Hace un tiempo atrás cite que había
sembrado una mata de aguacate en el patio de mi casa que no me había dado
frutos durante siete años aproximadamente, y tuve las intenciones de cortarla y
desecharla, pero una vez que vino la presencia del Señor a su vida a través de
la oración de uno de sus hijos, se produjo la manifestación (el milagro) de dar
frutos seis meses después; desde ese momento no ha parado sorprendernos y deleitarnos,
tanto es así que ha permanecido cargada todo el año mostrando el poder
sobrenatural de Dios; no ha terminado de soltar la primera carga del año cuando
el buen árbol vuelve a florear y cargarse por segunda vez.
Sus frutos son deliciosos, cremosos
y agradables a nuestro paladar siendo una bendición para mi familia, mis
hermanos y los vecinos, porque cuando Dios da se desborda la bendición. La palabra
dice en Mateo 13:23 “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que
oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a
treinta por uno”; mi hermoso árbol oyó y entendió que debía dar frutos para
alabar y glorificar al Señor y a las pruebas me remito.
Me siento bienaventurado por mi
mata de aguacate, ya que ahora da fruto en su tiempo y fuera de él, es como un
indicador de cómo está la vida espiritual del todo el núcleo familiar, ya que si
la palabra del Señor halla cabida en nuestros corazones (esposa, hijos y mi
persona) Él se manifiesta, aunque pudiéramos estar pasando por la peor de las adversidades
o sequías terrenales, siempre manteniendo el debido cuidado de los frutos con mucha
reverencia y santidad; el Salmo 1:2-3 dice “…en la ley de Jehová está su
delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo
que hace, prosperará”; cuando observó y degusto sus exquisitos frutos me
pregunto en revelación: ¿Qué tipo de árbol soy yo para el Señor? ¿Será que Él
se deleita al echarle una probadita a mis frutos? ¿Su complacencia es tal se
escucha su voz desde los cielos?
Al profundizar al respecto, me
traslado a cuando el Señor trae palabra revelada desde los cielos, la delicia y
gozo que transfiere a mi vida es impresionante, ya que penetra profundamente y
rompe mis estructuras almáticas partiendo en dos mis tuétanos, trayendo luz,
salvación y sanidad, me quita el prepucio de mi incircunciso corazón,
llevándome por caminos de conversión (prosperidad del alma), que sin la
manifestación o ayuda suya sería esfuerzo vano y carnal.
Hay muchos tipos de frutos que
podemos estar entregando al Señor; sus colores, sabores, olores y texturas
pueden determinar la calidad y su excelencia, el cual va a depender del gusto
de nuestro corazón, lo que indica que lo bueno, agradable, apetecible y delicioso
del fruto que estoy entregando por la condición conocida del mi corazón no
quiere decir que es el adecuado, el más nutritivo o el más saludable para nuestra
vida espiritual; existen, por ejemplo, ciertos frutos jugosos, secos, dulces, cítricos,
texturizados, cremosos, indehiscente, suaves, pero también se halla el fruto
del Espíritu y otros tales como: los jactanciosos, codiciables, babilónicos,
necios, manipulables, aflictivos, envidiosos, contenciosos, corruptibles, impacientes,
angustiosos, iracundos, injustos, enfermizos, inmundos, de mancha, vanidad
y mortandad, entre otros.
Hay frutos que aparentemente son
buenos y agradables, pero buscan saciar nuestra carne, los cuales nos arrastran
a comer y dar de comer a otros de sus dulces mieles pero que al final son
ajenjo y hiel; Génesis 3:6 “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y
que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y
tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como
ella”.
Otros traen consigo un interés
terrenal oculto queriendo ofrecerlo al Señor de manera disfrazada como tratándolo
de engañar olvidando que él ve nuestros corazones, Génesis 4:3, 5 “Y aconteció
andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová… pero
no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya…”; para todos estos casos el pago por
presentar estos frutos es muerte espiritual, por el pecado velado que posee, a
menos de que hagamos frutos dignos de obediencia y arrepentimiento, conversión
genuina ante el Señor; Mateo 3:8 “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”;
Lucas 6:43 “No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da
buen fruto”, es por ello que es necesario que derribemos nuestros esquemas,
esfuerzos religiosos y dejemos que el Espíritu Santo edifique y guarde mi ser;
Lucas 12:18 “Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores,
y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes”.
Por otro lado es necesario que mi
ser sea reconocido por el Señor a causa de mis frutos, que cuando Él venga de
comer de este fruto llamado Douglas (ponga su nombre), pueda decir: ¡Está
delicioso sabe a mí!, sabe al Cristo vivo; muchas veces nuestros frutos manifiestos
serán probados en revelación, pasados por fuego para ser aceptos ante el Señor,
ya que solo se le pueden ofrecer frutos de excelentísima calidad en Espíritu,
de lo contrario serán desechados; Mateo 7:20 “Así que, por sus frutos los
conoceréis”; 1 Corintios 3:13 “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque
el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno
cuál sea, el fuego la probará”; 2 Pedro 2:13 “recibiendo el galardón de su
injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son
inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en
sus errores”; Apocalipsis 18:14 “Los frutos codiciados por tu alma se apartaron
de ti, y todas las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado, y nunca más
las hallarás”; Mateo 3:10 “…por tanto, todo árbol que no da buen fruto es
cortado y echado en el fuego”.
El Señor nos hace una sugerencia
con respecto a los frutos en Apocalipsis 3:18 “Por tanto, yo te aconsejo que de
mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico (fruto de purificación,
conversión), y vestiduras blancas para vestirte (fruto de santidad), y que no
se descubra la vergüenza de tu desnudez (fruto de pecado y maldad); y unge tus
ojos con colirio, para que veas (la palabra revelada)”; para que los frutos de
Dios se vean en mi es necesario desearlos y trabajar duro para obtenerlos,
labrándola con la palabra (no adulterada ni manipulada por mi alma), y así
escudriñar y crecer para salvación: 2 Timoteo 2:6 “El labrador, para participar
de los frutos, debe trabajar primero”; 1 Pedro 1:10 “Los profetas que
profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente
indagaron acerca de esta salvación”; 1 Pedro 2:2 “Desead, como niños recién
nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para
salvación”.
Oremos: Señor tu eres bueno y
glorioso, das vida a los muertos y ofreces delicioso fruto a través de tu
Espíritu cuando te place hacerlo aún sin nosotros merecerlo, gracias Dios por
tu misericordia y manifestación de amor,
me gozo en ti cuando traes el fruto de tu Espíritu a mi vida y me das a comer
de tu palabra. Padre Santo, quiero ser reconocido por mis frutos ante ti,
quiero entregar frutos de santidad, pureza y conversión, pero tú me invitas a
esforzarme y ser valiente y eso quiero hacer aunque hago lo contrario, por eso
guárdame de pecar contra ti, renuncio a todos los frutos que provienen de la
carne, del mundo y del mal y te pido que me ayudes a mantener firme para no
caer, no quiero ser un árbol echado al fuego eterno por no dar tus frutos, te
cedo el control de mi vida, si he de vivir lo quiero hacer injertado al árbol
de la vid y ofrecerte lo mejor de ti en mi cuando me llames a tu presencia, que
mi color, sabor, olor, todo mi ser este impregnado de tu sabia, para que me
aceptes y con agrado recibas de este fruto, rendido a tus pies. Amén
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