Cuando
escuchamos un buen consejo se hace necesario atenderlo con diligencia no vaya a
ser que patinemos o nos deslicemos en nuestros propios pensamientos. Quien
aconseja debe ser persona firme, sensata y prudente, persona que corrige sin
tener un objetivo oculto u oscuro. He visto muchas veces que por no atender un
sabio consejo a tiempo se comenten infinidad de errores que desencadenan
infelicidad y frustraciones en nuestra alma, produciendo vergüenza en muchos
casos, trayendo indiferencia, ira, soberbia, necedad, maldad y dolor a nuestras
vidas y al entorno que amamos.
Hay
quienes piensan que las personas no aprenden por cabeza de otro, es decir son
dados a rechazar los consejos y por ende a equivocarse, estas actitudes son
simplemente rebeliones manifiestas ante Dios y los hombres "sabios", producto de
nuestra naturaleza humana, y que no permite que exista una atención al consejo
a menos que esa persona ejerza una autoridad o liderazgo (para bien o para mal)
sobre nosotros, a sabiendas que recibiremos tarde o temprano la justa
retribución de nuestros actos.
Esto
no es nuevo, ni estoy inventando el agua tibia, desde la creación del mundo el
Señor siempre nos ha dado ordenanzas y consejos, que por dureza de nuestro
corazón y el "libre albedrío" decidimos no cumplir, la palabra dice que todo nos
he lícito pero no todo conviene, por lo general hacemos lo que no nos conviene,
simplemente porque dejamos que nuestro corazón desate toda su maldad, pasiones
desordenadas y codicia, alejándonos de Dios, sujetándonos bajo nuestras
diminutas fuerzas, sin el control del Espíritu Santo. Pero, ¿Qué es el hombre, para que el Padre se acuerde de él, o el Señor Jesucristo, para que le visite?
Jesús
siendo Dios, se hizo un poco menor que los ángeles, se despojó de su majestad,
para coronarse de gloria y honra, con la finalidad de que todo quedase sujeto
bajo sus pies como era desde el principio, fue a causa del padecimiento de su
muerte de cruz, que obtuvimos la gracia de Dios y que pago damos nosotros a su
sacrificio: rebeldía, desobediencia y sordera a los consejos.
Desde
la caída del hombre por sordo espiritual, era necesario que el Señor Jesús
cumpliera la voluntad del Padre, porque convenía para salvación de todos los
que en Él creen y le reciben como su Señor y Salvador, el sacrificio fue
perfecto, el sacrificio de un cordero inmolado, santo y puro, y por la cual,
ahora todas las cosas subsisten y sujetan a él, sin embargo es imprescindible
llevar a muchos de nosotros a la gloria de Dios, porque una cosa es subsistir y
otra es vivir en su gloria.
Quien
quiera ver su gloria debe perfeccionarse en las aflicciones, como el oro fino
se purifica ante el fuego, así como Cristo se perfeccionó pasando de hombre a
Dios nuevamente a través la obediencia y del padecimiento de muerte de cruz
para resucitar en su misma gloria.
Por
su naturaleza, al corazón le gusta escuchar a quién no debe, como Eva lo hizo
con la serpiente, este busca el mal consejo para convertirse en conspirador y
cómplice de la iniquidad por aquello del “Bien y el Mal”, y es por eso que
observamos cosas como estas:
1.
Las mujeres: Cuando un matrimonio anda perturbado por “X” o “Y” problema,
siempre buscan consejos entre sus “amigas” (contienda), donde salen un abanico
de soluciones y por lo general toman aquella donde la soberbia y la destrucción
es lo prevaleciente, en vez de buscar el amor o la paz que sobrepasa todo
entendimiento, a través del perdón y la oración.
2.
Con respecto a los hombres: Nunca falta en una reunión de “amigos”
(fornicación), el tema de las mujeres y el sexo, donde existen muchas puertas
abiertas al pecado, en la cual nos dejamos llevar a través por los malos
consejos, simplemente por diversión, lujuria o demostración de un machismo
cultural o hombría desvirtuada que ha traído como consecuencia la paternidad
irresponsable, fractura de familias y por ende los daños colaterales como la
delincuencia, homosexualidad, falta de valores y respeto.
Por
eso, el Salmo 64:2 nos dice: “Escóndeme del consejo secreto de los malignos, de
la conspiración de los que hacen iniquidad”, Por eso, las oraciones deben ir en
ese sentido, de guardarme, apartarme y esconderme de aquellos que traen malos
consejos y conspiración en contra de Dios y el prójimo. No dejemos que por
nuestra rebelión e incredulidad seamos humillados: “Muchas veces los libró; mas
ellos se rebelaron contra su consejo, y fueron humillados por su maldad” (Salmo
106:43), “Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo; Mas el que
guarda la corrección recibirá honra” (Proverbios 13:18).
Si
queremos anular nuestro pecado, no realizar el mal consejo, solo a través del
Señor podremos hacerlo: “Jehová hace nulo el consejo de las naciones, y frustra
las maquinaciones de los pueblos” (Salmo 33:10), “Muchos pensamientos hay en el
corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá” (Proverbios 19:21),
“El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón
por todas las generaciones” (Salmo 33:11), “Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida” (Proverbios 4:13), es necesario escuchar el
consejo correcto y mantenernos en caminos de luz para ser inmensamente feliz:
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino
de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado” (Salmo 1:1), “Ahora,
pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos” (Proverbios
8:32).
Oremos:
Señor alabado sea tu nombre, gracias por estar desde el principio dándome tu
consejo, trayendo tu palabra a mi vida y revelar las cosas ocultas que mis ojos
y oídos nunca entendieron. Perdona Padre por escuchar al mundo, a mi alma y sus
consejos de maldad, gracias por guardarme de sus maquinaciones, por mantenerme
en tus caminos, no permitas nunca Señor que ande por senderos de oscuridad, si
he de estar, que sea para llevar tu luz para aquellos que lo necesitan, no
permitas que me siente en sillas de escarnecedores para hablar mal de mi
hermano, para criticarlo o para comer sus carnes, olvidando que con la misma
vara que juzgo y condeno con esa misma seré medido. Perdona mi Señor por no
retener tu consejo, retener tu palabra en mi corazón, reconozco que he
escuchado cualquier cantidad de basura atesorándola en mi corazón, trayendo
constricción de tu Espíritu y condenación del mío, límpiame y sáname. Hoy mi
Señor quiero guardar tu camino, quiero escuchar tus consejos, tu palabra,
obedecer como hijo que honra a su padre, sentarme a tu lado para deleitarme con
tu presencia y escuchar tu voz diciéndome: “Hijo amado, has sido fiel”. Gracias
Jesucristo por tu sacrificio, me hiciste acepto delante del Padre, bendito
seas. Te amo mi Señor y me rindo a tus pies en alma, cuerpo y espíritu. Te
necesito. Amén.
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