viernes, 12 de agosto de 2016

¡MANIFIÉSTATE HIJO, MANIFIÉSTATE!

Todo hijo siempre espera que su padre se manifieste y todo padre espera que sus hijos también lo hagan; una vez un queridísimo amigo, que conozco desde hace treinta años aproximadamente, como un gesto de amor y un detalle para su adorada hija, nos recordó a sus amigos más cercanos, que no nos olvidáramos del cumpleaños de la sobrina (a todos los hijos de ese grupo de amigos les decimos sobrinos) y que nos agradecía un mensaje o una llamada telefónica. 

Me pareció tan maravilloso esa manifestación y loable su actitud que me pregunte ¿Qué será lo que una joven adolescente quiere escuchar de una cuerda de viejos amigos de su papá?, lo pensé unos minutos y le envié un mensaje que decía algo así:

“Buen día sobrina. Espero que en tu cumpleaños el Señor te llene de bendiciones y guarde cada paso que des. Que recibas mucho amor familiar y sobre todo que el viejo y agarra’o de tu padre se baje de la mula. Jejeje. Un beso. Tu tío y familia”; 

Ella respondiendo: “Jajajajaja, eso es lo mejor que me pudieron desear jajajajaja, Gracias”. Cumplí el objetivo, le alegre el día.

Lo mismo ocurre con los padres, ellos esperan que sus hijos se manifiesten con sus acciones: que sean obedientes, amorosos, dignos, honrados, ciudadanos ejemplares, de nobles sentimientos y respetuosos con los demás, aunque no siempre ocurre tales cosas. Estas anécdotas reales, me hace reflexionar profundamente sobre ¿Cómo es mi relación con Dios, y la manifestación en ambos sentidos? Primero toda persona espera una manifestación poderosa del Señor que impacte su vida radicalmente de manera positiva, que nos produzca mucha felicidad, sin embargo somos incapaces o consecuentes de manifestarnos de la misma manera.

Por ejemplo, todo creyente conoce que Dios se ha manifestado desde siempre y la mayor manifestación de amor es haberse hecho hombre en Jesucristo para nuestra salvación, pero mi actitud y obediencia no ha sido lo más acorde con él desde el principio de mi vida, tanto ha sido así que si evalúo desde la creación del hombre me doy cuenta que entramos en desobediencia con el Padre por escuchar lo que no debemos y lo que estamos sufriendo hasta hoy son las consecuencias de nuestras acciones: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” Tito 2:11; “Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado” Lucas 2:15; “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” Génesis 2:15; “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” Romanos 8:19; “Y al hombre dijo: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida” Génesis 3:17.

Ahora, muchos esperan la manifestación del Señor en los últimos tiempos, olvidando que el Señor se manifiesta a cada instante de nuestra vidas a favor, “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” 1 Corintios 12:7, sin embargo, por nuestra necedad e incredulidad creemos que tiene que ser una manifestación sobrenatural y estamos errados: “Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” Juan 6:26, eso no quiere decir que no podamos ver ciertas manifestaciones propias del poder de Dios, sino que esa acción no vaya hacer lo más importante y desvirtúe la esencia real de lo que representa el Señor para nuestra vidas y su palabra diaria.

Ojo, es importante aclarar que el mal también hace manifestaciones para engañarnos, por ejemplo brujos, agoreros, adivinos, falsos profetas o líderes religiosos: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” Mateo 24:24.

Es necesario que los Hijos de Dios se manifiesten en el Señor, den testimonio de un verdadero cambio de vida, no cambiando su condición terrenal o económica, sino su condición espiritual cosa que se hace difícil para aquellos que viven apegados al mundo y sus deleites. Hay quienes esperan que las cosas cambien, pero ellos se niegan a cambiar, ya sea por orgullo, miedo, chalequeo, o quizás por razones religiosas o culturales. No se atreven a mover un dedo, se quedan sentados a esperar de la misericordia del Señor o peor aún, creen que todo se acaba con la muerte física como piensan los falto de fe, o cometen la osadía de retar o exigir a Dios que se manifieste sobrenaturalmente sobre ellos para querer pensar en la posibilidad de un cambio como lo hizo Jacob, que lucho en su carne para que Dios le bendijera y al final quedo arengado hasta que hubo una verdadera conversión de su parte y vio la bendición.

No obstante, quien quiera ser un Hijo manifiesto de Dios debe tomar en consideración que:

1.  Como todo niño es necesario crecer, madurar y fortalecer nuestro espíritu, sobre todo en los momentos desérticos, de debilidad, angustia, tristeza, ansiedad, desesperanza, etc, porque allí es cuando se produce la mayor manifestación del Espíritu en nuestras vidas, ya que cuando todo va bien nos olvidamos por completo de la existencia de Dios.

2. Tenemos que renunciar a las acciones ocultas y vergonzosas para el Señor, aún aquellas cosas que decimos que son para Él, pero en realidad llevan detrás un interés, una crítica, una objeción, una duda, ya que todo será expuesto ante su luz y verdad: “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. 2 Corintios 4:2; “…porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse” Mateo 10:26. 

3.  Esperar la prueba que tiene el Señor para nuestra fe, donde se apreciará la calidad del Hijo de Dios que somos: “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” 1 Pedro 1:7.

4. Tenemos que apretarnos los pantalones, siendo sobrios y entendidos en las enseñanzas del Señor, es decir controlándonos y moderando nuestra forma de actuar, no dando rienda suelta a nuestra alma: “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” 1 Pedro 1:13.

5.  Mantenernos en caminos de santidad, hará que Dios ahora se manifieste en nosotros, relevando misterios ocultos que están en su palabra como lo dice Colosenses 1:26  “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos”.

Cuando sus hijos se manifiestan en lo secreto el Señor los dará a conocer en público, será como a José, que siendo golpeado, vendido y humillado como esclavo por sus hermanos, fue manifestado su linaje siendo reconocido por la autoridad máxima de ese entonces que fue el Faraón.


Si hemos de ser manifiestos como hijos de Dios, es porque ya estamos viendo a Jesucristo tal y como Él es, su palabra halló cabida en nosotros,  “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” 1 Juan 3:2; se “Ha manifestado sus palabras a Jacob (A Usted hijo natural), sus estatutos y sus juicios a Israel (A Usted hijo convertido)”. Como hijos, estamos obligados a manifestarnos mientras podamos en carne viva, para poder ser justificados ante el Padre por Cristo en Espíritu y algún día podamos ser vistos por ángeles; llevando la palabra, la verdad a los necesitados, siendo reconocido por el testimonio que ofrecemos al mundo para honor y honra de Dios y ser recibido arriba en gloria después de haber vencido nuestra carne, el mundo y mal, solo por estar y gozarnos en la presencia de nuestro Salvador Jesucristo en la eternidad. Amén

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