miércoles, 20 de enero de 2021

EL “A”, “B”, “C” DE DIOS

 


Hay un refrán popular venezolano que dice “Arrópate hasta donde te alcance la cobija”, que es una forma muy particular de decir que no pretendas usar lo que no tienes. Es lícito tener sueños, metas, objetivos, crear y anhelar cosas, inclusive luchar por alcanzarlo u obtenerlo, asimismo también lo es equivocarse, caerse, esforzarse, levantarse y volver a intentarlo, siempre que lo hagamos todo decentemente y en orden del Señor, porque el Padre Altísimo, creador de todo el universo, es un Dios de orden. Génesis 1:2-4 “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas”; el orden debería ser una característica que deberíamos imitar como hijos que somos del Padre, pero por lo general no lo hacemos, por eso muchas veces queremos correr y no hemos ni siquiera aprendido a caminar, tropezándonos en el camino.

Gracias a la necedad e insensatez del alma los hijos de Dios, de una forma u otra, desean abarcar más de lo que quieren o pueden tratando aplacar su insaciabilidad, esforzándose duramente para alcanzarlo apartados de lo santo y glorioso; la gran mayoría obtienen resultados infructuosos, ya que son incapaces de involucrar, primero, a Dios en sus planes y en las tomas de decisiones. Esto es un hábito espiritual que quizás les parecerá locura para algunos, ya que los planes de Dios no son fácil de entender y para otros es muy difícil aplicarlo a sus vidas porque sus planes y decisiones no dan la gloria ni el honor al Señor sino que se generan de las entrañas, en la carne, posiblemente por nuestra condición de pecado, incredulidad o por autosuficiencia, actitud que va en contra del conocimiento de Dios y su verdad, y que finaliza en un trabajo, esfuerzo o sabiduría vana que no edifica para la eternidad, simplemente porque no se ha dejado ministrar por el Espíritu de Dios por falta de disposición de corazón y temor santo. Salmo 127:1 “Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican; Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia”; Proverbios 1:7 “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”.

Se puede observar gran cantidad de hermanos con ambiciosos deseos de levantar grandes obras para Dios, afanados por obtener en la tierra la prosperidad y las riquezas que Dios ha prometido como herencia, develar los secretos y misterios ocultos del Señor por revelación, aspirando llevar a los confines del mundo las buenas nuevas tratando de cumplir con la gran comisión dejada por Cristo, queriendo poseer los dones de profecía, sanidad, milagros, fe, lenguas, entre otros, según, para alabar, adorar y glorificar su nombre, pero su testimonio no les ayuda, les entorpece, denota que hay algo en ellos que no ha sido tratado por el Señor y los estanca espiritualmente hablando, ya que son incapaces de cumplir con lo más simple, el “ABC” de Dios: el arrepentimiento, el perdón (la benignidad) y la conversión, siendo piedra de tropiezo para la obra, espantando a los nuevos creyentes y dañando la vida espiritual de muchos más “maduros”, que quedan resentidos con el Señor y con la Iglesia de Cristo por causa de los pecados de los hombres. Si al haber vamos, lo que aplican en sus vidas es su “AVC”, es decir el “a veces sí”, “a veces no”, “a veces santo”, “a veces pecador”, siendo hijos de doble ánimo, inconstantes en la fe y sin un camino de rectitud definido; Santiago 1:8 “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”; a tal extremo que, aunque son cristianos de años conociendo el evangelio, son incapaces de cumplir lo que Dios ha dejado en su palabra aplicando las enseñanzas de Cristo para sus vidas, por la simple razón de no hay gobierno del Espíritu Santo.

Por estas razones, se puede afirmar que no son hijos justos, piadosos ni hacedores de la palabra y tampoco eficaces en su oración, ya que si lo fueran su testimonio así lo confirmase; se pudiera decir que son oidores inertes, doctos y habladores de letra muerta donde la palabra no ha hallado cabida en sus vidas; por eso los vemos con sus vidas hechas un desastre por dejadez espiritual, incredulidad o impiedad (falta santidad), aunque tengan capacidades de liderazgo, sean muy trabajadores y hayan cumplido roles de pastores, ancianos, siervos, maestros, profetas u adoradores de años, pero realmente no han sido tratados ni transformados en el Espíritu y por ende son tendientes a prevaricar fácilmente contra Dios por falta de discernimiento, transformándose en piedras del tropiezo por el mal testimonio de Cristo que han venido presentando, quieran o no quieran reconocerlo. Hebreos 5:12-14 “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.

¿Cómo reconocer que estamos fuera del ABC de Dios?

(A)     Por falta de Arrepentimiento:

Por lo general el arrepentimiento está relacionado con la actitud de compunción, abatimiento, lamentación o cambio de idea cuando hemos cometido un error, un pecado o una conducta indigna, que en un sentido más amplio y profundo, espiritualmente hablando, es la manifestación sincera de amor de nosotros hacia el Señor; es confesar y renunciar al pecado antes que su justicia se manifieste. Cuando Adán y Eva pecaron, sintieron la vergüenza de la desobediencia que salieron a ocultarse, en vez de arrepentirse ante el Señor; esta actitud les impidió confesar su pecado para ponerse a cuentas y clamar por su benignidad, sino que torpemente empezaron a echarse la culpa unos a otro sin reconocer su pecado. Génesis 3:6-13 “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”.

Cuando nos arrepentimos de verdad se ve reflejado en nuestro testimonio, tenemos temor santo y nuestras obras dignas testifican por sí; no por costumbre religiosa, miedo, ni mucho menos por simbolismo, hipocresía o apariencia, porque esto es una falsa piedad que busca ocultar nuestras oscuras intenciones o emociones, las cuales nos negamos a renunciar o morir; sino más bien, con el conocimiento pleno del amor de Dios y el anhelo profundo de agradarle entregar lo mejor de nosotros. 1 Juan 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”; Lucas 15:7 “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”; Hechos 10:35 “sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”; Salmo 7:11-12 “Dios es juez justo, Y Dios está airado contra el impío todos los días. Si no se arrepiente, él afilará su espada; Armado tiene ya su arco, y lo ha preparado”. Es necesario arrepentirse de corazón, porque el Señor no desprecia un corazón contrito y humillado, pero la decisión es personal, nadie puede ser obligado a arrepentirse y no hacerlo es soberbia, por la cual también daremos cuentas.

(B)     No practicamos la Benignidad:

La palabra dice en Lucas 6:45 que “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”, se puede decir que un hijo de Dios es benigno cuando humildemente es capaz de pedir perdón o perdonar de corazón, de humillarse ante la presencia de Dios y bajar su cerviz, sacando lo bueno de su corazón y desechando lo malo, apelando al amor de Dios para que tenga misericordia de él y sobre todo a quien lo ofendió, así como lo enseñó Jesucristo al subir a la cruz perdonando a quienes le dieron muerte siendo inocente; de la misma forma nosotros debemos perdonar al peor de nuestros enemigos, ya que eso demuestra que su benignidad vive en mí. Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”; Filipenses 2:6-8 “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”; Lucas 23:34 “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”; Marcos 11:26 “Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”; quien perdona de corazón, el Espíritu de Dios mora en él, ya que la benignidad se manifiesta con su poder sanador y restaurador; así que si decimos ser hijos de Dios y no ha aprendido a perdonar, su amor no está en nosotros, no somos buenos; por eso vaya y pida perdón aunque usted sea el agraviado, eso dice mucho de su madurez espiritual.

La benignidad es parte del fruto del Espíritu Santo, es la misericordia de Dios dada a los hombres, la condescendencia típica del juez eterno dada a todo hijo, que por imagen y semejanza también debemos dar, en otras palabras, es tener la capacidad amar y rechazar la aplicación total de la justicia, perdonando las transgresiones de quien ha fallado, permitiendo que se arrepienta de corazón y se levante, porque de otro modo seríamos condenados porque nadie es perfecto; Santiago 2:13 “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. La palabra dice en Hebreos 12:6 “Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo”; 1 Timoteo 4:4 “Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias”; la benignidad está por encima del juicio, la disciplina y el castigo de Dios, ya que ella es el aceite que lubrica su justicia; sin embargo abusar de su esencia es una torpeza, porque nos puede llevar a burlarnos del Señor recibiendo como pago el fruto de nuestra iniquidad; Gálatas 6:7 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”; 3 Juan 1:11 “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”.

Son incontables los llamados que hace el Señor para que seamos benignos, buenos y misericordiosos como Él lo es con nosotros, Colosenses 3:12-13 “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”; por eso es necesarios que seamos irreprensibles en todos los aspectos, busquemos la santidad y su justicia, desechando la soberbia, la ira, la codicia, la contienda, etc., que podamos dar testimonio que el Espíritu de Dios vive en nosotros; Tito 1:7-9 “Porque es necesario que el obispo {líder, siervo, hijo de Dios} sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.

(C)     Huimos de la Conversión:

La conversión refleja la acción o hábito del creyente de poner la mirada en Cristo y volverse a Dios, es decir, regresarse de sus malos caminos y mantenerse en santidad, comunión y obediencia; es someterse y sujetarse al Espíritu de Santo, es entender que significa ser un hacedor de la palabra por revelación y activarse, alineando el creer, el pensar y el actuar, viviendo la palabra y siendo el hijo de Dios que somos llamados a ser. Huir en estos tiempos de este hábito espiritual trae como consecuencia oscuridad y tinieblas en nuestras vidas desembocando en enfermedad, autosuficiencia, impiedad, iniquidad, ira, soberbia, fornicación, adulterio, lascivia, etc.; 2 Timoteo 3:1-5 “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”; 2 Crónicas 7:14 “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.

Es errado pensar que la conversión está enfocada solamente en el hecho de haber recibido a Cristo, y empezar a congregarse en una iglesia, esto lo podemos hacer en la carne, religiosamente y no en el espíritu, es decir, sin sinceridad de corazón, si lo hacemos así, indica que nuestra alma controla nuestras vidas y no hay disposición de quererse devolver de sus malos caminos y encontrarse verdaderamente con Dios. Hay quienes pasan años y años ocupando un espacio en una iglesia, pero no deciden convertirse a Cristo por falta de revelación y entendimiento, dando mal testimonio a los fieles e inclusive siendo piedra de tropiezo para muchos de los nuevos creyentes; la exhortación de hoy, es recordarnos que Dios ha querido, desde el principio, que apliquemos su ABC y dispongamos nuestro corazón para ser un hijo diferente, dejar de ser Jacob y transformarnos en Israel, su pueblo amado, que aceptemos su promesa de ser la nación santa que heredará todas las cosas y entrar al reino de los cielos, dejar el desierto y entrar a la tierra prometida donde fluye leche y miel, en el cual compartiremos la mesa con nuestro Señor Jesucristo.

Reflexión:

Si siente que usted se ha estancado y no ha crecido espiritualmente hablando, si tiene la necesidad y el deseo de seguir o servirle al Señor pero no ha dado el paso de fe, demostrando poco esfuerzo y valentía, es porque no ha aplicado el ABC de Dios: el arrepentimiento, la benignidad y la conversión a su vida. Es necesario que hoy mismo comience, aplique lo más simple y verá su gloria, sino de que nos vale recitar todas las santas escrituras y congregarse, si no podemos ser testimonio de Cristo que vive en nosotros, ¿será que el Espíritu de Dios mora en nosotros?, desistamos de la sabiduría vana y seamos hacedores de lo simple y lo demás llegará por añadidura; 1 Corintios 3:18 “Nadie se engañe a sí mismo: si alguno entre vosotros parece ser sabio en este siglo, hágase simple {haga el ABC de Cristo}, para ser sabio {temeroso de Dios}”.

Es importante que como cuerpo de Cristo seamos de un mismo sentir, nos respaldemos unos a otros en oración, intercesión y cubrimiento, clamando al Padre para que nunca nos falte un pastor de conducta irreprensible que sea capaz de humillarse y arrepentirse ante Él, para que no haya ciego guiando a otros ciegos, siervos de corazón conforme al corazón de Dios, capaces de doblegar su alma, amar y perdonar al prójimo, siendo humildes, logrando pedir perdón de corazón, asimismo ser ovejas que escuchen la voz de Cristo, que se sujeten a la verdadera autoridad, como también ser hijos obedientes que se conviertan, escuchen consejos y se sometan a la palabra, para que podamos decir cuando comparezcamos ante el Señor: Jesús nos presentamos ante ti como la Iglesia que has amado, con las vestiduras blancas de santidad, la cual fue purificada en el fuego consumidor de tu palabra, se hizo digna al humillarse y convertirse de sus malos caminos, que no posee manchas ni arrugas porque cambio sus harapos por vestiduras llenas de honor, honra y alabanza, la cual no tiene nada de qué avergonzarse porque sus pecados fueron llevados y clavados en tu cruz; por eso te damos gracias Señor, gracias por tu misericordia y benignidad, bendito sea tu nombre, Amén. 1 Pedro 3:8-9 “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición”.

“Y dijo {Jesucristo}: De cierto os digo, que si no os volvéis {Convertís a mí} y os hacéis como niños {aplicando el ABC de Dios}, no entraréis en el reino de los cielos”. Mateo 18:3


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