Cuando decidimos formar una familia, sobre todo si
nos casamos ante Dios, asumimos la responsabilidad de amar, honrar, cuidar y mantener
a cada miembro hasta que nuestro Padre todopoderoso nos haga el llamado de
comparecer ante su presencia, de acuerdo a su santa voluntad. De la alianza que
es el matrimonio, surgen los hijos, quienes poseen diferentes caracteres,
temperamentos o personalidades, que los hacen únicos. Existen matrimonios que
se han visto afectados emocionalmente cuando, producto de la infidelidad, han
aparecidos hijos no reconocidos, cuando es el caso del hombre, o cuando uno de
los hijos que conforma el núcleo familiar no es del padre que los crío, hijos
que le denominan bastardos.
Es muy común utilizar la palabra bastardo de
manera despectiva para señalar a algo que degenera su origen o naturaleza, por
lo general se hace referencia a algo que está viciado o deprava, decae o
arruina su procedencia. Algunos sinónimos de esta palabra son: Adulterino, ilegítimo, falso,
aparente, fingido, ficticio, vil, infame, perverso, maligno, de mala intención, indeseable, bajo o desvalorizado. Por ejemplo: la expresión “perro bastardo” identifica a todos aquellos perros que se reproducen libremente (Algunos
en Venezuela le diríamos Ca-cri; Callejero y criollo), es decir que surge de la
unión de 2 razas distintas dando origen a un perro que no posee características
exactas de su descendencia, ocasionando un raro mestizaje, lo que da a lugar a
un animal que no es de calidad o pedigrí, siendo la causa de su disminución en
el valor económico. William
Shakespeare, famoso dramaturgo, poeta y actor inglés, en 1610 escribió una obra
dramática teatral llamada “Cymbeline” y en el segundo acto el hizo esta afirmación:
“Somos todos bastardos” refiriéndose al
hijo quien no conocía a su padre, hay quienes dirán ¡Yo no soy bastardo!
La definición de hijo bastardo según la real
academia es un: “Hijo natural, nacido fuera del matrimonio, niño de padre
conocido o desconocido donde NO existe un reconocimiento legal”; primeramente todos
los hijos son engendrados de manera natural, que no sea santa su procedencia,
es otra cosa, aunque la palabra dice que: “… Y en pecado me concibió mi madre”
Salmo 51:5, a menos que sea engendrado y nacido por intervención del Espíritu
Santo, como es el caso de nuestro Señor Jesucristo.
Una vez a José y María, siendo Jesucristo un
niño de doce años aproximadamente, permaneció tres días en el templo sin que
ellos supieran nada, al encontrarlo él le dijo: “¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49,
Jesús ya reconocía a muy corta edad quien era su Padre y estaba claro que tenía
que atender su obra, por lo tanto hablaba y hablaba de sus cosas: “Y todos los
que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” Lucas 2:47.
El Señor tiene una definición diferentes de lo
que es un bastardo, leamos Hebreos 12:6-8 “Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os
trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero
si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces
sois bastardos, y no hijos”.
Muchas personas dicen llamarse Hijos de Dios,
pero no le gusta su disciplina, no reconocen al Señor como su Padre como tal,
no se involucran en los negocios espirituales de Dios, que por cierto no tiene nada
que ver con nada terrenal sino con los negocios del Espíritu, los del Reino de los
cielos, para muestra un botón: Hay quienes asistimos esporádica o religiosamente
a una iglesia en búsqueda del perdón divino o redimir los pecados cometidos sin
considerar a Jesucristo, sin la búsqueda de un arrepentimiento genuino, siendo
desobedientes, vivo cometiendo una transgresión tras otra contra Dios, despreocupándome
de mi vida espiritual, llevando la vida como diría un famoso actor de TV cuyo
personaje era Eudomar Santos “Como vaya viniendo vamos viendo”, me comporto
como una persona sin memoria, trato de olvidar mis fechorías, cauterizando la
conciencia, pero no se me olvida señalar las faltas de otros, condenándolos o enjuiciándolos
a sabiendas que me condeno o enjuicio a mí mismo.
La preocupación de muchos religiositos es que
el Padre los reconozca como sus hijos, y poder decir soy “HIJO DE DIOS”, o soy “CRISTIANO”,
porque creo en Cristo o hice una oración de fe que no se compagina con su
actitud, hechos o testimonio. Por lo
general, hay quienes no se acercan al Señor porque piensan que nunca serán reconocidos
por Dios Padre por nuestra condición de pecado; hay quienes esperan que un día
sean reconocidos como Hijos de Dios, como ocurrió con Jesús cuando fue
bautizado por Juan, “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo
amado, en quien tengo complacencia” Mateo 3:17, pero ¿Será que yo lo he
reconocido como mi Padre?, mi conducta, obras, acciones, oración, alabanza,
adoración, servicio son hechos tangibles de que hicimos un cambio profundo en
nuestras vidas. Podríamos decir es por gracia no por obras, si pero la palabra señala
que debemos hacer frutos dignos de arrepentimiento en Mateo 3:8.
Lo primero que debemos hacer es reconocer a
Dios como nuestro Padre y aceptar su disciplina y si es necesario el azote para
no ser un bastardo, a menos que nos dejemos vencer por nuestra desobediencia, inconstancia
o le neguemos expresamente y nos comportamos como tal, el Señor nos aclara tres
cosas en su palabra: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre…” Proverbios
6:20; “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le
negaré delante de mi Padre que está en los cielos” Mateo 10:33; “El que venciere
heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” Apocalipsis
21:7.
Hay hijos de Dios que no le gusta guardar sus mandamientos, por estar
sumergidos en las cosas del mundo, sus deseos desordenados, viviendo vanidades
ilusorias que no agradan al Padre y no dejan nada para la eternidad, viven
confundiendo la salvación con la vida eterna (tema que tocaré en otra
oportunidad), sin darse cuenta viven negando al Padre, con sus acciones impías
(no santas), rebeldes (desobedientes) o maldad oculta, aparentando una piedad
ante los hombres que es tremendamente burlesca y que entorpece la obra de Dios.
Solamente cuando sujetemos nuestra alma al Espíritu de Dios, venzamos la apatía
espiritual, la inercia que nos impide dar el paso, y muramos a la carne, el
mundo, sus deleites y al mal y resucitemos en el Señor, naciendo de nuevo, veremos su gloria, seremos hijos reconocidos (hijos manifestados), o seguiremos siendo bastardos, y no entraremos a disfrutar de la presencia del
Dios, Deuteronomio 23:2 “No entrará bastardo en la congregación de Jehová…”.
Oremos:
Señor, necesito un renovarme contigo, en tu
presencia, he visto que muchas de mis acciones han sido de carácter bastarda, perdóname
Padre Santo. Hoy quiero reconocer que no soy digno de estar a tu presencia,
porque he sido desobediente, no he querido aceptar tu disciplina, solo me he
dedicado a quejarme y ocultarme de tu presencia, me oculto con mis acciones
religiosas asistiendo a la iglesia en búsqueda de perdón, pero sin
arrepentimiento ni conversión genuina; por miedo a los azotes he clamado, pero
he entendido que no quiero ser un hijo bastardo, prefiero pasar por tus manos,
recibir tu disciplina y azotes confiando en tu amor, que perderme en manos del
mal. No permitas que me desvíe ni a la izquierda ni a la derecha, mantenme en
el camino de santidad y guarda mis pasos. Cuida a mi familia y danos la oportunidad
de encontrarnos contigo en oración y servicio. Bendice a los que no tienen de
ti y prospera a sus almas para que puedan recibir de tu añadidura. Te amo mi
Señor te reconozco como mi Padre!!! Gracias por reconocerme como tu hijo.
Exaltado y Bendecido seas Jesucristo. Amén.
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