miércoles, 16 de diciembre de 2015

¡HABLANDO DE PAZ!


Una vez un famoso y sabio rey prometió un gran premio a aquella persona que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas reconocidos lo intentaron. El rey observó y admiró cada obra presentada, pero solo seleccionó dos que realmente le gustaron.


La primera mostraba un lago muy tranquilo, un espejo perfecto en donde se reflejaban el ambiente circundante, donde se mostraban los árboles, las montañas, las gran cantidad de aves volando armoniosamente adornando el paisaje, con el delicado azul del cielo expandido en el lienzo, las tenues y sublimes nubes blancas que pareciesen danzar en melodías inspiradas por Mozart. Todos miraron esta pintura y estuvieron de acuerdo, asintiendo en que ésta reflejaba la paz perfecta.

La Segunda también tenía montañas, pero eran escabrosas y de tonalidades sombrías. Sobre ellas había un cielo oscuro, del cual caía un impetuoso aguacero donde los rayos y los truenos espantaban a todos los animales del bosque. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua.

Esta imagen no se revelaba para nada pacífica. Pero el rey analizó el cuadro más cuidadosamente, observó que tras la cascada, en una grieta, crecía un delicado arbusto. En él había un nido y allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, un pajarito, descansando con sus ojos cerrados, indiferente ante lo que sucedía a su alrededor.

Pues, ¿Cuál creen que fue el cuadro ganador? El segundo, a pesar de las caras extrañadas de los espectadores.

Existe una paz que es inexplicable para el ser humano, que permanece en lo más profundo de nuestro ser y guarda nuestros corazones y pensamientos cuando decidimos conocerla de verdad. Es una paz que no se logra con meditación, acciones ni acuerdos humanos, ella es la paz de Dios. El apóstol Pablo dice en Filipenses 4:7 lo siguiente: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. 

Este polémico personaje, que en principio perseguía a los seguidores de Cristo, llegó al final de sus días a conocer la verdadera paz, la paz perfecta, la que dejó Jesucristo cuando afirmó: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Juan 14:27), simplemente porque hubo una conversión profunda, tanto fue así que llegó a decir que él todo lo daba por basura por causa de Jesucristo.

Esa paz esta por encima de las circunstancias, las aflicciones, las enfermedades, la situación económica, los conflictos del mundo, es capaz mantener tu espíritu en armonía y se mantiene en concordancia con el Espíritu Santo, conectado, confiado, no permite guardar rencor, amargura o venganza hacia otros, ama sin esperar nada a cambio aún al que te desprecia, se pone de acuerdo con otros sin roce ni entrar en contienda, logra pactar con compromiso profundo con Dios sin violar el acuerdo de amor que Jesús hizo en la cruz, te lleva a renunciar a ti mismo, a tus deseos, a tus caprichos, a tus vanidades, te asocia a la felicidad, te convierte en un ser sociable, viviendo en sosiego y serenidad, en constante calma, llevando paz tu corazón y mente.

Sólo el Señor nos llenará de la completa paz, la que es perfecta, no hay otra mejor, de lo contrario viviremos desgastándonos en acciones que nos llevarán a una paz volátil, la paz del mundo, de esa que depende de nuestra mente y emociones y busca sus propios intereses, tan falso como decir que soy bueno y justo.

Juan 16:33 “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

Solo puedo tener verdadera paz en el Señor, cuando esto sea revelado a nuestro espíritu y se haga verdad en mi vida, allí es cuando tendré paz.


Dios les bendiga…

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