sábado, 11 de abril de 2020

LA VOLUNTAD QUE QUIERO



Someter la voluntad, es una decisión profunda del ser que cuesta mucho tomar, primero porque hay que renovar nuestros pensamientos para destronar al principal enemigo, el alma, que se niega a entregar el gobierno de nuestras vidas al tener sentado en el trono al ego, el cual esta puesto para corrompe a su principal socio, nuestro espíritu; que seguramente estará enfermo, contaminado, hediendo a muerte al satisfacer los deleites ilusorios de nuestra carne; Por eso es necesario limpiarlo y purificarlo de nuestra impiedad y maldad para nacer de nuevo, anexando a este proceso al cuerpo, que es el componente más débil y susceptible de nuestro ser, y quien sufre las consecuencias del pecado, por lo cual debemos tratar de convertirlo en templo santo para honrar al Padre. ¿Pero cómo se hace eso?

A pesar que la oración de fe es el inicio y acta de nacimiento de nuestra vida espiritual en Cristo, cuando la hacemos de corazón, es necesario aumentar nuestra fe oyendo la palabra, ocupando todos los espacios de nuestra vida que están llenos de tinieblas, desplazándolas con la luz de Dios; es acá, donde se debe activar la oración para alinear mi voluntad a la voluntad del Padre, que es la voluntad que yo quiero o que pretendo cumplir; solo en oración podré identificar, con mucho discernimiento del Espíritu, cuáles son mis fortalezas y debilidades para supeditarlas a Dios y decidir sujetarlas a su voluntad; quiere decir, que indefectiblemente mi sistema religioso o de creencias debe cambiar en un estilo de vida de santidad y presencia de Dios, si es que quiero entrar en un proceso de conversión, para que haya coherencia entre lo que creo, pienso, siento y actúo de acuerdo a mi fe en Cristo.

Pensar como los incrédulos (que en las iglesias hay muchos), de que la vida es un cuento que se acaba con la muerte y por eso hay que disfrutarla al máximo, sin control del Espíritu de Dios: en libertad (libertinaje) dándole al cuerpo lo que pida, disfrutando de los placeres terrenales (carne), actuando irreverentemente con rebeldía (en desobediencia) y creyendo condicionalmente en Dios (a mi manera, más por lo que veo y siento), es un error que tarde o temprano tendrá sus frutos, y por ello daremos cuentas, entonces no nos quejemos cuando nos pase factura.

ENTRANDO EN CONCIENCIA

He escuchado expresiones como: ¡De algo se tiene que morir uno!, ¡A tomar y gozar que el mundo se va a acabar!, ¡Tranquilo hoy peco y mañana me arrepiento, Dios es bueno y lo perdona todo!, las cuales no son coherentes a lo que creemos ni fijan límites a nuestra locura y que tarde o temprano traerá sus consecuencias, ya que de todo lo que sembremos, eso segaremos; hay caminos de muerte y perdición, que para muchos incrédulos son puras fábulas, pero no hay dudas de que se verá reflejado en la eternidad, sin embargo, muchos no están preparados para esta conversación como dice el meme; es por ello que debemos dejar el cuento que venimos viviendo y tomar la vida con conciencia, como debería ser, con decencia y orden, pero eso es una decisión personal, que cada quién debe asumir; Ojo, decir ¡No!, a conductas como estas y a nuestra naturaleza pecaminosa (humana) es posible y es el principio de someter nuestra voluntad a Dios, solo necesitamos obedecer. 1 Corintios 14:40 “Pero hágase todo decentemente y con orden”.

Convertir la voluntad es querer cambiar, es entrar en conciencia; seguramente ha escuchado muchas veces que, si el futuro no te emociona seguramente no estás en el presente correcto, pregúntese ¿Dónde quiero pasar mi eternidad? Si su respuesta es en el reino de los cielos, entonces ¿Qué está haciendo hoy para conseguirlo?, la repuesta a esta pregunta necesariamente lo debe llevar a menguar a su yo y dejar que el Señor enderece sus pasos, a que gobierne su vida a través del Espíritu Santo haciendo su voluntad; oyendo y aprendiendo la palabra, y más que oírla, hacerla, obedeciéndola aunque no esté de acuerdo con ella o no tenga la más mínima idea de lo que Dios quiere para su vida; no pretenda torcerla porque puede entorpecer la manifestación gloriosa del poder del Señor sobre usted; crea y tenga la certeza que lo que viene es muy bueno; sienta en su corazón el fervientemente anhelo de conocer más de Dios y entre en una íntima comunión con Él haciendo obras dignas de arrepentimiento, reconociendo su condición espiritual (de pecado), pidiendo perdón, visualizando quién es usted en Cristo, aceptando la verdad por muy dura que sea, sincerándose realmente con Dios.

Aprenda que le está diciendo hoy el Señor, discierna en que debe trabajar, que está haciendo mal, que debe fortalecer espiritualmente, que debe obedecer y guardar, que mensaje debe llevar a su familia, hijos, amigos, vecinos, etc., en que se está desgastando y si está testificando para reconciliar, restaurar, edificar y convertir su vida y la de otros, para lograr de esta manera alcanzar la salvación y la vida eterna para las naciones, porque la mies es mucha y los obreros son pocos. “Porque ¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” Mateo 16:26.

Un varón espiritual sujeto a la voluntad de Dios, es un hombre consciente del compromiso que tiene ante el Señor, es tener claridad de lo que está pasando, para qué y por quién ocurre, viendo el reflejo de cada hecho en la palabra, el cuál debe ser bajada en oración y revelación para su vida, no de manera sobrenatural por voluntad de hombre, como si fuera esoterismo o encantamiento, sino por entendimiento, convencimiento y sometimiento a Dios, a través del Espíritu Santo.

NO DEJE QUE LA VOLUNTAD SE ESCAPE 

La mayor responsabilidad que tiene un discípulo o hijo de Dios, es cambiar o convertir su vida convencido que Cristo es el camino, la verdad y la vida sin tener a nadie que se lo viva recordando, solo por el temor reverente a Él; y después ayudar a cambiar o convertir a otros, llevando las buenas nuevas sin desenfocarse, permaneciendo firme velando de no caer. Mientras exista las personas que supuestamente siguen a Cristo o se creen hijos de Dios, pero viven en constante contienda por razones o dogmas religiosos más que por la convicción real de Jesucristo como Señor, Rey y Dios de sus vidas, las almas se seguirán perdiendo y morirán sin Cristo, cuenta que tendremos pendiente y por la cual también daremos cuenta.

Si somos hijos de Dios, muéstrelo con sus obras pero con fe al Señor, con la fe puesta en Cristo, ya que la fe sin obras es muerta y las obras sin fe también lo es; no deje que la vida eterna se le escape, por su torpe manera de pensar y actuar, los minutos pasan y no los podemos detener ni comprar en el viejito de la tienda, ni vamos a obtenerla asistiendo a una iglesia todos los domingos, ni haciendo buenas obras, dando de comer a los pobres u ofrendando a las iglesias; si no nos convertimos al Señor de verdad todo es en vano, esto es una verdad, y yo decido si hacer mi voluntad o hago la de Él.

Jesucristo vino hacer la voluntad del Padre, vivió, trajo el mensaje, murió y resucitó, nos dejó al Espíritu Santo para enseñarlos, redargüirnos y recordarnos la palabra y sus enseñanzas, la que más requiramos dependiendo de la necesidad que tenemos. Pues en nuestras manos está la decisión el vivir o morir, y como diría Pablo, si me toca decidir entre vivir y morir, yo lo haría por Cristo, porque morir en Él es vivir y resucitar en Él, es cuestión de fe. Vivir sin él es pura vanidad, es darle un contenido fuera del contexto divino a nuestras vidas; entonces luchemos, esforcémonos, seamos valientes de vivir en Cristo, relacionándonos correctamente, eliminemos nuestro ego y sus apellidos (latría, ismo, ista, centrismo, etc), llenémonos ante el Señor, no se queje por lo que está pasando su alrededor, no lo vea como un  derecho, el derecho es la queja oculta, glorifique el nombre del Señor y decida creerle; su gracia y misericordia se posarán sobre usted. Juan 11: 40 “Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”.

REFLEXIÓN

No culpemos a otros por nuestros errores, la responsabilidad ante Dios no se traspasa ni se delega, hacerme cargo de mí vida espiritual es un compromiso personal que tendré hasta el día de mi muerte terrenal, después será demasiado tarde, ya no habrá salvación. Es mejor crecer, construir, edificar, testificar hoy para el Señor que preguntarse o preguntarle, cuando se acabe el tiempo, si era necesario; aprenda a escuchar; Cristo partió nuestra vida en dos, ante y después de Él, como lo hizo con la humanidad; evadir, para no obedecer y seguir haciendo nuestra voluntad no es una opción, aprovechemos la oportunidad que Dios nos está dando para que nos gocemos en su santa presencia a su llamado, no la desperdiciemos ni la perdamos. Si siente que su camino no le está llevando a encontrarse con Dios es porque no estamos haciendo la voluntad del Padre. Diga ahora con entendimiento: ¡Quiero hacer tu voluntad Padre de los cielos!, te cedo la mía. 1 Tesalonicenses 4: 3 “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;…”; Juan 6: 40 “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”; Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Ahora, hagamos una pequeña oración: Te entrego mi voluntad Señor porque la tuya es buena, agradable y perfecta. La gloria y honra sean para ti mi Señor. Amén

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