Me llama
mucho la atención que, a través de la historia, todas las posiciones humanas antagónicas
radicales han traído muerte, destrucción y miseria a los pueblos, más que RECONCILIACIÓN
y REEDIFICACIÓN; es gracioso ver como unos defienden sus intereses, creencias,
posiciones e ideas sin condolerse de su entorno, a pesar de que no les ha
funcionado para nada sus posturas radicales y en cambio a los otros “tampoco”; parecen
que fueran cortados de la misma forma pero con tijeras diferentes. Mi reflexión
del día de hoy, no busca tomar una postura parcial ni hacer un análisis ideológico,
económico o geopolítico sobre lo que está pasando en el mundo, ni mucho menos en
un país en particular, solo les pido, por amor al Señor, que hagamos una introspección personal y
que quede para consumo propio; Lo que sí quiero, es tratar de discernir el origen
de que nos está destruyendo, desde el punto de vista espiritual, y qué hemos estado
sembrado en nuestra corta vida.
¿POR QUÉ NOS
ESTAMOS DESTRUYENDO?
1. Nuestro enfoque
es errado, ya que por la autosuficiencia y la confusión ideográfica que nos hemos
dibujado; seguimos corrientes y doctrinas humanas que nos han llevado al yerro
delante de Dios. Tanto es así que todos los caminos y las estructuras
religiosas, sociales, políticas, económicas, financieras que se han creado
hasta este momento solo han traído destrucción. Habacuc 2:12 “¡Ay del que
edifica la ciudad con sangre, y del que funda una ciudad con iniquidad!”; Jeremías
22:13 “¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose
de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo!”; sin embargo, según
la palabra de Dios, sólo hay un camino correcto que es Jesucristo y seguir ese
camino traerá lo demás, llegará por añadidura, peeeero… eso es muy difícil para
el hombre natural o el hijo de Dios que anda en la carne, porque eso atenta contra
su “zona de confort”, por eso aunque estemos sumergidos en el estanque de cieno
llenos de estiércol hasta la coronilla, no somos capaces de observar más allá
de lo que nuestros ojos espirituales ven, a menos que decidamos tomar el camino
correcto, dejando de enfocarnos en el ahora y el mesías llamado “Yo”, “Tu” o “El”
lejos del Señor, que pensamos que nos va a resolver la vida y lo que hace es empeorar
mi condición espiritual.
2. Al no darnos
cuenta que nos encontramos en medio de una gran Babilonia, una tierra llena de confusión
emocional, ideológica, religiosa, política, social, económica y financiera que
no permite reedificar o reconstruir en la presencia del Dios verdadero; sólo
por la soberbia y orgullo tonto que nos tiene estancados, morir y nacer de
nuevo no es una opción, deponer posiciones estériles que me lleven a muerte,
enfermedad y desolación es preferible si mi orgullo prevalece; y lo más cumbre
de todo, que aunque me dirija al despeñadero, continúo neciamente en pos de ídolos
terrenales, sin medir las consecuencias eternas, la destrucción de mi ser: alma,
cuerpo y espíritu, ni el dolor que produzco a mi entorno.
3. Nos destruimos
cuando las intenciones del corazón no son buenas, aunque nuestra boca diga lo
contrario, los hechos me delatan. Hay quienes dicen amar, pero hacen todo lo
contrario: viven airados agrediendo al prójimo, cometiendo infidelidades, dañando
vidas con una relación tóxica, conspirando y maquinando maldad en el corazón;
asimismo hablando de paz, pero no son capaces de ceder, tolerar o ponerse de
acuerdo, ya que su ego, crueldad e implacabilidad no lo deja; no ponen la otra
mejilla como enseño Jesucristo, viven en constante contienda, no hayan paz en
su alma, el lenguaje que sale de su boca es guerrerista, se gozan del fracaso
de otros, inclusive asesinan virtualmente en su corazón deseándole muerte o
desgracia a sus adversarios trayendo maldición para sí mismos.
Entonces, ¿QUÉ
DEBO HACER?
1. Reconciliarnos,
primeramente con el Señor de paz, valorando su sacrificio, pidiendo perdón por
nuestras transgresiones y arrepintiéndose del mal que hicimos y restaurando
relaciones, deponiendo nuestra actitud necia y orgullosa, humillándonos ante Dios
y fortaleciéndose en Él para ir y reconocer su pecado delante de los hombres. Efesios
2:14-16 “Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la
pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley
de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos
un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con
Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades”; Números 15:28
“Y el sacerdote (Cristo) hará expiación por la persona que haya pecado por
yerro; cuando pecare por yerro delante de Jehová, la reconciliará, y le será
perdonado”; Colosenses 1:20 “y por medio de él reconciliar consigo todas las
cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo
la paz mediante la sangre de su cruz”.
2. Seguidamente
reconciliarnos con el mundo, llevando la palabra de reconciliación, reedificando
sobre la roca que es Cristo, para poder gloriarnos en su presencia. 2 Corintios
5:18-19 “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por
Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo
reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus
pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”; 1 Corintios
3:10 “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito
arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo
sobreedifica”; Romanos 5:11 “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en
Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”.
3. Dejar que el
Señor reedifique mi vida, transforme mi corazón, llevándome por caminos de
conversión y santidad; velando y manteniéndome firme, siendo celoso, antes los
intentos de volver atrás, de levantar otros baales, otros ídolos o diosecitos
que quieren distraerme de lo glorioso y eterno, poniendo puertas de afán, cerraduras
de ansiedad y cerrojos de angustia, tratando de controlar y destruir mi vida,
porque el Señor dará pago justo por nuestra negligencia. 2 Crónicas 33:3 “Porque
él reedificó los lugares altos que Ezequías su padre había derribado, y levantó
altares a los baales, e hizo imágenes de Asera, y adoró a todo el ejército de
los cielos, y les rindió culto”; Nehemías 3:14 “…él la reedificó, y levantó sus
puertas, sus cerraduras y sus cerrojos”; Apocalipsis 3:19 “Yo reprendo y
castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”; Salmo 69:35 “Porque
Dios salvará a Sion, y reedificará las ciudades de Judá; Y habitarán allí, y la
poseerán”.
REFLEXIÓN
Es hora de
ir a reconciliarnos con Dios y reedificar a otros, dejemos de estar
procrastinando, y convirtámonos en siervos útiles para el Señor; Nehemías 2:5 “y
dije al rey: Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti, envíame
a Judá, a la ciudad de los sepulcros de mis padres, y la reedificaré”. Y Dios
con su infinito amor nos da esta promesa: Hechos 15:16-18 “Después de esto
volveré Y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; Y repararé sus
ruinas, Y lo volveré a levantar, Para que el resto de los hombres busque al
Señor, Y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, Dice el
Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos”. Amén
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