Con esta frase de Víctor Hugo escrita en su
famoso libro de Los Miserables inicio mi reflexión del día de hoy: “Cuando se
llega a cierto grado de miseria, lo invade a uno algo así como una indiferencia
espectral y se ve a las criaturas como si fueran larvas” (1862). La Miseria por
lo general está relacionada a la pobreza, infelicidad, indignidad, tacañería,
ultraje, vileza o maldad.
Es tan fácil acostumbrarse a la miseria que cuando permitimos como hijos de Dios estar bajo su potestad, somos como perros que hemos vuelto al vómito, nuestro espíritu anda en caminos de muerte, se podría apreciar las larvas en nuestra alma, expeliendo un olor fétido de nuestra vida, por eso vemos que muchos creyentes no son testimonio del Cristo ni de la fe que profesan, existe una disonancia entre lo que se cree, se predica y se testifica, ya que sus acciones distan mucho de la voluntad del Señor, por ausencia de su presencia.
Es tan fácil acostumbrarse a la miseria que cuando permitimos como hijos de Dios estar bajo su potestad, somos como perros que hemos vuelto al vómito, nuestro espíritu anda en caminos de muerte, se podría apreciar las larvas en nuestra alma, expeliendo un olor fétido de nuestra vida, por eso vemos que muchos creyentes no son testimonio del Cristo ni de la fe que profesan, existe una disonancia entre lo que se cree, se predica y se testifica, ya que sus acciones distan mucho de la voluntad del Señor, por ausencia de su presencia.
No es lo mismo vivir en miseria, que ser un
miserable. Hemos escuchado frases como: “Está sumergido en su propia miseria”; “Pobre
de él, es un miserable”; “Su miseria no lo deja avanzar”; “Ese Jefe es un
miserable”; “Es tan miserable que lo único que tiene es dinero”; son tantas las
connotaciones donde se puede utilizar esta expresión que fácilmente pudiéramos
pasar horas y horas referenciándolas.
La miseria es una característica humana que existe
por ausencia de Dios y que nos encadena espiritualmente a ciertas potestades terrenales
o de maldad que nos llevan por caminos oscuros. Está íntimamente relacionada a
la propiedad, el orgullo y la codicia, la cual está asociada a mi condición
almática, física o espiritual (Mente-cuerpo-espíritu) que puede producir enemistad con
Dios y contaminación en todo mi ser por falta de conversión y santidad; es
capaz de esclavizarnos a ciertos intereses, deleites o deseos mundanos, los
cuales se injertan a nuestra vida tan sutilmente que van produciendo muerte,
como un cáncer que va carcomiendo poco a poco sin darnos cuenta, hasta que es
muy tarde. Mateo 19:20-22 “El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi
juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende
lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y
sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones”.
La miseria es una trampa en la que el hombre
cae al tratar de hacer de su propiedad cosas que no le pertenecen, ya que todo
lo creado es de Dios y para él fueron hechas, que fueron entregadas para disfrute
de los hombres y que estropeamos al creer que es de nuestra propiedad, haciéndonos
esclavos, uno del otro o del mundo, es por eso que todo lo que tengo,
paradójicamente, me tiene a mí.
Por lo general me hago dependiente de lo que tengo u obtengo y me cuesta desprenderme de eso, porque hay mucho mundo en mí y no lo puedo vencer por falta de Dios, y como no confiamos en el Señor no damos el paso de renunciar valientemente, y donde creo que mando yo esclavo soy; por eso cuando perdemos todo o alcanzamos metas sin propósito eterno sentimos un vacío profundo, que al final, trae cansancio, tristeza y decepción, entrando en un estado portador del virus de la depresión y el despropósito, nos sentimos miserables, y duramente tenemos que reconocer que realmente lo somos.
Por lo general me hago dependiente de lo que tengo u obtengo y me cuesta desprenderme de eso, porque hay mucho mundo en mí y no lo puedo vencer por falta de Dios, y como no confiamos en el Señor no damos el paso de renunciar valientemente, y donde creo que mando yo esclavo soy; por eso cuando perdemos todo o alcanzamos metas sin propósito eterno sentimos un vacío profundo, que al final, trae cansancio, tristeza y decepción, entrando en un estado portador del virus de la depresión y el despropósito, nos sentimos miserables, y duramente tenemos que reconocer que realmente lo somos.
El problema no está en saberse miserable, sino donde
está el Señor cuando estoy en este estado y si ya di el paso, le entregue el corazón al Señor Jesucristo para que obre con su
amor y me llene de su presencia; cuando reconozcamos que somos miserables
ante el Señor y nuestra alma se doblegue y someta a su voluntad, se iniciará el
proceso de transformación y conversión, seremos hijos recogidos de la miseria, resucitados de la muerte, para
ser herederos del reino por pura gracia, donde son cambiadas mis vestiduras solo porque Él es grande.
¿CÓMO RECONOCER QUE ANDO EN MISERIA?
1. Cuando me afano por cualquier cosa, en especial por hacerme rico, perdiendo
los escrúpulos y la prudencia desagradándole a Dios, a sabiendas que no entraremos al reino de los
cielos con esa actitud; Proverbios 23:4 “No te afanes por hacerte rico; Sé
prudente, y desiste”; Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y
desnudo”.
2. Cuando ando en cautividad por mi pecado; Romanos 7:23-24
“Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y
que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”.
3. Cuando me aprovecho del prójimo con injusticia, robándolo, engañándolo
o burlándome de su necesidad; Proverbios 20:10 “Pesa falsa y medida falsa, ambas
cosas son abominación a Jehová”. Jeremías 22:13 “¡Ay del que edifica su casa
sin justicia, y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no
dándole el salario de su trabajo!”.
4. Cuando me duele entregar y dar por amor al
Señor; Filipenses 3:8 “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida
por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual
lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.
5. Cuando no he sido misericordioso, no he aprendido a perdonar
y amar al que me ofende poniendo la otra mejilla; Lucas 6:35 “Amad, pues, a
vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será
vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para
con los ingratos y malos”; Lucas 23:34 “Y Jesús decía: Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen…”; Mateo 5:39 “…a cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra”.
6. Cuando vivo criticando, calumniando, extorsionando o no doy
gracias al Señor por lo que he recibido, sino que hay queja en mi corazón; Lucas
3:14 “También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos?
Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con
vuestro salario”.
Oremos: Señor hasta ahora, me he dado cuenta que soy un miserable; Padre te
pido perdón porque no he querido morir a mi carne y he puesto cosas primero que a ti, he estado sumergido en mis pecados, en mis afanes por buscar las añadiduras
y no he aprendido a amar y a perdonar a mi enemigo, siempre ha habido una queja
por mi salario por no confiar en ti. Perdona mi rebeldía, quiero servirte teniendo todo lo del mundo por
basura, ayúdame a romper las cadenas que me atan a sus deleites, a las enfermedades
terrenales y aún las espirituales, quiero que sanes mi vida íntegramente. Te
entrego mi miseria, y hazme misericordioso. Mi aspiración es sentarme a tu mesa
a compartir tu presencia. Gracias Señor, por tanto amor, gracias por la prueba,
gracias por el salario, gracias por morir en la cruz por mí, gracias por darme
salvación sin merecerlo, gracias… Ahora te pido en tu infinita misericordia que
tomes la vida de este amado lector(a) y llévalo por caminos de luz y
entendimiento, revélale donde puede estar viviendo en miseria y ayúdale a
reconocer que necesita de ti. Te amo mi Padre celestial. Amén
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