domingo, 16 de septiembre de 2018

EN CONTRA DE MI VOLUNTAD



La voluntad es la intención o el deseo de hacer algo. Hay quienes lo definen como el “libre albedrío” o la libre potestad; también se utiliza para referirse al esfuerzo, coraje y determinación. En algunos casos, se utiliza como manifestación de “amor” o “cariño”. De acuerdo a su origen etimológico, la palabra “voluntad” proviene del latín “voluntatis”, que deriva del verbo volo, velle y significa: querer, desear; es decir, “querer actuar” en función de ciertos objetivos, que por lo general son los nuestros, en base a pensamientos y/o emociones que nos llevan a tomar decisiones.
Hay un querer que tiene grabado un propósito sobrenatural, la voluntad de Dios; la cual siempre se cumple, aunque a veces no la entendamos ni la aceptemos.
Este es un misterio que solo será revelado cuando nos disponemos a conocer al Señor en su magnificencia y profundidad; su manifestación trae consigo una inusual obediencia y fidelidad a la esencia divina de Dios y su amor; es cuando me niego a mí mismo para entregar todo mi ser: alma, cuerpo y espíritu hasta comprobar su buena voluntad, como el sacrificio agradable y perfecto que hizo el Señor Jesucristo en la cruz por mí.
Muchas veces nos empeñamos en querer hacer nuestra voluntad o queremos que el Señor la alcahuetee, ya que, tenemos un espíritu rebelde, lejano a lo que Dios manda o enseña, esto es producto de que la voluntad tiende a asociarse con mi concupiscencia la cual se esconde en cualquier parte de mí ser, especialmente en el corazón, donde mis deseos desordenados toman el control y me impulsan a hacer lo malo. Estar en contra de mi voluntad produce rechazo, en especial lo santo del Señor, por eso que nos cuesta tanto obedecerlo, la voluntad de Dios y mi voluntad inconversa son polos que se rechazan, por mi condición de pecado.
La voluntad por lo general está asociada a la carne (alma y cuerpo) sin embargo, escudriñando la palabra, se puede aprender de Dios unos sublimes detalles que rompen mi esquema mental y doctrinario, transformando y ampliando mi entendimiento del conocimiento del Señor, sobre todo en un tiempo donde la apostasía es la orden del día, la cual busca confundir, corromper y engañar con manipulación mi vida para desviarme del camino correcto. Romanos 7:14-19 “Porque sabemos que la ley (la palabra) es espiritual (por eso me redarguye); mas yo soy carnal, vendido al pecado (soy corrupto). Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago (por falta de conversión). Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí (expelo muerte espiritual). Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien (por un espíritu corrompido y alma no sometida a la voluntad de Dios); porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”.
Lograr dirigir nuestras decisiones en función de lo que el Señor ha ordenado, es recibir la revelación y la conversión suficiente para qué nuestras actuaciones sean en Espíritu y verdad. Cuando mi voluntad está sometida a la de Dios es porque ella está renovada, dispuesta, convencida por fe y/o entrenada, desde lo más profundo del corazón, para vivir en santidad, alejado de caminos de tinieblas.
Hay quienes por oír e ir detrás de ciertas fuerzas interiores (carne: alma, cuerpo y espíritu corrompido) o exteriores (mundo, potestades, huestes de maldad de las regiones celestes) y no la de Dios, son entregados a los enemigos acuerdo a su voluntad; pero cuantas veces el Señor ha tratado de disuadirnos de diferentes maneras con la finalidad de bajar esa cerviz, necia y altanera y sin embargo por la rebeldía no hemos escuchado ni actuado produciendo nefastas consecuencias espirituales. Deuteronomio 10:16 “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz”; Hechos 21:14 “Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor”; 2 Crónicas 25:20 “Mas Amasías no quiso oír; porque era la voluntad de Dios, que los quería entregar en manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado los dioses de Edom”.
1.        ¿Qué pasa cuando mi alma se somete a la voluntad de Dios?
.- No me dejo seducir por el mundo, sus bochinches, los deseos de la carne, los ojos o la vanagloria de la vida, no me conformo con sus ofrecimientos: 1 Juan 2:16-17 “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.
.- Compruebo lo agradable y perfecto de Dios, mi pensamiento se transforma y renueva: Romanos 12:2 “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
.- No me afano, controlo mis emociones a pesar de los tiempos adversos y de las pruebas que se me presentan, doy gracias en todo momento, tengo la confianza en el Señor, desarrollo su fruto en mi corazón: Jeremías 29:11 “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”; 1 Tesalonicenses 5:18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”; Lucas 12:22 “…Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis”.
2.        ¿Qué pasa cuando mi cuerpo es obediente a la voluntad de Dios?
.- Soy cuidadoso con mi cuerpo, trato de mantenerme en santidad, para dar honra y honor al Cristo, se nota en mi semblante; renuncio a mi concupiscencia y dejo de comportarme como los que no conocen a Dios: 1 Tesalonicenses 4:3 “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”.
.- No ignoro que mi cuerpo un templo santo, por eso lo edifico sobre la roca a través de la oración, buscando al Señor cada día, oyendo sus palabras y haciéndolas: Lucas 6:46 “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”.
.- Mi cuerpo es piedra de testimonio del Señor ante los hombres de manera incuestionable, donde fluyen corrientes de agua viva. 1 Pedro 2:15 “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”; Efesios 6:6 “no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios”.
3.        ¿Qué pasa cuando mi espíritu experimenta la voluntad de Dios?
.- Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí: Lucas 22:42 “…Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
.- Discierno en espíritu lo que viene de Dios, independientemente de su procedencia, y lo que puede ser piedra de tropiezo para otros: Juan 7:17 “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”; 1 Corintios 1:27-29 “sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia”; 2 Corintios 6:3 “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado”.
.- Acepto la manifestación del Padre con un corazón limpio, sin duda o queja; existe gozo sobrenatural y un agradecimiento sincero: Mateo 6:10 “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”; Romanos 14:23 “Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado”. 
.- Pongo al Señor de primero sobre todas las cosas que vemos, emprendemos o hacemos, trayéndonos a lugares de bendición donde fluye leche y miel (salvación y vida eterna): Juan 6:40 “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”; Deuteronomio 26:9 “y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel”.
.- Renuncio a la insensatez religiosa, me convierto, entiendo de la voluntad del Padre: Efesios 5:17 “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”; Juan 6:39 “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere (el fruto del Espíritu Santo), no pierda yo nada (por religiosidad, soberbia espiritual), sino que lo resucite en el día postrero”.
Es necesario que haya una humillación y conversión integral sincera en mí, sin mirar atrás, ya que estar dispuesto a aceptar la voluntad del Padre “no es hacerla, es por ello que el Señor nos exhorta a cada momento a hacerla para estar apto para entrar al reino de los cielos, de lo contrario soy un religioso más que queriendo hacer lo bueno hago lo contrario, porque nunca me fue revelado. 2 Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”; Mateo 7:21 “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”; Lucas 9:62 “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”; así que seamos valientes y esforcémonos para que el Señor: Hebreos 13:21 “os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad…”.
Oremos: Padre los cielos, cuantas veces he dicho que hagas tu voluntad en mí, y siempre la has hecho y hasta ahora me he dado cuenta que el que se niega a hacer tu voluntad soy yo mismo, perdóname Señor por mi rebeldía; hasta ahora se me ha revelado que tú nunca has estado en contra mi voluntad, sino yo he estado en contra la tuya, avergonzado estoy. Señor dime la palabra justa para sanar mi espíritu, alma y cuerpo, sigue limpiando todas las áreas que no te agradan. Quiero darte gracias por esta espada, que ha penetrado a lo más profundo de mí ser, que aunque dolorosa me ha hecho entender que tu voluntad es buena, agradable y perfecta, gracias mi Señor, por tanta misericordia, por tanto amor, bendito sea tu nombre. Te amo altísimo Jesucristo. Amén.

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