viernes, 6 de enero de 2017

¡OTRA VEZ!, LEVANTÉ MI DEDO…


Hay manifestaciones corporales en nuestro desenvolvimiento diario que pasan muchas veces desapercibidas y que puede afectar a otras personas en su ser, inclusive logran crear barreras sociales, rompiendo relaciones armoniosas. Entre las más comunes se tiene los gestos con los dedos. Señalar con el dedo a alguien se ha entendido desde la antigüedad como un signo de amenaza, por eso la mejor forma de sobrevivir en aquellos tiempos era pasar desapercibido; los estudiosos del lenguaje corporal aseguran que señalar con el dedo es un gesto agresivo que afecta a las emociones y yo diría al espíritu, por lo tanto esta manifestación se debería evitar en la mayoría de los casos para mantener relaciones cordiales y sanas.


Cuando una autoridad señala a alguien con el dedo, normalmente no es para nada bueno, al contrario, suele implicar fuertes trabajos o sacrificios; echemos un vistazo a la relación que tenemos con nuestros hijos para ilustrar esta afirmación, seguramente haciendo un introspección de su memoria, alguna vez ha señalado consciente o inconscientemente, de palabra o acción a sus hijos, ya sea porque hizo algo malo o su conducta no se ajusta a las normas que hemos impuesto, por ejemplo: raspó una materia, llegó en la madrugada sin permiso, tomó dinero de su cartera, se llevó el carro, no escuchó sus consejos o aceptó su disciplina, se metió en la conversación de los mayores, no hizo el mandado, etc., cosas muy normales pero que quizás han producido heridas en ambas partes por “X” o “Y” motivos y que son necesarias sanar.
Por lo general, la reacción de la persona señalada con el dedo será defenderse del atacante (dirá en su mente: “¿pero quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer?”), su postura cambiará y se cerrará a cualquier conversación, siendo verdad o mentira, se centrará más en la persona que le está señalando que el mensaje que le está dando, ya que su alma no puede tolerar tal actitud. Existen dos hechos importantes en la palabra referente a la actitud de Jesucristo cuando le trataron de señalar y le señalaron: primero los escribas y fariseos le llevaron una mujer adúltera para este la juzgara de acuerdo a la Ley, tentándolo, y como sabían que él no lo haría, lo iban a acusar y condenar para ponerlo preso, sin embargo él no levantó su dedo para señalarla sino que lo mantuvo en tierra, aún después que les dijo: “…El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” Juan 8:7-11; y el segundo en Isaías 53:7 “…delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.
La razón de ¿por qué somos duros y ligeros para señalar a otros y enojarnos cuando se nos señala? es simplemente porque nuestra composición espiritual está viciada y hace que seamos duros de corazón ante las cosas que provienen del Señor pero frágiles ante la tentación y el pecado, ya que no ha habido arrepentimiento ni conversión genuina, vivimos en una religiosidad barata, decidimos servir al Rey pero no queremos morir al mundo y sus deleites, convirtiéndonos en fuente de aguas impuras, donde fluye agua dulce y amarga a la vez, por eso es necesario definir a quien queremos servir de verdad: Daniel 2:41-42 “Y lo que viste de los pies y los dedos, en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, será un reino dividido; mas habrá en él algo de la fuerza del hierro, así como viste hierro mezclado con barro cocido. Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, el reino será en parte fuerte, y en parte frágil”; somos como idolatras que nos aferramos a cualquier cosa, inclusive a las obras de nuestras manos creyendo que es lo mejor, ignorando la presencia de Dios: “Además su tierra está llena de ídolos, y se han arrodillado ante la obra de sus manos y ante lo que fabricaron sus dedos” Isaías 2:8.
Hay líderes, jefes, autoridades y conocedores de la palabra que ponen cargas pesadas y difíciles de llevar sobre los hombros de otras personas como lo hacían los fariseos, que enaltecidos y ufanados decían en su maldad quién era el pecador y quién no, olvidando que por todo daremos cuenta, es por ello que el Señor nos exhorta a colocar nuestro dedo señalador sobre nuestra lengua viperina para no pecar, pero aun así, no somos capaces de arrepentirnos y mover las cosas que estorban en nuestra vida emocional, física o espiritual, ya que permanecemos en tinieblas; no se nos ha revelado que significa que la luz de Cristo permanezca en nuestras vidas de verdad, verdad; por eso el Señor anhela tanto que tales adoradores le busquen en Espíritu y verdad: Lucas 11:46 “Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis”. Proverbios 30:32 “Si neciamente has procurado enaltecerte, O si has pensado hacer mal, Pon el dedo sobre tu boca”. Cuando el Señor ha movido su dedo no ha sido precisamente para señalarnos, aunque él pudiera hacerlo, sin embargo su amor y su misericordia es tan grande y eterna, que está esperando por nosotros, que invoquemos su nombre, que le entreguemos nuestro yugo, el vil dedo destructor y renunciemos a toda vanidad, que seamos testimonio de su gloria en el mundo: Isaías 58:9-10 “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía”.
Ahora observemos ¿Qué ha hecho el Señor cuando ha levantado su dedo?
1.     Ha traído libertad a mi alma oprimida por muy dura y sorda que se encuentre, rompiendo las ataduras que no me dejan crecer espiritualmente. Éxodo 8:19 “Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho”.
2.     Me da potestad de desechar el mal de mi vida acercándome a su reino, Lucas 11:20 “Más si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”.
3.     Son abiertos mis oídos espirituales y mi lengua empieza a hablar la palabra santa, pura y buena. Marcos 7:32-35 “Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”.
4.     Recuerdo que no soy nada delante de él, le reconozco como mi Dios y creador y le alabo por sus maravillas, por las obras hechas por sus dedos. Salmo 8:3-4 “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre,  para que lo visites?”.
5.     Ha traído su palabra revelada, sus testimonios y sus mandamientos. Éxodo 31:18 “Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios”; Deuteronomio 9:10 “Y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea”.
Quizás, por andar en incredulidad o perversidad, podemos hacer señas o acciones que ofenden y desagraden al Señor, seguramente pudiéramos estar levantando nuestro dedo contra su obra sin darnos cuenta e inclusive queramos meterlo en su llaga y él tenga la necesidad de decirnos como le dijo a Tomás: “¡NO SEAS INCRÉDULO, SINO CREYENTE!” Yo soy el que soy, esta es mi obra; Juan 20:25 “Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré”; Juan 20:27 “Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”; Proverbios 6:12-13 “El hombre malo, el hombre depravado, Es el que anda en perversidad de boca; Que guiña los ojos, que habla con los pies, Que hace señas con los dedos”.
Sometamos nuestra alma, no permitamos que ella sea la que predomine en nuestras vidas, es hora de eliminar nuestra altivez espiritual, ya sea por dureza en el corazón o desconocimiento, no nos resistamos, humillémonos delante la presencia del Señor, doblemos rodillas, clamemos en oración por su perdón, seamos la sal que sala, el olor del incienso que fragantemente fluye en su altar, el perfume de sus pies, empecemos hacer obras dignas de arrepentimiento y que se vean nuestros frutos, estamos en el año de la perfección, donde el viejo hombre ha de morir y todas las cosas han de ser nuevas en Cristo Jesús. 1 Pedro 5:6 “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”; Juan 10:28-29 “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.
Oremos: Señor, que vergüenza tengo, tanta palabra has traído a mi vida y por estar pendiente del mundo, de sus distracciones, sus insignificancias me he despistado, me he perdido de lo glorioso, de lo excelso y sublime, para conformarme con migajas que caen de tu mesa pudiendo comer de ti el banquete más preciado. Reconozco que muchas veces he levantado mi dedo, mi mano, mi brazo, mi alma contra ti, contra mi hermano, mi esposa, mis hijos, mi familias, mi prójimo, el perdido, aún contra todo aquel que me señalado, olvidando que tú fuiste enmudecido a morir en la cruz por mí, para borrar mi prontuario, mis juicios, mis criticas y señalamientos sin merecerlo; Señor te pido perdón porque no he aprendido a perdonar como tú lo hiciste conmigo, redarguye mi espíritu cada vez que trate de hacer juicio, condenar o escarnecer contra alguien, solo te pido que no quites de mi tu Espíritu, estoy cansado de luchar con este aguijón que me tormenta, dame las fuerzas del búfalo, ante mi debilidad, tu eres quien me mantiene firme; Gracias Padre Santo porque siempre has estado pendiente de cada detalle, aun en mis embarradas y mis torpezas. Quiero decirte nuevamente que te amo y sin ti no puedo vivir, que nunca me falte tu palabra que me edifique, que tu amor se derrame sobre los que amo, en especial, sobre las columnas de tu iglesia, fortalécelas y guárdalas a cada instante de sus vidas, que su cimiento este en lo más profundo del corazón de la roca firme que es nuestro Señor Jesucristo. Te necesitamos, Amén.

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