Me gusta leer en la Web, artículos de la vida real que me dejen una
enseñanza significativa y profunda del Señor basada en la experiencia de otros;
es imposible darme cuenta de mis errores si mis pensamientos no son trastocados
por el Espíritu Santo. Me encontré, con un escrito de Retamales, L. (2020),
narrando la historia de un joven oficial, Piloto de un bombardero estadounidense
que combatió en la guerra de Vietnam, llamado Charles Plumb; que después de haber
cumplido muchas misiones exitosamente, su avión fue derribado por un misil. Es
impresionante ver como Plumb reconoció, según la narración, que fue un piloto
arrogante, pues, él creía que era el piloto que comandaba su vida, se sentía un
ser superior por su condición de guerrero y combatiente con lauros obtenidos en
el fragor de la batalla; sin embargo su peor derrota, fue las incontables veces
que nunca dio los buenos días a la tripulación del portaviones, mucho menos a los
humildes marineros que pasaba por su lado, porque consideraban que no estaban a
su nivel.
Volviendo a la contingencia aérea, el Capitán se tuvo que lanzar en
paracaídas ante el desplome de la aeronave, siendo capturado y puesto preso por
seis años en una prisión norvietnamita. Al regresar a su país, se convirtió en
conferencista relatando su odisea, y lo que aprendió en la prisión. Sin
embargo, la mayor lección de vida, la recibió un día que estaba en un
restaurante, no dice donde, y un hombre lo saludó: "Hola, usted es Charles
Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron, ¿verdad?”; Plumb asombrado le
preguntó “Y usted, ¿cómo sabe eso?”; “Porque yo empacaba su paracaídas, parece
que le funcionó bien, ¿verdad?”; Pues era evidente, habían pasado más 40 años de
ese suceso, y se lo agradeció; pensó en ese momento, cuántas horas dedicó este noble
marinero, sumergido en las frías paredes o mamparos del portentoso portaviones,
enrollando cuidadosamente los hilos de seda de cada paracaídas, sin estimar que
con su trabajo podría salvar la vida de alguien que no conocía. Plumb no durmió
esa noche, meditando ¿Cuántas veces vio en el barco a ese hombre y nunca lo
saludó, ya que él era altivo y esa persona era un humilde marinero?
El Señor utiliza diferentes métodos para manifestar su misericordia y glorificarse;
desconozco si el veterano piloto conoció de Cristo, pero lo que si se dejó
claro que nunca pensó que ese sencillo marinero había sido como un ángel que
Dios puso en su camino para que el pudiera vivir y dar su testimonio a los
hombres, allí es donde vemos el amor y la misericordia del Padre, para con
todos, porque aún las piedras hablaran de su gloria.
Así pasa en nuestra vida espiritual, todos tuvimos a alguien que oró y trabajó inicialmente por nosotros cuando nuestra soberbia, altivez o pecado nos tenían enceguecido, si hoy usted está en los caminos del Señor, fue por la acción intercesora de nuestro Señor Jesucristo primeramente, porque Él fue a la cruz por nosotros a pagar por nuestras transgresiones, y también por haber colocado ángeles en el camino que trabajaron como nobles obreros con el objetivo de salvar su vida.
Nosotros podemos necesitar un paracaídas a cada minuto de
nuestra existencia: uno físico, uno emocional, uno mental y uno espiritual,
pero nunca debe faltar el paracaídas de emergencia, y principal, Cristo. A
veces, en los desafíos y las pruebas que se nos presentan a diario, perdemos de
vista lo que es verdaderamente importante, la presencia, la palabra y el amor
que Dios nos ha tenido desde el principio; hay quienes viven divagando en su
necedad y duda, prefieren quedarse paralizados dentro del avión en llamas y no
actuar, rumbo a la destrucción o muerte, o tal vez lanzarse sin paracaídas por
el desespero de no saber qué hacer. Es hora que nos entrenemos y estemos
preparados para el día malo, que tengamos puesto a cada instante el paracaídas
para dar el salto de fe cuando Dios nos mande.
Necesitamos ser agradecidos a cada instante por “todo”, por
lo bueno y por lo malo, eso demuestra la humildad que podemos tener ante el
Señor. Debemos dar Gracias porque Cristo es el paracaídas empacado y el
Espíritu Santo nuestro entrenador; y no nos olvidemos de los siervos que trabajan
en las iglesias orando, pastoreando, discipulado, alabando, adorando, ayunando,
predicando, intercediendo, etc., por nosotros, son ellos los que empacan
nuestro paracaídas cuando estamos débiles, son ellos los que nos han sostenido
en oración, empacando nuestro morral con clamor y ruego al Señor, hasta que
aprendamos a empacarlo nosotros mismos y a su vez nosotros empacar el morral
de otros, como un día lo hicieron por usted y por mí.
Siempre recuerdo con mucho amor y cariño a las personas que empacaron el
paracaídas de mi esposa y el mío, en nuestro comienzo en la vida cristiana y
aún lo siguen haciendo, eran y son líderes llenos de defectos, pero tienen un
corazón dispuesto para el Señor, por eso bendigo a Dios, porque sin ellos,
sin sus consejos, sin sus enseñanzas llevándonos a los pies del Señor no hubiésemos
sido los obreros que hoy somos, dedicados a la obra, no hubiese tenido el
paracaídas bien empacado para dar el salto de fe al vacío; a lo mejor por mi
antigua manera de vivir, el paracaídas, no hubiese abierto correctamente; Dios les
guarde y bendiga siempre mis amados hermanos, que el Señor les cuide y guarde en
sus caminos, no se aparten ni a la derecha ni a la izquierda, y que se
encuentren siempre con su luz.
El Señor, siempre nos ha llamado a empacar nuestro paracaídas y tenerlo
listo, debemos velar por nuestra vida espiritual, aferrarnos al Espíritu Santo,
a nuestro Señor, porque Él es nuestro socorro, nuestro auxilio, quién levanta nuestras
cabezas, nos hace entrar en razón, nos convence de justicia, juicio y pecado,
nos devuelve de nuestros malos caminos, nos guarda y saca de la prisión más
oscura y perversa que nuestra alma nos ha introducido, y luego que nos hayamos
fortalecido, permaneceremos firmes para empacar el paracaídas de otro, con
nuestra oración intercesora. No olvide que su familia necesita de sus oraciones,
la iglesia también, sus vecinos, su comunidad, nuestro país Venezuela lo
necesita, y todo el mundo.
Entonces, comencemos primeramente buscando el manual de uso, la palabra, por favor átela a su corazón, aprendamos de la esencia del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, cuando utilizarla, sobre todo en cada uno de los casos donde exista una contingencia o emergencia; doblemos
rodillas como reconocimiento de nuestra debilidad humana, en señal de
obediencia y empecemos a acomodar el paracaídas decentemente y en orden; desenredando
y extendiendo las líneas de suspensión de fe y líneas de control de nuestra oración,
las cuales me sostendrán en todas las áreas de mi vida, plegándolo
correctamente; disponiendo la tolva piloto del arrepentimiento, que se activará,
cuando el soplo de vida del Cristo pase por la abertura del perdón, quien halará
la canopia o campana del Espíritu que me dará la vida eterna; la cual ha sido doblada
sublimemente por el Padre y colocada en el contenedor o morral de nuestro
corazón, es importante que cuidemos que la canopía no tenga agujeros de tinieblas
u oscuridad hechos con las saetas de nuestra impiedad e iniquidad para no
contristar al Espíritu Santo; fíjese fuertemente el arnés de la conversión con
disciplina en nuestra alma, cuerpo y espíritu para que nos mantengamos dentro
los caminos de luz; y por último demos gracias al Señor a cada instante por
todo, por la adversidad, por la prueba, por el salto, por la firmeza del paracaídas,
por poner nuestros pies en tierra firme, sobre la roca, por todo lo que ha
hecho hasta ahora en nuestra vida, y en especial en la vida de quienes empacaron
por usted y lo sostuvieron en nuestro desconocimiento, nuestra debilidad y
rebeldía, reforzando el paracaídas en el momento de las circunstancias difíciles.
Nosotros decidimos si vivir por fe o morir a bordo de la nave que se despedaza en el aire, y que piloteamos toda la vida apartada de Dios; dar el salto abandonado la nave en llamas, confiado que el paracaídas me sostendrá, sé que no todos están dispuesto hacerlo, porque no están seguros de tenerlo puesto; hay que creer que el paracaídas nos llevará a tierra firme a vivir una nueva vida; aunque estemos cayendo, tener la confianza de que Dios nos tiene abrazados, esos nos quita el temor y sabemos que Él no nos dejará caer, por eso mi corazón se goza y agradece a cada momento al Señor por tanta misericordia y haberme colocado su paracaídas, te amo Padre de los cielos. Amén
Me encantó, gracias por compartir con todos. Bendiciones.
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