Cuando vamos a
emprender cualquier actividad necesariamente si queremos obtener éxito debemos prepararnos,
en especial si vamos a luchar por nuestra vida espiritual; para ello debemos planificar,
empezando por establecer ciertas metas cortas que vayan sumando a la causa y
que nos lleven a la victoria final. La palabra en Lucas 14:31 dice “¿O qué rey,
al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si
puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?”; es
decir debo sentarme primero, antes de iniciar mi marcha, a planificar y
considerar a quién enfrento, con quién y qué cuento para alcanzar ese triunfo.
He visto muchas iglesias que se desgastan o viven estancados, atrapados en una moda de guerra espiritual, la cual está viciada o plagada de religiosidad, fe defectuosa, falta de discernimiento y firmeza en el
Espíritu que denota debilidad y desnudez espiritual, basados en una doctrina rudimentaria
que impide que tengan una relación sólida, firme, íntima y verdadera con el
Señor; sólo por estar sobre enfatizando sobre una lucha absurda contra satanás
y sus demonios que, sin menospreciar sus asechanzas, fueron derrotados por
Cristo en la cruz, quién nos libró de la potestad del mal y no nos pueden tocar,
pues eso entiendo de las santas escrituras: 1 Juan 5:18 “Sabemos que todo aquel
que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por
Dios le guarda, y el maligno no le toca”; Colosenses 1:13 “El cual nos ha
librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado
Hijo”; Efesios 6:13 “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y
habiendo acabado todo, estar firmes”.
Pero esto no ha
sido revelado a muchos porque vivimos en amistad con el mundo e inmersos en
nuestros pecados, lo que indica que realmente el principal enemigo somos nosotros
mismos, con las diferentes alianzas en especial las del espíritu, alma y cuerpo,
los cuales por andar en concupiscencia e inmundicia despreciamos el Señorío de
Jesucristo y nos sometemos a otras potestades como por ejemplo nuestra
carne; por eso la palabra hace ciertos énfasis en la conversión, el
arrepentimiento, en el esfuerzo y la firmeza, si es que queremos vivir de victoria en
victoria aunque las circunstancias digan lo contrario, para ello debemos nacer
verdaderamente en Espíritu y verdad. Hebreos 6:1 “Por tanto, dejando ya los
rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección…”; 2 Pedro
2:10-11 “y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en
concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces,
no temen decir mal de las potestades superiores, mientras que los ángeles, que
son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra
ellas delante del Señor”.
Muchos “cristianos”
viven constantemente en una guerra espiritual contra el mal tratando de hacer
uso de la “armadura de Dios” pero la gran mayoría fracasan porque realmente no
conocen al Cristo vivo en revelación sino con su sabiduría terrenal, animal y
diabólica inutilizan las armas que el Espíritu Santo les ha provisto y no se
preparan para una lucha de este calibre; lo que sí queda claro que, la única lucha
espiritual que hacemos en nuestro corazón que es el campo de batalla, es la que
tenemos contra el Espíritu Santo al no obedecerlo, someternos y despreciar lo
que viene de Dios, nos guste o no y lo peor es que no lo queremos reconocer; y seguramente
estaré diciendo en estos momentos: “yo no”, justificando mi necia manera de vivir, pero a
la luz del Espíritu de Dios, que no lo podemos engañar, sabemos que sí. Eclesiastés
9:18 “Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye
mucho bien”; Santiago 3:14-15 “Pero si tenéis celos amargos y contención en
vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta
sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica”;
Salmo 55:21 “Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla, Pero guerra
hay en su corazón; Suaviza sus palabras más que el aceite, Mas ellas son
espadas desnudas”; Gálatas 6:7 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado…”.
OTROS TIPOS DE
LUCHAS:
1.
Mi
espíritu vs. Espíritu Santo:
Al no vivir en santidad y orando sin cesar, estamos expuestos a merced de
enemigos externos, son puertas abiertas a las tinieblas, por eso es necesario
que dejemos de estar luchando en contra del Espíritu Santo y sometamos nuestra
voluntad a la voluntad de Dios y permitamos que el actúe con su poder para
conversión y cierre esas puertas y produzca su efecto liberador en nuestro
espíritu: Mateo 15:8 “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos
de mí”; Eclesiastés 8:8 “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu
para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen
armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee”; Génesis 49:6 “En
su consejo no entre mi alma, Ni mi espíritu se junte en su compañía…”; Génesis
6:3 “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre…”;
Efesios 6:17-18 “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu,
que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en
el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos” ; Santiago 4:7 “Someteos, pues, a Dios;…”.
2.
Mi
alma (mente, emociones y sentimientos) vs. Espíritu Santo: Si hacemos una evaluación real
de por qué nuestra alma no obedece al Espíritu Santo, es porque no ama al Señor
lo suficiente, nos dejamos guiar por nuestra lógica y no por fe, nos negamos a
mirar a Cristo, por eso nuestra alma no reposa, vive turbada, pendiente de
afán, la circunstancia, no se le ha revelado el principal mandamiento Marcos
12:30 “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”; si lo
amara de verdad viviera en alabanza, en adoración, se esforzara por agradarle,
por servirle, viviera en paz y sin aflicción: Salmo 42:5 “¿Por qué te abates,
oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y
Dios mío”; Salmo 116:7 “Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, Porque Jehová te ha
hecho bien”; Mateo 14:30-31 “Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y
comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo
la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”.
3.
Mi
cuerpo vs. Espíritu Santo:
La palabra es clara cuando refiere que el cuerpo está corrompido producto del
pecado, pero no por ese motivo tenemos que seguir embarrándola, es necesario
entender que podemos sembrar en corrupción para segar en vida eterna, pero
debemos morir primero sometiendo mi cuerpo al Espíritu Santo para resucitar en
incorrupción. 1 Corintios 15:42 “Así también es la resurrección de los muertos.
Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción”; Romanos 7:24 “¡Miserable
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”; 2 Corintios 3:6 “…más el Espíritu vivifica”; Romanos
8:10 “Pero si Cristo está en vosotros,
el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a
causa de la justicia”; Gálatas 6:8 “Porque el que siembra para su carne, de la
carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu
segará vida eterna”.
4.
Mi
carne vs. Espíritu Santo:
Cuando se habla de la carne, también se refiere a las alianzas que hace o deseos que tiene
todo mi ser (alma, cuerpo y espíritu) con el mundo y los agentes del mal, no
nos podemos resguardarnos de los llamados principados, gobiernos o potestades a menos que estemos preparados en Espíritu primeramente, inclusive pudiésemos prevaricar contra Dios
con el más insignificante pan de seducción o tentación que se nos presente por inmadurez espiritual, la cual no tiene nada que ver con el tiempo que tiene como creyente. Salmo
33:16 “El rey no se salva por la multitud del ejército, Ni escapa el valiente
por la mucha fuerza”; Efesios 6:12 “Porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes”; 1 Juan 5:4 “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”; Josué 1:9
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes,
porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”; Éxodo 14:14
“Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”; Efesios 6:14-16 “Estad,
pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre
todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego
del maligno”; Salmo 27:3 “Aunque un
ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante
guerra, Yo estaré confiado”.
Que nunca se nos
olvide quien es el Rey de gloria, el poderoso en batalla quien despojo mi vida de todos los principados y potestades, el que adiestra mis manos y mis dedos para
las luchas diarias, y quién me dará la victoria cuando haya finalizado la
carrera, solo me pide que crea, sea perseverante en oración, fe, gozo y amor;
te invito pues, a esperar y descansar en Él, a sabiendas que su plan es
perfecto y tenemos la garantía que seremos vencedores, aunque nos quiten la
vida, gracias al sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Muchas
bendiciones. Amén
Salmo 24:8 “¿Quién
es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en
batalla”; 1 Timoteo 6:12 “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida
eterna…”; 2 Timoteo 4:7 “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe”; Salmo 144:1 “Bendito sea Jehová, mi roca, Quien adiestra mis
manos para la batalla, Y mis dedos para la guerra”; Apocalipsis 12:11 “Y ellos
le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”.