jueves, 6 de octubre de 2016

LA HISTORIA DEL BUEN CAZADOR


Era una pareja como cualquier otra, con tres (03) hijos adolescentes de caracteres diferentes y cada uno queriendo librarse del yugo de sus padres; todos sobreviviendo en una selva de concreto, donde la ansiedad, el miedo y la decepción de la situación era el plato fuerte del día.

Tomás era militar desde joven, osado y emprendedor, le tenía temor a las serpientes desde niño, vivió toda su vida luchando para alcanzar los más altos honores y poder, sometiéndose a fuertes y exhaustivas experiencias abandonando innumerablemente a su familia, aprendió a callar y a tragar las injusticias, alimentando un sentimiento de persecución obsesiva, así como las ansias de grandeza y el menos precio hacia el prójimo, porque de eso recibió; que al final de su carrera solo le dejará soledad, tristeza y frustración, pero Él no lo sabe; mientras tanto desgasta su cuerpo con bebida, infidelidades y trasnochos, viviendo una vida de excesos y abusos, comprando su alma toda tentación que se le presenta, corrompiendo su vida.
Magdalena es una mujer falta de afecto, sumergida en su mundo para olvidar la ausencia y la falta de amor de su esposo; ignorando la rebeldía de sus hijos, trasmite a diario como si fuera una transfusión de sangre, todo el sentimiento de ira y tristeza a sus hermosos “bebés”; refugiándose entre joyas, ropa y baratijas que recibe como regalo de su conyugue como premio de consolación; busca en sus “amigas”, ¡ja!, el consuelo, organizando flamantes reuniones, aparentando felicidad; su vida está llena de tinieblas, chisme y crítica tragando su propio veneno, que es la única forma que tiene para descargar sus frustraciones.  
Una vez se fueron a la casa de sus compadres, Pablo y Milagros, otro militar cristiano, que conoció de Jesucristo hace años, los invitaron a la aventura de acampar, en la noche, en una montaña cercana para conversar sobre los problemas que estaban viviendo al calor de una fogata, compartir de una taza de chocolate y disfrutar de la naturaleza, y los hombres poder ir a cazar un conejo, un venado o tal vez un báquiro cachete blanco, lo que la creación les pudiera regalar, a lo que accedieron con muchas reservas por aquello de la inseguridad que ello conllevaba.  
Luego de montar las carpas y encender la fogata, al atardecer, Pablo y Tomás salieron a cazar esperando la opacidad de la noche, ante la inminente aparición de uno de estos animales. Tomás inquieto y nervioso estaba muy vigilante, pero luchaba por disimular y no demostrar su temor hacia las serpientes, de repente sintió que algo se encontraba entre sus botas y exclamó susurrando con voz temerosa y entrecortada: ¡Compadre, compadre, una cu..cu..cu..Culebra!, Pedro al voltear, se sonríe y le dice: ¿Compadre, que pasó tiene miedo, eso es un bejuco?, pero el Tomás pálido y sudoroso le dijo: ¡Por favor!, yo soy un macho vernáculo.
Continuó la caza, y el experto cazador aprecio un movimiento entre las sombras, era un conejo de monte que se encontraba comiendo hierbas, preparó su rifle 22, para dar el certero disparo, pero en el momento que estaba presionando el disparador, su temeroso amigo pega un salto y un grito diciendo, ¡Ay mi madre, una culebra! Producto de su imaginación y ansiedad, espantando el delicioso amigo silvestre. Entonces, Pablo llenó de paciencia, le comenta a Tomás que un día estaba leyendo un libro que decía: “El que va a la montaña a buscar culebras las encuentra, ¿por qué? Porque las hay y, si no, las inventa o se las imagina”, muchas personas pasan la vida queriendo cazar conejos, y los cazan y comen de ellos, satisfaciendo nuestra necesidad, así como, cuando viven buscando la felicidad y la consiguen, pero está felicidad es efímera, dura muy poco, hasta que volvemos a cazar, pasamos la vida cazando pero nunca nos llenamos completamente, porque el único que llena completamente es Dios. Él es el que puede quitar el temor, la rabia, la frustración, nos libera de las trampas del enemigo y nos da la verdadera libertad, pero es necesario que le permitamos que el Señor lo haga. Tomás asombrado de la sabiduría de Pedro, que estaba inspirado por el Espíritu Santo, recibió a Cristo y más nunca tuvo temor a las culebras, empezó a poner su mirada en Jesús, su vida cambio, el trato a sus hijos y compañeros de trabajo mejoró enormemente, dejo los excesos, renunció al pecado y rescató su matrimonio y se convirtió en un padre ejemplar, sus hijos al ver el cambio radicar, también recibieron de Dios y se convirtieron en ciudadanos de bien, cuando vinieron los tiempos difíciles y de aflicción, sustentado por Dios, superó todos los obstáculos aun sin haber alcanzado nada, ya que aprendió a vivir dando gracias en las buenas y en las malas, siendo feliz hasta su muerte.
Mientras tanto, Magdalena, le comentaba a Milagros lo infeliz que ella era (no sabía que su vida iba cambiar 180º esa noche), que a pesar de su status, de haber viajado por todo el mundo, tener su casa, carro e hijos y que no le faltaba nada económicamente, era una mujer desdichada, porque su esposo no le daba el amor y justo valor que esperaba. Milagros quien se encontraba orando en sus adentro, cuando escuchaba la triste historia, le dijo: Lo que pasa es que tú no sabes amar, tienes un ídolo, un dios que no es Dios. Y ella le respondió: Ya tú vienes con tus cosas. Déjame así con mi vida y dedícate a hacer la tuya, yo creo en mis santos y nadie va a cambiar eso. A lo que Milagros le respondió: No se trata de tus santos, sino de tu esposo, de tus hijos, de tu vida y tu relación con Dios.
Inmediatamente, quedó muda con esas palabras, ya que ella sabía que era verdad. A lo que le dijo: ¿Dime que puedo hacer?, a lo que respondió: Busca primeramente a Dios, anhela su justicia sobre todas las cosas y serán añadidas las cosas que anhelas que están bajo el propósito divino. Y así lo hizo. Tiempo después recibió al Señor y su vida fue transformada, cambió su llanto por gozo, el vacío fue llenado de tanto amor por Dios y vivió feliz a pesar de las circunstancias difíciles que vinieron en el futuro.
Hay historias de historias, quien le gusta escuchar malas noticias y angustiarse, quejarse por las cosas que suceden, viven añorando lo que otros tienen, están como Tomás esperando que aparezca la Culebra, y llegará el día que se consigue con ella y será mordido, pero quién vive poniendo su mirada en el Señor, aunque los tiempos malos lleguen, vivirá en gozo, porque Dios es quien nos dio la felicidad eterna en toda circunstancia, pero aún no la hemos visto y quizás todavía no la estamos viendo, por falta de discernimiento en el Espíritu.
De lo que siembres, eso cosecha, miremos pues que estamos sembrando y cuando llegue los tiempos de la siega, recojamos los frutos. Quien con incredulidad, siga pensando que podemos resolver nuestros problemas sin la presencia de Dios, creemos que podemos cazar sin tener los cartuchos, es como el pájaro que quiere volar pero no tiene plumas, es imposible. Debe haber siempre una conexión entre lo que se cree, se piensa y se hace, nuestra fe debe estar fundamentada sobre la roca que es Cristo y dejar de ponerle velos a esa realidad tratando de ocultar una verdad que es más cortante que espada de doble filo. Cielo y Tierra pasaran, pero mi palabra no pasará dice el Señor, cuando lo ignoramos, estamos sepultando poco a poco nuestras vidas sin posibilidad de resucitarla cuando fallezca. Llegó la hora, de ti depende. Dios les bendiga. Amén

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