Por allá a finales de los años setenta, yo
era un niño de 11 años, que le gustaba el beisbol y lo más cerca que estuve de un
estadio de beisbol, fue el día que mi Padre de crianza me llevó a ver un juego
de las Águilas Zulia, donde vi a Leonel Carrión dar un jonrón y sentir la
emoción de las gradas vitoreando su nombre, nunca había jugado formalmente en
un equipo, sólo en caimaneras. Pues, como son las cosas de Dios, se crea
la pequeña liga “La Victoria” y se juega en el terreno del INCE, inscribiéndome
en la categoría infantil, porque estuve pasado de la categoría por 2 meses. Yo era
un niño debilucho, de estatura baja para la categoría, habían niños de 12 años
ya para saltar de categoría que eran más fuertes y tenían grandes habilidades, yo no poseía experiencia en ninguna posición, en la
distribución por sorteo me tocó jugar con el equipo de “LOTERÍA DEL ZULIA”, sin
recibir un entrenamiento previo como equipo sino que arrancó la pequeña liga de
esta forma.
Cuando inició la campaña, fueron juegos y
juegos que vi perder desde la banca, si querían referirse a un equipo malo el
primero en mencionar era LOTERÍA, ya estábamos a mitad de temporada; yo soñaba con ser pícher
o short stop, cosa que nunca logre; en mis oraciones solo le pedía a Dios que
me pusieran a jugar y que me dieran la oportunidad. Hasta ese momento, nunca la
había recibido, todo cambió después del juego N° 16. Pero, para llegar a ese
momento, sólo Dios sabe, porque tuvimos que perder todos los juegos anteriores,
pensar que ayudo haber perdido 15 juegos seguidos es una locura, pero así fue;
y explico: el manager decidió hacer una práctica con todos los niños unos días
antes del encuentro para evaluar capacidades, era necesario ya que no conocía
las habilidades de todos los niños y nunca habíamos practicado por lo
atropellado cómo surgió la liga, solo los más destacados y extrovertidos niños eran
los que jugaban regularmente, habían muchos niños con talentos, pero tenían
deficiencia en algún área y había que pulirlos, y otros que no sabían dónde
colocarnos, porque nuestra luz brillaba en lo secreto, éramos unos perfectos
desconocidos, y era una incógnita lo que podíamos aportar al equipo, quizás si
esa práctica no se hubiese dado, nunca llegaría el momento cumbre.
En la práctica, el manager observó que yo
chocaba la bola muy bien a pesar de mi tamaño, tenía buena vista y sacaba el
bate, aunque no tenía mucha fuerza, entonces evaluó ponerme a jugar en
los próximos juegos para darme un chance cuando fuera necesario. Ese juego no
tardó ya que fue de inmediato, nos encontrábamos en el último inning del juego
N° 16, tres hombres en base, 2 out, el juego empatado, no recuerdo a cuantas
carreras y éramos home club, en ese tiempo no se jugaba extra innings por
cuestiones del horario, eran 2 horas o siete innings para cada juego como
máximo, para dar chance a los demás encuentros, yo como siempre puliendo banca
con mi uniforme impecable, mirando los toros desde la barrera, y le tocaba
batear al niño más ponchón de la liga, que no le daba una tabla a nadie, ni
siquiera con la puerta de una iglesia, pero era excelente guante. Entonces el
manager necesitaba a alguien que bateara, y me llamó a mí como bateador
emergente. Imagínense el más pequeño del equipo a batear en un momento crucial.
Recuerdo que el miedo me invadió, primera
vez que iba a ponerme detrás del home en el beisbol organizado, tome y me
incruste lo más que pude el casco, era la oportunidad, cuantos en la historia
no han aprovechado una como esta y han dado un jonrón; pues, con toda esa
presión, ¡Guao! Fui del dugout al home, demasiada responsabilidad para un niño de
11 años que no estaba acostumbrado a la presión y pensar que todas las esperanzas del equipo
que soñaba salir de la racha perdedora estaba en mí, me aterraba; Adicionalmente,
una cosa con la que no contaba eran los gritos burlescos y los chistes de mal
gusto de las personas adultas que me conocían, y conocían a mis representantes,
que se encontraban en la tribuna y obviamente me afectaba psicológicamente, ya
que sabían mi trayectoria como “pulibanca”, etiqueta que tuve llevar por mucho
tiempo.
El muchacho que estaba corriendo en tercera se
acercó a mí, su nombre era Edwin Vílchez, era el mejor jugador de nuestro equipo,
selección de la liga, me dio ánimo diciéndome: No tengas miedo, chócala y corre
duro. Eso lo tome como objetivo y me enfoque en cumplir con esa misión. Al
lanzar el pícher, los nervios hicieron que sacará el bate a una bola mala, golpeándola
suavemente saliendo un rolling muy lento a las manos del lanzador, corrí lo más
que pude a primera base, el pícher tardó un segundo en pensar a donde lanzar y
decidió tirar al home porque lo tenía de frente, nuestro jugador estrella, que
era un muchacho que tenía un tamaño por encima del promedio y agresivo en el
juego, iba como bólido gritando y se abalanzó sobre el cácher con fuerza y le
tumbo la bola y ganamos el juego, todos los niños del equipo salieron corriendo
a abrazarme y levantarme en brazos gritando ¡LOTERÍA, LOTERÍA! Y coreaban mi
nombre ¡Douglas, Douglas!, me sentí que había dado un jonrón como Leonel
Carrión, fue nuestro primer juego ganado, uno de los días más felices de mi
infancia. A partir de ese momento, no jugué más nunca banca y desarrolle con el
tiempo mi juego como jardinero de ambas esquinas.
Hoy entiendo que el Señor siempre ha estado
conmigo y es por pura misericordia que me encuentro en sus caminos, si mi corazón
clamaba a Dios desde niño para que me ayudara, pues después de viejo también lo haría, por eso
Cristo dice en Mateo 19:14 “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque
el reino de los cielos es de quienes son como ellos”; la palabra dice en Isaías
60:1 “Levántate, resplandece; porque ha
venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” y en Filipenses 4:4 “Regocijaos
en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”; hoy siento un gozo tremendo
de estar en sus caminos, si bien fui y he sido pecador, estoy tratando de ser
un hijo fiel a nuestro Señor, dando gracias por todo, a pesar de mis errores,
afanes y circunstancias; Filipenses 4:6 “Por nada estéis afanosos, sino sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con
acción de gracias”.
He aprendido que siempre habrá personas que
tratarán de burlarse, hacerte maldad, ignorarte para debilitar tu fe, sin
embargo, la palabra dice que nos guardemos porque ellos son mensajeros del
enemigo, malos obreros que nunca hicieron lo que el Señor les pidió que
hicieran, y se unen para enlodar la obra que el Señor está haciendo en ti,
buscan separarte del cuerpo, juzgarte y hasta culparte de todo lo que ocurre en
tu vida, porque no conocen los propósitos de nuestro Dios, grande, bueno y
misericordioso; Filipenses 3:2 “Guardaos de los perros, guardaos de los malos
obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”.
El Señor nos da la oportunidad, aunque tarde
la respuesta, para que brillemos y triunfemos con el poder de su Espíritu,
porque la honra es de Él, no importa que seamos debiluchos, torpes, inseguros o
nerviosos, no es en nuestra fuerza sino en la de Él, por Él estamos vivos y no
hemos sido desechados, por Él seremos llevados a lugares de exaltación y honra
a pesar de nuestra condición pecadora, pero es necesario que pongamos la mirada
en el Señor, dispongamos nuestro corazón y nos arrepintamos con humildad y
humillación ante su presencia, dar todas las cosas como pérdida solo por
obtener la excelencia de su conocimiento; Filipenses 3:8 “Y ciertamente, aun
estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de
Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por
basura, para ganar a Cristo”.
Y entender que no somos perfectos, pero
andamos en camino de perfección para afianzarnos en el Señor tomando como referente
a Cristo, quien se hizo hombre para enseñarnos obediencia; Filipenses 3:12 “No
que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si
logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”; lo
importante no es lo que hemos sido, sino lo que somos y seremos en Cristo
Jesús, prosiguiendo a la meta suprema que es la salvación y vida eterna;
Filipenses 3:13-14 “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero
una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús”.
Seamos imitadores del Señor, acerquémonos con
corazón de niños, con corazón que cree fielmente, con inocencia y pureza, Él es
el único que puede transformar nuestra vida de humillación en vida gloria,
dejar de estar puliendo banca, para ser levantado en brazos recibiendo la
gloria que es gracias a su nombre; Filipenses 3:17 “Hermanos, sed imitadores de
mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros”;
Filipenses 3:21 “el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para
que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede
también sujetar a sí mismo todas las cosas”; así se nos revelará la paz y el
gozo que sobrepasa todo entendimiento, bendito sea el Señor Amén... Filipenses 4:7
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros
corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”; Gloria al Señor.
Bendiciones hermano. Que de tiempo sin saber de ti. Abrazote para ti y toda tu familia.
ResponderEliminarAmén, gracias al Señor muy bien, un abrazo y bendiciones a la familia.
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