La mayoría de
las personas seducidas por los deleites del mundo y la carne viven presentando
argumentos terrenales y/o religiosos para justificar su condición, tanto así,
que la manera de pensar y proceder están tan entenebrecidas que su fe y
testimonio distan el uno del otro, porque tienen un pobre entendimiento del
Señor, aunque conocen mucha palabra; muchos, inclusive, somos capaces de
cambiar las cosas gloriosas de Dios con tal permanecer atados a lo perecedero,
mostrando ciertos atavíos de “espiritualidad”, pero realmente son signos rebeldía
y altivez espiritual oculta. Si nos pusiéramos frente a un espejo veríamos
nuestras vergüenzas. Deuteronomio 31:27 “Porque yo conozco tu rebelión, y tu
dura cerviz;…”; Isaías 29:13 “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se
acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos
de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado”; Daniel 9:7 “A ti, Señor, la justicia, y a nosotros la vergüenza en
el rostro,…”