Allá a
finales de los años ochenta, específicamente entre 1987 y 1988, un día sábado muy
temprano, a la luz del alba, se disponían los cadetes de 2do año, recién
ascendidos, a efectuar sus ejercicios de boga en la rada del puerto la Guaira,
en embarcaciones tipo balleneras dispuestas para la enseñanza marinera; todos los
esforzados cadetes pertenecían a la primera compañía de la otrora Escuela Naval
de Venezuela. Su uniforme de boga era: una franela blanca, cuello en “V”; un pantalón
blanco con raya azul a los costados, de tela drill ceñido con una correa blanca
y hebilla impecable; zapatos de goma blancos (tenis suela dura, nada
ortopédicos) denominados “los quiero bañarme”, en honor a un afamado superior infante
de marina que le gustaban esos tenis para trotar; la gorra de marinero blanca
impecable y un salvavidas anaranjado tipo chaleco.
Para iniciar
la maniobra, primero un adoctrinamiento largo y tendido, largo por las palabras
que salían de la boca del oficial al mando y tendido por la posición horizontal que tenían
los cadetes al subir y bajar en las flexiones de brazos. Luego de bogar en el
canal balizado por horas, bajo un sol inclemente, sin hidratación, ni descanso al mando del Teniente de Fragata Puche Figueredo quien usaba un megáfono para dirigir sincronizadamente
las acciones, se escucha de repente una voz de mando firme que exclamaba: ¡AGUAS!,
y todos los enérgicos cadetes se lanzaron por la borda sin pensarlo, babor o
estribor, la más cercana no importaba cual, con remos, cartera y todo lo que cargaban
encima.
Experiencia
que dejó una huella, con tinta indeleble en la bitácora de mi vida, porque a
pesar de mi torpeza como novel marino, “lacio” de por sí, la obediencia y el
valor impreso en mi ADN con sangre, sudor y lágrimas en la cubierta principal
de nuestra amada Escuela, fue lo que nos motivó a realizarlo como un acto
reflejo sin temor a las consecuencias, porque para eso nos estábamos formando,
para dar la vida si era necesario.
Una vez el
Señor Jesucristo, le dijo a Simón (Pedro) lo siguiente: Lucas 5:4 “…Boga mar
adentro, y echad vuestras redes para pescar”; este personaje, que era pescador
de profesión, no estaba muy convencido de cumplir con su instrucción: primero
porque acaban de regresar de una larga jornada infructuosa de pesca y segundo porque
el que conocía de pesca era él, desde niño, respondiéndole: Lucas 5:5 “…Maestro,
toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra
echaré la red”; su sorpresa fue tal, que al cumplir con lo que el Señor le había
mandado, presenció el poder y gloria de Dios: Lucas 5:6 “Y habiéndolo hecho,
encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía”; en consecuencia, por la vergüenza de su incredulidad, se postro y reconoció su pecado: Lucas 5:8 “Viendo esto Simón Pedro, cayó de
rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador”.
De este
pasaje podemos aprender varias cosas, que es importante pedir al Espíritu Santo
que traiga revelación y entendimiento para conversión, de lo contrario seguiremos en las mismas y con las
mismas, es decir, revolcándonos en nuestra propia inmundicia como la puerca:
1.
Cuando el Señor los dice que bogue “mar adentro”, siempre existe la incertidumbre y el temor de adentrarse en las profundidades
del mar desconocido, en las profundidades de Dios, por una fe defectuosa; Pedro, por ejemplo, a pesar de ser pescador
experto, seguramente muy buen nadador, conocedor de los arrecifes y las zonas
donde se encontraban los peces, le dijo a Jesús, en otra ocasión, que lo salvara cuando se estaba
hundiendo en el mar por falta de fe, por haber perdido su mirada en Él y
dejarse atacar por la duda, igualmente ocurre en este caso, no creyó, porque sentía su sabiduría era suficiente, pero obedeció a pesar de...; muchas veces cuando nos
envalentonamos, sin Dios, lo queremos hacer con nuestra fuerza, en la carne como
queriéndole agradar, sin la ayuda del Espíritu Santo, entonces fracasamos,
perdemos el trabajo, el tiempo y hasta nos convertimos en piedra de tropiezo para algunos débiles espirituales y perdidos, ya que estamos tan llenos de religiosidad que somos sensibles a cualquier
corriente o doctrina humana que nos hace prevaricar o claudicar en el camino, crear falsas creencias con esquemas difíciles de romper a menos que el Señor de la orden.
2. Como
creyentes podemos pasar toda la vida “trabajando” en lo que creemos que son
obras buenas para justificar nuestra condición de pecado ante el Señor, como tratando de pagar o resarcir por nuestra iniquidad, pero todo eso es “patada de ahogado”; aunque queramos
manipular a Dios y valernos de su misericordia a favor nuestro, nada podemos hacer, porque hay un detalle sublime: Dios es justo y cumple su palabra, a Él no le podemos engañar; sin contar que no es por
obra sino por su gracia que vamos a obtener la salvación y vida eterna, por eso tenemos que amarlo, escucharlo, obedecerlo y
convertirnos en hijos, ciudadanos del reino, sino edificamos en vano; Efesios 2:8 “Porque por gracia sois
salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe”; Salmo 127:1 “Si Jehová no edificare la casa, En
vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano
vela la guardia”; Romanos 6:23 “Porque la paga del pecado es muerte, más la
dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
3.
Cuando tenemos un corazón arrepentido, contristo
y humillado al Señor, la manifestación de su poder y gloria en nuestra vida es
sorprendente, ya que Él, que nos ama infinitamente, al ver un corazón dispuesto con estas
características no lo desprecia gracias a su fidelidad hacia mí, no por mía; además su palabra dice que ni
lo alto, ni lo profundo, ni cosa pensada o creada por el hombre nos puede
separar de su amor infinito. Pero cuál es el problema porque no queremos ir mar adentro, buscando las aguas del Señor, porque nadie se le ha revelado el: “Fuerte soy”, vivimos sucumbiendo en nuestra debilidad ante un mundo dominado por el mar y los placeres que nuestra carne anhela por falta de
conversión genuina.
4.
Pedro, en su ignorancia, le pedía la Señor que
se apartara de él, por ser pecador; no entendía que si la vida era difícil con
Cristo a su lado, como sería si nos apartamos de su presencia; Jesús, de por sí, no
estaba buscando a personas perfectas o santas, sino a los defectuosos, perdidos para hacerlos perfectos y santos, a través de la conversión y por su santidad, no por lo que ellos hacían. Por eso quién se crea santo, sabio,
bueno, recto, justo, apartado del mal, sométase al fuego purificador del
Espíritu Santo, que sacará todo a flote, exponiendo a la luz el más oscuro tesoro de
nuestras inmundicias, por eso aunque boguemos de norte a sur de este a oeste, sin la guía, enseñanza o exhortación del Señor a través de su Espíritu estaremos navegando en círculos, al mando de nosotros u otra potestad.
Solo le pido
al Señor que deje en mí, su huella, que tome el timón y mando de mi vida, que me selle con el poder de su Espíritu,
con la tinta indeleble de su sangre derramada en la cruz, que su palabra sea el
derrotero a seguir, que me enseñe a timonear por aguas tormentosas
con su serenidad y paz, y me permita sobrevivir a los naufragios y zozobras que me trae el
mundo, la carne y mal; que mi torpeza no interfiera en el rumbo que tengo que seguir y que estoy dispuesto a cumplir, siendo obediente, esforzado y valiente en mi espíritu; llévame Señor por caminos de tu perfección, ya que quiero ser engendrado con el ADN del Cristo en
Espíritu y verdad; que pueda decir un día “ya no vivo yo, sino que Cristo vive
en mí” y finalizar la carrera con gozo, habiendo llegado a la meta.
Gracias Dios
por tu palabra que es refrigerio para mis huesos y descanso para alma, bendito
seas, Padre de los cielos, bendito sea tu nombre mi Señor Jesucristo,
te amo. Amén.
PD. Si estás bogando hacia el mar profundo al lado del Señor comparte esta enseñanza a quién la pueda necesitar. En el nombre de mi Señor te bendigo.
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