capaz de entregar su vida para salvar a aquellos que no se lo merecían, solo por amor; y en cambio nosotros no movemos ni un pie, nos conformamos con lo mínimo, no cumplo el rol al cual fui llamado, solo asistimos a la iglesia por apariencia o compromiso, a ver si pego una o para convertirnos en cristianos obesos espirituales, árboles sin fruto, semilla que no muere para resurrección.

Pues desnudemos nuestro corazón ante el Señor y pidamos perdón por tanta hipocresía durante años y arrepintámonos de corazón, dejemos que el quite ese muerto que nos hemos colgado del cuello y permitamos que el Señor sane las llagas que nos han salido por nuestra terca manera de vivir, liberémonos del cristianismo virtual que nos hemos encarcelado a través de nuestra carne y seamos cristianos espirituales.

Oremos: Señor no puede haber sanidad sino hay dolor, es vergonzoso desnudarme ante ti, sabiendo de mi corrupción espiritual, hoy me has revelado que he vivido muchos años engañado por mi alma, he querido hacer de mi vida un holograma cristiano que no te glorifica, solo complace mis deleites banales, gracias Señor por abrirme los ojos, reconozco que he estado metido entre la mentira y la hipocresía, no quiero seguir viviendo así, te pido Señor que sanes esas llagas que me han salido por estar cargando obras muertas que parecieran ser espirituales pero no lo son, ya no quiero ser un hipócrita delante de ti, ni de los demás, Señor un día me salpicaste con tu sangre y me hiciste santo y por mi terquedad me he desviado, te he defraudado, pero Señor no tengo a nadie a quien acudir, solo a ti, tú que eres grande en misericordia, por eso postrado ante ti te pido que me perdones y ayúdame a levantarme; solo, es imposible hacerlo, tu eres mi fortaleza, tu eres quien levanta mi cabeza, guarda Señor mis pensamientos, límpialos de mi maldad para que no cometa iniquidad, para que no peque yo contra ti. Quiero hacer tu voluntad sin hipocresía, con alegría y gozo, pon en mí un corazón sano, que ame lo bueno, lo santo, lo puro, que busque fervientemente estar en tu presencia y nunca se olvide que tú me amaste primero y me trajiste a tus pies para que te fuera fiel. Gracias Padre Santo. Te amo mi Rey. Bendito sea tu nombre. Amén.



[1] Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Hipocres%C3%ADa