viernes, 12 de junio de 2020

EL PARACAÍDAS QUE SALVÓ MI VIDA

Me gusta leer en la Web, artículos de la vida real que me dejen una enseñanza significativa y profunda del Señor basada en la experiencia de otros; es imposible darme cuenta de mis errores si mis pensamientos no son trastocados por el Espíritu Santo. Me encontré, con un escrito de Retamales, L. (2020), narrando la historia de un joven oficial, Piloto de un bombardero estadounidense que combatió en la guerra de Vietnam, llamado Charles Plumb; que después de haber cumplido muchas misiones exitosamente, su avión fue derribado por un misil. Es impresionante ver como Plumb reconoció, según la narración, que fue un piloto arrogante, pues, él creía que era el piloto que comandaba su vida, se sentía un ser superior por su condición de guerrero y combatiente con lauros obtenidos en el fragor de la batalla; sin embargo su peor derrota, fue las incontables veces que nunca dio los buenos días a la tripulación del portaviones, mucho menos a los humildes marineros que pasaba por su lado, porque consideraban que no estaban a su nivel.

Volviendo a la contingencia aérea, el Capitán se tuvo que lanzar en paracaídas ante el desplome de la aeronave, siendo capturado y puesto preso por seis años en una prisión norvietnamita. Al regresar a su país, se convirtió en conferencista relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión. Sin embargo, la mayor lección de vida, la recibió un día que estaba en un restaurante, no dice donde, y un hombre lo saludó: "Hola, usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron, ¿verdad?”; Plumb asombrado le preguntó “Y usted, ¿cómo sabe eso?”; “Porque yo empacaba su paracaídas, parece que le funcionó bien, ¿verdad?”; Pues era evidente, habían pasado más 40 años de ese suceso, y se lo agradeció; pensó en ese momento, cuántas horas dedicó este noble marinero, sumergido en las frías paredes o mamparos del portentoso portaviones, enrollando cuidadosamente los hilos de seda de cada paracaídas, sin estimar que con su trabajo podría salvar la vida de alguien que no conocía. Plumb no durmió esa noche, meditando ¿Cuántas veces vio en el barco a ese hombre y nunca lo saludó, ya que él era altivo y esa persona era un humilde marinero?

El Señor utiliza diferentes métodos para manifestar su misericordia y glorificarse; desconozco si el veterano piloto conoció de Cristo, pero lo que si se dejó claro que nunca pensó que ese sencillo marinero había sido como un ángel que Dios puso en su camino para que el pudiera vivir y dar su testimonio a los hombres, allí es donde vemos el amor y la misericordia del Padre, para con todos, porque aún las piedras hablaran de su gloria.

Así pasa en nuestra vida espiritual, todos tuvimos a alguien que oró y trabajó inicialmente por nosotros cuando nuestra soberbia, altivez o pecado nos tenían enceguecido, si hoy usted está en los caminos del Señor, fue por la acción intercesora de nuestro Señor Jesucristo primeramente, porque Él fue a la cruz por nosotros a pagar por nuestras transgresiones, y también por haber colocado ángeles en el camino que trabajaron como nobles obreros con el objetivo de salvar su vida. 

Nosotros podemos necesitar un paracaídas a cada minuto de nuestra existencia: uno físico, uno emocional, uno mental y uno espiritual, pero nunca debe faltar el paracaídas de emergencia, y principal, Cristo. A veces, en los desafíos y las pruebas que se nos presentan a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante, la presencia, la palabra y el amor que Dios nos ha tenido desde el principio; hay quienes viven divagando en su necedad y duda, prefieren quedarse paralizados dentro del avión en llamas y no actuar, rumbo a la destrucción o muerte, o tal vez lanzarse sin paracaídas por el desespero de no saber qué hacer. Es hora que nos entrenemos y estemos preparados para el día malo, que tengamos puesto a cada instante el paracaídas para dar el salto de fe cuando Dios nos mande.

Necesitamos ser agradecidos a cada instante por “todo”, por lo bueno y por lo malo, eso demuestra la humildad que podemos tener ante el Señor. Debemos dar Gracias porque Cristo es el paracaídas empacado y el Espíritu Santo nuestro entrenador; y no nos olvidemos de los siervos que trabajan en las iglesias orando, pastoreando, discipulado, alabando, adorando, ayunando, predicando, intercediendo, etc., por nosotros, son ellos los que empacan nuestro paracaídas cuando estamos débiles, son ellos los que nos han sostenido en oración, empacando nuestro morral con clamor y ruego al Señor, hasta que aprendamos a empacarlo nosotros mismos y a su vez nosotros empacar el morral de otros, como un día lo hicieron por usted y por mí.

Siempre recuerdo con mucho amor y cariño a las personas que empacaron el paracaídas de mi esposa y el mío, en nuestro comienzo en la vida cristiana y aún lo siguen haciendo, eran y son líderes llenos de defectos, pero tienen un corazón dispuesto para el Señor, por eso bendigo a Dios, porque sin ellos, sin sus consejos, sin sus enseñanzas llevándonos a los pies del Señor no hubiésemos sido los obreros que hoy somos, dedicados a la obra, no hubiese tenido el paracaídas bien empacado para dar el salto de fe al vacío; a lo mejor por mi antigua manera de vivir, el paracaídas, no hubiese abierto correctamente; Dios les guarde y bendiga siempre mis amados hermanos, que el Señor les cuide y guarde en sus caminos, no se aparten ni a la derecha ni a la izquierda, y que se encuentren siempre con su luz.

El Señor, siempre nos ha llamado a empacar nuestro paracaídas y tenerlo listo, debemos velar por nuestra vida espiritual, aferrarnos al Espíritu Santo, a nuestro Señor, porque Él es nuestro socorro, nuestro auxilio, quién levanta nuestras cabezas, nos hace entrar en razón, nos convence de justicia, juicio y pecado, nos devuelve de nuestros malos caminos, nos guarda y saca de la prisión más oscura y perversa que nuestra alma nos ha introducido, y luego que nos hayamos fortalecido, permaneceremos firmes para empacar el paracaídas de otro, con nuestra oración intercesora. No olvide que su familia necesita de sus oraciones, la iglesia también, sus vecinos, su comunidad, nuestro país Venezuela lo necesita, y todo el mundo.

Entonces, comencemos primeramente buscando el manual de uso, la palabra, por favor átela a su corazón, aprendamos de la esencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, cuando utilizarla, sobre todo en cada uno de los casos donde exista una contingencia o emergencia; doblemos rodillas como reconocimiento de nuestra debilidad humana, en señal de obediencia y empecemos a acomodar el paracaídas decentemente y en orden; desenredando y extendiendo las líneas de suspensión de fe y líneas de control de nuestra oración, las cuales me sostendrán en todas las áreas de mi vida, plegándolo correctamente; disponiendo la tolva piloto del arrepentimiento, que se activará, cuando el soplo de vida del Cristo pase por la abertura del perdón, quien halará la canopia o campana del Espíritu que me dará la vida eterna; la cual ha sido doblada sublimemente por el Padre y colocada en el contenedor o morral de nuestro corazón, es importante que cuidemos que la canopía no tenga agujeros de tinieblas u oscuridad hechos con las saetas de nuestra impiedad e iniquidad para no contristar al Espíritu Santo; fíjese fuertemente el arnés de la conversión con disciplina en nuestra alma, cuerpo y espíritu para que nos mantengamos dentro los caminos de luz; y por último demos gracias al Señor a cada instante por todo, por la adversidad, por la prueba, por el salto, por la firmeza del paracaídas, por poner nuestros pies en tierra firme, sobre la roca, por todo lo que ha hecho hasta ahora en nuestra vida, y en especial en la vida de quienes empacaron por usted y lo sostuvieron en nuestro desconocimiento, nuestra debilidad y rebeldía, reforzando el paracaídas en el momento de las circunstancias difíciles.

No me queda dudas, que el Señor Jesucristo fue, es y será el paracaídas que salvó mi vida, muchas veces, cuando el enemigo me ha tratado de derribar por estar volando sobre el territorio de la carne, el mundo y el mal producto de mi altivez y autosuficiencia, me ha enseñado a depender más de Él, a dar el paso, el salto de fe; por eso no dejare de alabarle, glorificarle y agradecerle que haya estado allí para salvarme; como no agradecerle al Padre que haya preparado y enviado el paracaídas de su Hijo Jesucristo para mi caída libre en el día malo, como no agradecerle a su Espíritu que me haya entrenado, fortalecido, dado la sabiduría, claridad y discernimiento para saber cuándo saltar, trayendo firmeza a mi espíritu, en valor y temor de Dios.

Nosotros decidimos si vivir por fe o morir a bordo de la nave que se despedaza en el aire, y que piloteamos toda la vida apartada de Dios; dar el salto abandonado la nave en llamas, confiado que el paracaídas me sostendrá, sé que no todos están dispuesto hacerlo, porque no están seguros de tenerlo puesto; hay que creer que el paracaídas nos llevará a tierra firme a vivir una nueva vida; aunque estemos cayendo, tener la confianza de que Dios nos tiene abrazados, esos nos quita el temor y sabemos que Él no nos dejará caer, por eso mi corazón se goza y agradece a cada momento al Señor por tanta misericordia y haberme colocado su paracaídas, te amo Padre de los cielos. Amén

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