sábado, 2 de marzo de 2024

REVISANDO MI CONVERSIÓN

 


Muchos cristianos creemos que una persona convertida es aquella que ha hecho la oración de fe y ha sido ganada para que profese su fe en Cristo, sin embargo, la palabra dice: Mateo 7:21-23 “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»”; de estos versículos podemos discernir que la conversión es mucho más de lo que se nos ha enseñado, porque no solo hay que hacer la oración de fe, profesar de Cristo, echar demonios o hacer milagros, sino que: (1) hay que hacer la voluntad del Padre, (2) darnos a conocer al Padre, (3) no practicar la iniquidad, ya que la conversión, no son palabras sino hechos.

“JAMÁS OS CONOCÍ”

El hecho que el Señor nos diga que jamás nos conoció significa que, “Nosotros no quisimos conocerle a Él de corazón” en espíritu y verdad, ya que Él lo conoce todo; esto se puede confirmar en Isaías 29:13 “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”; Dios conoce nuestro corazón, por eso no le podemos engañar, Convertirse es una acción genuina de conocerle con todo nuestro corazón, amarle sin restricciones, ponerlo en el lugar que le corresponde, disponerse a obedecerle y hacer su voluntad, sin desechar la palabra, ni pisotear su sangre. Oseas 4:6 “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”. ¿Cuántos de nosotros somos buenos hijos? ¿Cuántos de nosotros nunca hemos pisoteado la sangre de Cristo? Marcos 10:18 “Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”.

Antes de seguir profundizando en las santas escrituras al respecto, es necesario nos sea revelado por el Espíritu Santo el significado real de Conversión, por lo tanto vamos a partir desde el punto de vista terrenal o epistemológico: La palabra "con-vers-ión", se dice que viene del latín y significa "acción y efecto de hacer algo diferente”, “cambiar de religión", aquí es donde se origina la confusión, porque no se trata de cambiar de religión sino de condición, decir que son “cristianos” y se comportan como hombres naturales tirando a demonios, es tomar el nombre de Dios en vano; muchas personas piensan que recibir a Cristo, es el único requisito para ser salvos por gracia, sin embargo, “No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos”, entonces pareciera contradictorio, pues, se nos tiene que revelar que esto es solo el principio, porque falta el final y todo lo del medio, es decir, que sin cambio de condición, sin conversión, todo trabajo es en vano, porque apartado de Señor nada podemos hacer.

Separemos en partes sus componentes para entenderlo: El prefijo con- (junto, completamente), versus- (dar la vuelta, cambiar de sentido, girar), más el sufijo -sión (acción y efecto). Convertirse (1) es invertir o cambiar de rumbo, es devolverse de sus malos caminos; (2) es poner animadversión contra la maldad, o lo que lo mismo, enemistad contra la iniquidad; (3) es sufrir un proceso de transformación o de metamorfosis donde somos hombres nuevos sin la levadura vieja, donde dejamos de arrastrarnos en el pecado para volar en santidad en el Señor; (4) es recibir y honrar el sacrificio, la salvación y la vida eterna que Cristo nos regaló en la cruz, evitando pisotear su sangre; (5) es restaurar y renovar nuestro templo personal, viviendo en obediencia; (6) conversión es mucho más que arrepentimiento y perdón, es el nivel más elevado de la estatura de Cristo.

¿DÓNDE ESTÁ EL FUNDAMENTO DE ESTAS AFIRMACIONES?

Todo hijo de Dios, que sigue a Cristo, debe pasar todos sus pensamientos y acciones por el tamiz de la palabra (la biblia), y este no será la excepción, entonces preparémonos para lo que el Señor quiere hoy revelarte a ti, amado hermano:

1.        2 Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. ¿Quién es el pueblo de Dios? Nosotros, ¿Quiénes invocan su nombre, oran y buscan de su rostro?, si la lógica no me falla, nosotros; entonces ¿Quiénes se deben humillar y convertir? Pues, nosotros, así que hijo de Dios no trate de justificar su pecado, es hora de cambiar de rumbo, devuélvase de sus malos caminos, no lo piense más.

2.        Mateo 12:30 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Si no nos sometemos al Espíritu Santo, cometemos el error de colocarlos del lado del mundo, la carne y el mal, por lo tanto desparramamos convirtiéndonos en enemigo de Dios. Santiago 4:4-5 “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”.

3.        Efesios 4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Hay hijos de Dios que son recurrentes y reiterativos en un mismo pecado, porque no se han despojado de los viejos vicios, se dejan arrastrar por ese deseo engañoso, no han sido renovados de alma, cuerpo y espíritu, ya que se resisten vivir en santidad. Y que dice el Señor al respecto en Hebreos 10:26-27 “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”.

4.        Tito 2:11-14 “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Quien se niega a renunciar a la impiedad, a sus deseos mundanos y no vive sobria, justa y en santidad pisotea al hijo de Dios, pisotea la sangre derramada en la cruz, contrista al Espíritu Santo que mora en nosotros, así que está palabra es para quienes caemos en estas cosas: Hebreos 10:29 “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”.

5.        Zacarías 6:12 “Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová”. Obedecer no es una imposición sino una decisión, es la acción más genuina de agradar al Señor, es derribar mi altivez y argumentos para purificarme ante Dios. 2 Corintios 10:5 “Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”; 1 Pedro 1:22-23 “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.

6.        Hechos 3:19-20 “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”. Estas palabras iban dirigida al pueblo de Dios, y ¿Quién es el pueblo de Dios en estos tiempos?, pues nosotros, que tenemos que llegar a la unidad, conocimiento y santidad de Jesucristo a través de la conversión de cada área de nuestras vidas. Efesios 4:13 “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

REFLEXIÓN FINAL

El Señor no desea que ninguno de sus hijos se pierda, por eso ha prolongado su misericordia, dando tiempo para el arrepentimiento y la conversión genuina. 2 Pedro 3:9 (BLP) “No es que el Señor se retrase en cumplir lo prometido, como algunos piensan; es que tiene paciencia con vosotros y no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan”; Ezequiel 18:32 “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis”.

La conversión es un proceso, no un acontecimiento, que se inició con el nuevo nacimiento, cuando recibimos a Cristo, 1 Juan 5:4-5 “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”; y finaliza cuando hayamos vencido en Cristo, en tal sentido, un hijo de fe es un hijo convertido, uno que venció el pecado huyendo de la tentación, se fortaleció y lavó a diario su ropa espiritual en la presencia del Espíritu, santificándose con obras dignas de arrepentimiento, guardando, haciendo y obedeciendo la palabra del Señor: Apocalipsis 22:14 “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”; Apocalipsis 2:11 “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte”; Apocalipsis 2:26 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones”; Apocalipsis 3:5 “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”.

 

Nosotros somos el reflejo de lo que hay en nuestro corazón, el testimonio habla por sí solo, si decimos que somos hijos de Dios, y en nuestras acciones son contrarias, es porque el Espíritu Santo no gobierna nuestras vidas, no hemos vencido, por eso no reflejamos la luz de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza entre otras cosas; somos címbalos resonantes, que lo único que hacemos es ruido y no nos hemos convertido. El Señor, hijo de Dios, te exhorta a convertirte, si piensas que ya lo hiciste, gloria Dios, mantente firme; sino lo has hecho, gloria a Dios, porque estamos a tiempo para arrepentirnos y enderezar nuestro camino, porque el tiempo se acaba y los tiempos de gracia dejaran de ser y ya no habrá oportunidad para quienes lo ignoren. Esforcémonos y seamos valientes ¡Dios te bendiga!