Hay una oración que aprendí hace
tiempo atrás y marco mi vida profesional, hasta que conocí del Señor. Se
llamaba la oración del “Cadete Naval”; la recite todas las mañanas en el patio
de honor de la otrora Escuela Naval de Venezuela, los 365 días del año, por 4
años seguidos, en mi etapa de formación como oficial de la Armada, a finales de
los años 80 e inicio de los 90 (1987-1991), frente a la brisa marinera de la
meseta de Mamo y la claridad del alba. Una de las frases que recuerdo a cada
instante es: “SI ME ASALTA LA DUDA, SOSTÉN MI FE, Y EN LA TENTACIÓN DAME
FORTALEZA PARA RESISTIR”.
En formación, todo el batallón
gritaba con fervor dicha oración, primero porque era inspiradora y daba cierto sosiego
al alma agobiada y segundo porque si cualquier cadete superior, que estaba a mi
lado, no me escuchaba, se avecinaba un futuro oscuro, es decir,
tomaría acciones disciplinarias, sean físicas (sanciones coercitivas que me
destrozarían los brazos y las piernas), pecuniaria (las inmorales poncheras,
que por lo general eran torta y fresco) o las administrativas (arresto el fin
de semana) que al final terminaban en físicas; en lo particular pensaba qué,
entre más fuerte la decía, ella tenía mayor impacto sobre mí, sobre mi vida y
mi entorno, lo que me llevaría a vivir más tranquilo y feliz; sin embargo, al
cambiar mi condición espiritual, catorce años después, entendí que esa oración fueron
puras palabrería, no por lo que decía, sino porque nunca se hicieron realidad
en mí, ya que nunca hubo un cambio o rectificación, ni me condujo a
arrepentimiento, porque a lo bueno le seguía diciendo malo y a lo malo bueno, era
una cosa religiosa que busqué para justificar mis pecados con palabras
estériles, prosa que sonaba bonita, pero no produjeron cambios en mi mente ni en
corazón.
Era de esperarse una actitud así,
en ese tiempo no conocía del Señor, vivía pecando con mi mente, con mi corazón
y con mi cuerpo, tenía muchas dudas, mi fortaleza para resistir ciertas
tentaciones estaba por el suelo, no tenía claro de ¿quién era el Espíritu
Santo? aunque había escuchado que era Dios, por lo de la trinidad, pero no sabía
cómo se digería eso, no tenía la más mínima idea; y peor aún no había leído las
santas escrituras con revelación (que conste, la he considerado toda mi vida como
la palabra de Dios); Era un hombre natural, lleno de virtudes y defectos, full
de vicios y pecados, muchas actitudes correctas, pero también gran cantidad perversas,
creyente ocasionar o por conveniencia, que buscaba a Dios, a su manera; creyendo
que estaba colgado en un madero, y pensaba que, desde esa cruz, me daría las
fuerzas necesarias para sobrevivir a tan rigurosa rutina y duras vicisitudes
propias de la vida que elegí seguir, circunstancialmente, en mis años de mozo. Lucas
24:5 “…¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”; Juan 16:7-8 “Pero yo
os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador
no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”; Romanos 14:23 “Pero el
que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo
que no proviene de fe, es pecado”.
Un día, leyendo la biblia, me
encontré varias cosas que activaron mis alarmas, y me sembraron las ansias de
conocer más sobre no dudar y la forma correcta de orar, hubo una confrontación
entre la palabra y la costumbre y no me quedó otra manera que reconocer que
estuve pecando por falta de fe y desconocimiento. Hoy doy gracias al Señor,
porque ha puesto en mí un corazón humilde y dispuesto a doblar mi dura cerviz,
sin condiciones ni restricciones; que ha sido el punto de partida para transformar
mi vida y la de cualquier persona que lo busca con fe.
Iniciar un proceso de cambio
radical de conversión sin la ayuda del Espíritu Santo es pura carne, puro cliché
religioso, es dudar que el Señor tiene el poder de cambiar mi vida; es por eso
que estos esquemas tienen que ser rotos a través de una oración viva y eficaz, que
nos conduzcan a obras dignas de arrepentimiento y perdón a través de la firmeza
espiritual, sino será pura religiosidad, cursilería, vanidad, remordimiento o
hipocresía en esencia, ya que no hay un encuentro real con el Dios vivo, por
eso muchos terminan en la idolatría, en la fe defectuosa, en el amor
condicionado e inestabilidad del alma, en las emociones y sentimientos;
generando un comportamiento bipolar ante Dios, sirviendo a dos señores a la vez,
con tendencia a prevaricar continuamente, solo por no querer morir a la carne y
negarse a sí mismo, por eso si hacemos un análisis sincero: mi luz es pura tinieblas
por falta de fe. Lucas 11:35 “Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea
tinieblas”.
Observemos que nos enseña la
palabra al respecto de duda:
1.
Hay duda, cuando mis oraciones son sosas,
mentirosas, vanas, repetidas, llenas de carne, oraciones tendientes a satisfacer
mis deleites o manipular el alma creando falsas expectativas, cuando la
voluntad del Padre es otra, por eso no son escuchadas. Mateo 6:5-7 “Y cuando
ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las
sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de
cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu
aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre
que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas
repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”;
Lucas 18:11-12 “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera:
Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos,
adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos
de todo lo que gano”.
2.
Prevalece la duda cuando no nos desnudamos ante
Dios, vivimos un ocultismo, hipocresía, aparentando falsa espiritualidad y por
dentro somos sepulcros blanqueados, llenos de inmundicia y muerte. Lucas 11:39
“Pero el Señor le dijo: Ahora bien, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera
del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad”; Mateo
23:27 “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes
a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, más
por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”.
3.
Existe duda cuando me cuesta perdonar, no hay
conversión, siempre hay algo guardado en mi corazón que me aparta de Dios, persiste
el remordimiento por falta de arrepentimiento. Marcos 11:26 “Porque si vosotros
no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras
ofensas”, Mateo 18:35 “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no
perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas”; Mateo 6:12 “perdónanos
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; Hechos
26:20 “…que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento”.
4.
Mi vida es regida por voluntad humana, cuando me
niego a cumplir la voluntad del Padre, no me someto al Espíritu Santo; lo que
denota falta de firmeza y temor de Dios. Salmo 143:10 “Enséñame a hacer tu
voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de
rectitud”; Isaías 29:13 “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a
mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y
su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido
enseñado”.
5.
La duda es contraria a santidad, es anular la
eficacia del poder de Dios en mi vida, por eso mi firmeza en Cristo es burda y
ligera, muchos apostatarán de la fe: 2 Timoteo 3:2-5 “Porque habrá
hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”;
Santiago 1:6 “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es
semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una
parte a otra”; 1 Timoteo 4:1 “…en los postreros tiempos algunos apostatarán de
la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios”.
Cuando hagamos una oración, hay
que hacerla con inteligencia, entendimiento y revelación, no permitamos que sea una vana
oración, una burda repetición que no produce transformación ni conversión en mi
vida; que la oración sirva para alabar y adorar al Padre que está en los cielos, que sea
espada de dos filos, que corte la duda y penetre hasta los tuétanos,
sosteniendo mi fe, que saque toda tiniebla de lo más profundo de mi ser y mantenga
encendida la luz del Cristo, con firmeza, esfuerzo y valentía. Ahora puedo decir con entendimiento: ¡Ante la duda, sostén mi fe en Cristo! Amén.
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