Todos
los sentidos están sabiamente dispuestos en nuestro cuerpo con un propósito específico,
es interesante observar como hay personas que tienen desarrollado, uno más que
otro, ciertos sentidos y son capaces de detectar cosas imperceptibles para una
persona promedio; hoy quiero escribirles sobre los olores y el perfecto sentido
del olfato.
El
olor está definido como la sensación que estimula el sentido del olfato,
resultante de la recepción de un estímulo por parte del sistema sensorial
olfativo, generado por la mezcla compleja de gases, vapores y polvo.
El
Aroma es la fragancia del alimento que permite la estimulación del sentido del
olfato, por eso en el lenguaje común se confunden y usan como sinónimos.
El
término fragancia o aroma es usado principalmente por la industria de alimentos
o cosméticos para describir un olor placentero, y es comúnmente usada para
referirse a perfumes.
Se
hizo un estudio por parte de unos científicos estadounidenses, tras analizar
ciento cuarenta y cuatro olores, llegaron a la conclusión de que las percepciones olfativas pueden
clasificarse en diez categorías mínimas, el equipo identificó algunos olores
más reconocibles y más frecuentes que otros, tales como: Fragante o floral,
Leñoso o resinoso, Frutal (no cítrico), Químico, Mentolado o refrescante, Dulce,
Quemado o ahumado (como las palomitas de maíz), Cítrico, Putrefacto, Acre o
rancio.
Hay
poetas que inspirados por su musa creativa han dejado entre ver que la piel de su
amada (o) posee aromas indescriptibles, aromas que seducen hasta embriagar el
corazón, aromas que pueden encender la llama ardientes de los deseos, estimulan
los otros sentidos, aromas de dulzura, amor, pasión, de olor fragante; pues
cada quien trata de ponerle letras a esa sensación, con metáforas muy
inspiradoras.
Pero
se ha preguntado: ¿Cómo olemos nosotros, para Dios?
Escudriñemos la palabra en Efesios 5:2 “Y andad en
amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros,
ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.
Hay olores que emanan de nuestro espíritu y nuestra
alma que solamente son perceptibles por Dios, por ejemplo presento algunos: El
olor del perfume, flores del Líbano, el incienso, el agua, el vino, las ofrendas,
el holocausto, los ungüentos, las especies aromáticas, la vida, la muerte, las
mandrágoras, los hijos y el olor fragante.
Se pudiera discernir que el Padre estableció varios
tipos de olores para definir ciertos misterios que nos serán revelados en su
momento, pero en Apocalipsis 5:8 hace referencia a: “Y cuando hubo tomado el
libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron
delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que
son las oraciones de los santos”, las copas de oro estaban llenas de incienso,
que son las oraciones de los santos, pero esas oraciones deben someterse al fuego
del sacrificio, a las brazas del fuego del Espíritu Santo.
Muchas de nuestras oraciones por lo general son simples y vanas, llenas de
peticiones tontas y almáticas; no son de olor fragante, porque son hechas en la
carne.
Algunos pretenden llegar y permanecer inmundos ante el
Señor, sin conversión genuina, trayendo al lugar santísimo oraciones fútiles y frías,
mal olientes e intencionadas, buscando satisfacer un fin personal o quizás
tratar de limpiar la conciencia a través de micro oraciones de cinco minutos, o
nos dormimos o distraemos con nuestros pensamientos mundanos, todo por falto de
amor. Cuando hay falta de amor, la ofrenda de oración no es fragante al Señor,
el humo del incienso queda al descubierto, se aprecia claramente la
putrefacción, por eso la Ofrenda de Caín fue rechazada, ya que su corazón estaba
lleno de envidia y discapacidad espiritual. Cualquier concepto, rechazo u odio
a cualquier persona, ya genera una oración inválida. Cuando el incienso no se
quema es amargo.
Para exista una ofrenda de olor grato, es necesario
que exista cero contaminación, allí es cuando se mueve el corazón del Padre
todopoderoso; Génesis 8:21 “Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su
corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el
intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a
destruir todo ser viviente, como he hecho”.
Para el Padre nosotros sus hijos somos grato olor
cuando tenemos conversión; los otros no; 2 Corintios 2:15-16 “Porque para Dios somos grato olor de Cristo
en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de
muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida…” Por eso cuando
nuestras oraciones son quemadas en el fuego del Espíritu, emana y sube el olor imperceptible
para el hombre, que será grato si es puro y santo, su olor es fragante, su olor
es a Cristo, de lo contrario van a heder a muerte; Eclesiastés 10:1 “Las moscas
muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista…”.
Muchos querrán ofrecer
oraciones muertas, flojas, fragancias suaves sin la profundidad del Cristo,
oraciones desiertas, hechas bajo un cliché, sin sustancia ni olor, ya que están
engendradas en el alma y no en el Espíritu. Revisemos nuestras oraciones para
que el Señor no deseche nuestro aparente perfume suave; Levítico 26:31 “Haré
desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la
fragancia de vuestro suave perfume”.
Oremos: Señor quiero pedirte perdón, sé
que muchas de mis oraciones han sido cortas y fútiles, reconozco que no he
podido orar ni siquiera una hora, me he quedado dormido, no he molido el
incienso con mis rodillas y las he presentado ante ti ante tus brazas y ha salido
olor desagradable, olor a muerte. Perdóname Padre Santo, Hoy quiero hacer una oración diferente, una
oración que llene esa copa con incienso fresco y renovado, un incienso forjado
en resurrección, una ofrenda perfecta, que emane olor a Cristo. ¡Oh Jesucristo!
Que hubiese sido de mi sino te hubiese conocido, gracias Señor porque me elegiste
a mi sin merecerlo, me sacaste de la podredumbre y purificaste mi fuente, donde
había muerte, pusiste vida, donde había pecado pusiste arrepentimiento, fue por
tu gracia que me hiciste digno, por eso te adoro, por eso te alabo mi Señor. Tú
eres grande en misericordia, bueno y justo, si te he fallado, hazme ver con
anticipación mi error, ayúdame a mantenerme firme, pelea por mí la batalla y no
permitas que me aparte de ti. Recibe mi oración sin carga, ni interés, solo
deseo ser una ofrenda grata y de olor fragante para ti. Qué mi vida se convierta,
de acuerdo a tus propósitos eternos, para darte honor y honra, Bendito seas mi
hermoso Señor. Amén
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