Muchos cristianos creemos que una
persona convertida es aquella que ha hecho la oración de fe y ha sido ganada
para que profese su fe en Cristo, sin embargo, la palabra dice: Mateo 7:21-23 “No
todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos, sino el
que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en
aquel día: «Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?». Y entonces les
declararé: «Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad»”;
de estos versículos podemos discernir que la conversión es mucho más de lo que
se nos ha enseñado, porque no solo hay que hacer la oración de fe, profesar de
Cristo, echar demonios o hacer milagros, sino que: (1) hay que hacer la
voluntad del Padre, (2) darnos a conocer al Padre, (3) no practicar la
iniquidad, ya que la conversión, no son palabras sino hechos.
“JAMÁS OS CONOCÍ”
El hecho que el Señor nos diga que jamás
nos conoció significa que, “Nosotros no quisimos conocerle a Él de corazón” en espíritu
y verdad, ya que Él lo conoce todo; esto se puede confirmar en Isaías 29:13 “Dice,
pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios
me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un
mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”; Dios conoce nuestro corazón, por
eso no le podemos engañar, Convertirse es una acción genuina de conocerle con
todo nuestro corazón, amarle sin restricciones, ponerlo en el lugar que le
corresponde, disponerse a obedecerle y hacer su voluntad, sin desechar la
palabra, ni pisotear su sangre. Oseas 4:6 “Mi pueblo fue destruido, porque le
faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del
sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus
hijos”. ¿Cuántos de nosotros somos buenos hijos? ¿Cuántos de nosotros nunca
hemos pisoteado la sangre de Cristo? Marcos 10:18 “Jesús le dijo: ¿Por qué me
llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios”.
Antes de seguir profundizando en las
santas escrituras al respecto, es necesario nos sea revelado por el Espíritu
Santo el significado real de Conversión, por lo tanto vamos a partir desde el
punto de vista terrenal o epistemológico: La palabra "con-vers-ión",
se dice que viene del latín y significa "acción y efecto de hacer algo
diferente”, “cambiar de religión", aquí es donde se origina la confusión,
porque no se trata de cambiar de religión sino de condición, decir que son “cristianos”
y se comportan como hombres naturales tirando a demonios, es tomar el nombre de
Dios en vano; muchas personas piensan que recibir a Cristo, es el único
requisito para ser salvos por gracia, sin embargo, “No todo el que me dice:
«Señor, Señor», entrará en el reino de los cielos”, entonces pareciera
contradictorio, pues, se nos tiene que revelar que esto es solo el principio, porque
falta el final y todo lo del medio, es decir, que sin cambio de condición, sin
conversión, todo trabajo es en vano, porque apartado de Señor nada podemos
hacer.
Separemos en partes sus componentes para
entenderlo: El prefijo con- (junto, completamente), versus- (dar la vuelta, cambiar
de sentido, girar), más el sufijo -sión (acción y efecto). Convertirse (1) es
invertir o cambiar de rumbo, es devolverse de sus malos caminos; (2) es poner
animadversión contra la maldad, o lo que lo mismo, enemistad contra la
iniquidad; (3) es sufrir un proceso de transformación o de metamorfosis donde
somos hombres nuevos sin la levadura vieja, donde dejamos de arrastrarnos en el
pecado para volar en santidad en el Señor; (4) es recibir y honrar el
sacrificio, la salvación y la vida eterna que Cristo nos regaló en la cruz, evitando
pisotear su sangre; (5) es restaurar y renovar nuestro templo personal,
viviendo en obediencia; (6) conversión es mucho más que arrepentimiento y
perdón, es el nivel más elevado de la estatura de Cristo.
¿DÓNDE ESTÁ EL FUNDAMENTO DE ESTAS AFIRMACIONES?
Todo hijo de Dios, que sigue a
Cristo, debe pasar todos sus pensamientos y acciones por el tamiz de la palabra
(la biblia), y este no será la excepción, entonces preparémonos para lo que el
Señor quiere hoy revelarte a ti, amado hermano:
1.
2
Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado,
y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces
yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”. ¿Quién es
el pueblo de Dios? Nosotros, ¿Quiénes invocan su nombre, oran y buscan de su
rostro?, si la lógica no me falla, nosotros; entonces ¿Quiénes se deben humillar
y convertir? Pues, nosotros, así que hijo de Dios no trate de justificar su
pecado, es hora de cambiar de rumbo, devuélvase de sus malos caminos, no lo
piense más.
2.
Mateo
12:30 “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.
Si no nos sometemos al Espíritu Santo, cometemos el error de colocarlos del
lado del mundo, la carne y el mal, por lo tanto desparramamos convirtiéndonos
en enemigo de Dios. Santiago 4:4-5 “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser
amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura
dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente?”.
3.
Efesios
4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que
está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de
vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad”. Hay hijos de Dios que son recurrentes y reiterativos en
un mismo pecado, porque no se han despojado de los viejos vicios, se dejan
arrastrar por ese deseo engañoso, no han sido renovados de alma, cuerpo y
espíritu, ya que se resisten vivir en santidad. Y que dice el Señor al respecto
en Hebreos 10:26-27 “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber
recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los
pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha
de devorar a los adversarios”.
4.
Tito
2:11-14 “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los
hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos
en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Quien
se niega a renunciar a la impiedad, a sus deseos mundanos y no vive sobria,
justa y en santidad pisotea al hijo de Dios, pisotea la sangre derramada en la
cruz, contrista al Espíritu Santo que mora en nosotros, así que está palabra es
para quienes caemos en estas cosas: Hebreos 10:29 “¿Cuánto mayor castigo
pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la
sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de
gracia?”.
5.
Zacarías
6:12 “Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos,
diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus
raíces, y edificará el templo de Jehová”. Obedecer no es una imposición sino
una decisión, es la acción más genuina de agradar al Señor, es derribar mi altivez
y argumentos para purificarme ante Dios. 2 Corintios 10:5 “Derribando
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y
llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”; 1 Pedro 1:22-23 “Habiendo
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para
el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón
puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por
la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
6.
Hechos
3:19-20 “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros
pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él
envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado”. Estas palabras iban dirigida
al pueblo de Dios, y ¿Quién es el pueblo de Dios en estos tiempos?, pues
nosotros, que tenemos que llegar a la unidad, conocimiento y santidad de
Jesucristo a través de la conversión de cada área de nuestras vidas. Efesios
4:13 “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del
Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo”.
REFLEXIÓN FINAL
El Señor no desea que
ninguno de sus hijos se pierda, por eso ha prolongado su misericordia, dando
tiempo para el arrepentimiento y la conversión genuina. 2 Pedro 3:9 (BLP) “No
es que el Señor se retrase en cumplir lo prometido, como algunos piensan; es
que tiene paciencia con vosotros y no quiere que nadie se pierda, sino que
todos se conviertan”;
La
conversión es un proceso, no un acontecimiento, que se inició con el nuevo
nacimiento, cuando recibimos a Cristo, 1 Juan 5:4-5 “Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el
Hijo de Dios?”; y finaliza cuando hayamos vencido en Cristo, en tal sentido, un
hijo de fe es un hijo convertido, uno que venció el pecado huyendo de la
tentación, se fortaleció y lavó a diario su ropa espiritual en la presencia del
Espíritu, santificándose con obras dignas de arrepentimiento, guardando,
haciendo y obedeciendo la palabra del Señor: Apocalipsis 22:14 “Bienaventurados
los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar
por las puertas en la ciudad”; Apocalipsis 2:11 “El que tiene oído, oiga lo que
el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda
muerte”; Apocalipsis 2:26 “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin,
yo le daré autoridad sobre las naciones”; Apocalipsis 3:5 “El que venciere será
vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”.
Nosotros
somos el reflejo de lo que hay en nuestro corazón, el testimonio habla por sí solo,
si decimos que somos hijos de Dios, y en nuestras acciones son contrarias, es
porque el Espíritu Santo no gobierna nuestras vidas, no hemos vencido, por eso
no reflejamos la luz de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza entre otras cosas; somos címbalos resonantes, que lo
único que hacemos es ruido y no nos hemos convertido. El Señor, hijo de Dios, te
exhorta a convertirte, si piensas que ya lo hiciste, gloria Dios, mantente
firme; sino lo has hecho, gloria a Dios, porque estamos a tiempo para
arrepentirnos y enderezar nuestro camino, porque el tiempo se acaba y los
tiempos de gracia dejaran de ser y ya no habrá oportunidad para quienes lo
ignoren. Esforcémonos y seamos valientes ¡Dios te bendiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario