jueves, 21 de abril de 2016

El perfecto Olor


Todos los sentidos están sabiamente dispuestos en nuestro cuerpo con un propósito específico, es interesante observar como hay personas que tienen desarrollado, uno más que otro, ciertos sentidos y son capaces de detectar cosas imperceptibles para una persona promedio; hoy quiero escribirles sobre los olores y el perfecto sentido del olfato.

El olor está definido como la sensación que estimula el sentido del olfato, resultante de la recepción de un estímulo por parte del sistema sensorial olfativo, generado por la mezcla compleja de gases, vapores y polvo.


El Aroma es la fragancia del alimento que permite la estimulación del sentido del olfato, por eso en el lenguaje común se confunden y usan como sinónimos.

El término fragancia o aroma es usado principalmente por la industria de alimentos o cosméticos para describir un olor placentero, y es comúnmente usada para referirse a perfumes.

Se hizo un estudio por parte de unos científicos estadounidenses, tras analizar ciento cuarenta y cuatro olores, llegaron a la conclusión de que las percepciones olfativas pueden clasificarse en diez categorías mínimas, el equipo identificó algunos olores más reconocibles y más frecuentes que otros, tales como: Fragante o floral, Leñoso o resinoso, Frutal (no cítrico), Químico, Mentolado o refrescante, Dulce, Quemado o ahumado (como las palomitas de maíz), Cítrico, Putrefacto, Acre o rancio.

Hay poetas que inspirados por su musa creativa han dejado entre ver que la piel de su amada (o) posee aromas indescriptibles, aromas que seducen hasta embriagar el corazón, aromas que pueden encender la llama ardientes de los deseos, estimulan los otros sentidos, aromas de dulzura, amor, pasión, de olor fragante; pues cada quien trata de ponerle letras a esa sensación, con metáforas muy inspiradoras.

Pero se ha preguntado: ¿Cómo olemos nosotros, para Dios?
Escudriñemos la palabra en Efesios 5:2 “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.

Hay olores que emanan de nuestro espíritu y nuestra alma que solamente son perceptibles por Dios, por ejemplo presento algunos: El olor del perfume, flores del Líbano, el incienso, el agua, el vino, las ofrendas, el holocausto, los ungüentos, las especies aromáticas, la vida, la muerte, las mandrágoras, los hijos y el olor fragante.

Se pudiera discernir que el Padre estableció varios tipos de olores para definir ciertos misterios que nos serán revelados en su momento, pero en Apocalipsis 5:8 hace referencia a: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos”, las copas de oro estaban llenas de incienso, que son las oraciones de los santos, pero esas oraciones deben someterse al fuego del sacrificio, a las brazas del fuego del Espíritu Santo.

Muchas de nuestras oraciones por lo general son simples y vanas, llenas de peticiones tontas y almáticas; no son de olor fragante, porque son hechas en la carne.

Algunos pretenden llegar y permanecer inmundos ante el Señor, sin conversión genuina, trayendo al lugar santísimo oraciones fútiles y frías, mal olientes e intencionadas, buscando satisfacer un fin personal o quizás tratar de limpiar la conciencia a través de micro oraciones de cinco minutos, o nos dormimos o distraemos con nuestros pensamientos mundanos, todo por falto de amor. Cuando hay falta de amor, la ofrenda de oración no es fragante al Señor, el humo del incienso queda al descubierto, se aprecia claramente la putrefacción, por eso la Ofrenda de Caín fue rechazada, ya que su corazón estaba lleno de envidia y discapacidad espiritual. Cualquier concepto, rechazo u odio a cualquier persona, ya genera una oración inválida. Cuando el incienso no se quema es amargo.

Para exista una ofrenda de olor grato, es necesario que exista cero contaminación, allí es cuando se mueve el corazón del Padre todopoderoso; Génesis 8:21 “Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho”.

Para el Padre nosotros sus hijos somos grato olor cuando tenemos conversión; los otros no; 2 Corintios 2:15-16  “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida…” Por eso cuando nuestras oraciones son quemadas en el fuego del Espíritu, emana y sube el olor imperceptible para el hombre, que será grato si es puro y santo, su olor es fragante, su olor es a Cristo, de lo contrario van a heder a muerte; Eclesiastés 10:1 “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista…”.

Muchos querrán ofrecer oraciones muertas, flojas, fragancias suaves sin la profundidad del Cristo, oraciones desiertas, hechas bajo un cliché, sin sustancia ni olor, ya que están engendradas en el alma y no en el Espíritu. Revisemos nuestras oraciones para que el Señor no deseche nuestro aparente perfume suave; Levítico 26:31 “Haré desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la fragancia de vuestro suave perfume”. 

Oremos: Señor quiero pedirte perdón, sé que muchas de mis oraciones han sido cortas y fútiles, reconozco que no he podido orar ni siquiera una hora, me he quedado dormido, no he molido el incienso con mis rodillas y las he presentado ante ti ante tus brazas y ha salido olor desagradable, olor a muerte. Perdóname Padre Santo,  Hoy quiero hacer una oración diferente, una oración que llene esa copa con incienso fresco y renovado, un incienso forjado en resurrección, una ofrenda perfecta, que emane olor a Cristo. ¡Oh Jesucristo! Que hubiese sido de mi sino te hubiese conocido, gracias Señor porque me elegiste a mi sin merecerlo, me sacaste de la podredumbre y purificaste mi fuente, donde había muerte, pusiste vida, donde había pecado pusiste arrepentimiento, fue por tu gracia que me hiciste digno, por eso te adoro, por eso te alabo mi Señor. Tú eres grande en misericordia, bueno y justo, si te he fallado, hazme ver con anticipación mi error, ayúdame a mantenerme firme, pelea por mí la batalla y no permitas que me aparte de ti. Recibe mi oración sin carga, ni interés, solo deseo ser una ofrenda grata y de olor fragante para ti. Qué mi vida se convierta, de acuerdo a tus propósitos eternos, para darte honor y honra, Bendito seas mi hermoso Señor. Amén

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